Por Rogelio Ríos Herrán
Una vez terminada el 18 de diciembre la pausa que la Copa Mundial de Futbol 2022 abrió en Qatar al llegar la FIFA con su show del futbol de selecciones nacionales en contienda, mucho me temo que la diminuta nación, hasta ahora inadvertida a nivel internacional, empezará a pagar el alto precio de la exposición internacional que tuvo.
No pasó desapercibido para muchos observadores el cúmulo de aspectos negativos en esa nación del Golfo Pérsico: su gobierno autocrático, vertical y autoritario; el trato inequitativo a las mujeres qataríes, a la comunidad LGBT y a los trabajadores foráneos y migrantes denunciado por organizaciones defensoras de los derechos humanos a nivel internacional.
No es menos oscuro el lazo del Gobierno de Qatar con la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) desde que en 2010 se anunció la sede del Mundial para Qatar en el 2022. La corrupción, los sobornos y el tráfico de influencias, acreditado en investigaciones periodísticas, acciones judiciales y hasta en una serie de Netflix, arrojó lo que Jorge Valdano, ex futbolista argentino, escritor y comentarista deportivo en los medios de comunicación, denominó acertadamente como “el pecado original” del Mundial de Qatar.
Para el Emir de Qatar, la vida en su reino no volverá a ser la misma. El gasto fabuloso que hizo para organizar la contienda futbolística, por arriba de los 200 mil millones de dólares, impresionó al mundo entero, pero no rebajó en un milímetro su autoritarismo ancestral. En pocas palabras, su pequeño país no transitó hacia la modernidad ni se incrustó sólidamente en la globalización como una sociedad progresista y libre.
Qatar seguirá siendo un reino pequeño lleno de riquezas fantásticas en el subsuelo en la forma de hidrocarburos. Nadie lo percibirá, sin embargo, como un país que posee una cultura moderna, entendida como una en la cual se ejercen las libertades individuales y colectivas que tanto apreciamos en Occidente.
No para ahí la cosa, para infortunio del Emir. Al abrirse temporalmente al mundo, Qatar no pudo de ninguna manera ocultar su rostro oscuro detrás de los espléndidos estadios de futbol que construyó.
Al contrario, quien no supiera anteriormente de la brutalidad de su gobierno, del trato de esclavitud a los trabajadores migrantes (casi 5 mil de ellos muertos por el trabajo agotador de construir los estadios), de la otra esclavitud que se ejerce en contra de sus mujeres, lo sabe ahora perfectamente bien y lo llevará como un recuerdo indeleble.
Como aficionado al futbol, disfruté de los partidos jugados, de las figuras como Leonel Messi y Cristiano Ronaldo, y sentí frustración por la pronta eliminación de la Selección Mexicana.
Estrictamente hablando de futbol, fue un torneo emocionante, lleno de sorpresas y bien disputado en el partido final entre Argentina y Francia, con el triunfo de los argentinos y su coronación como campeones mundiales de futbol por tercera ocasión.
Como ciudadano del mundo, sin embargo, sentí igualmente frustración y coraje al observar cómo un régimen autoritario y brutal como el del Emir de Qatar, pretende ganar prestigio y lavar sus culpas a nivel internacional “comprando” (con sobornos) la sede de una Copa Mundial de Futbol.
Algo cambió en mi interior al observar a Qatar en todos sus ángulos: en adelante, no aceptaré a la FIFA ni a sus decisiones insensibles al otorgar las sedes de la Copa del Mundo a países con gobiernos autoritarios y violadores de los derechos humanos. Ya no más de eso ni de abusar de los aficionados al futbol. Yo rompo con la FIFA hasta que cambie la naturaleza de la institución que maneja el futbol organizado a nivel internacional, simplemente, como una subasta al mejor postor.
No te quitaremos en adelante el ojo de encima, Emir de Qatar.
Rogelio.rios60gmail.com
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