viernes, diciembre 30, 2022

Leer ‘Canaima’ en el siglo 21

 


Por Rogelio Ríos Herrán

 

Me acerqué, recientemente y por primera vez, a la obra del escritor venezolano Rómulo Gallegos (1884-1969) a través de la lectura de su novela “Canaima” (1935), movido por la curiosidad de que estuviera incluida en la colección “Las grandes obras del siglo veinte” (editada por Promociones Editoriales Mexicanas bajo la coordinación de Patricia Bueno de Aristegui), compartiendo la gloria junto a autores como Thomas Mann, Julio Cortázar, Joseph Conrad,  Miguel de Unamuno, etcétera, colección que ocupa un buen espacio en la biblioteca del hogar.

 

De inmediato, me sorprendió la densidad del lenguaje del autor, su vocabulario especializado, su formalismo en la descripción del paisaje en la desembocadura del Río Orinoco, el gran caudal de la región selvática venezolana. La precisión de sus descripciones acaba por envolver al lector en un universo vegetal y animalesco, fiero y armónico a la vez, impasible ante el ciclo de vida y muerte que gira incesante en su territorio.

 

El perfil de los personajes no desmerece en su calidad literaria. Marcos Vargas, el protagonista principal, aventurero y audaz, es un prototipo de hombre latinoamericano que bien podría haber estado en cualquier región selvática de América Latina. Su percepción de la bravura masculina y el reconocimiento doloroso para él de las injusticias terribles contra peones y levantadores del caucho, sumidos en condiciones infrahumanas, elevan al máximo sus impulsos rebeldes y desafiantes de la autoridad que ejercen brutalmente los caudillos de la región.

 

Hubo momentos en que sentí que la novela había envejecido desde su publicación en 1935. Mi lectura en 2022, la observación que hago a través de noticias y análisis sobre la Venezuela de hoy y su panorama político y social, el formalismo en momentos excesivo de la escritura de Gallegos, me llevaban a cuestionar la relevancia, más allá de su alto valor literario, de la visión social de Gallegos.

 

En esos momentos de flaqueza, recordé lo que los editores comentaron en el prólogo: “la trama de la novela pone de manifiesto el contraste existente entre la civilización, arbitraria e injusta, representada por la comunidad de blancos y la vida de una comunidad indígena sumida en el sopor. Ambas padecen el influjo nefando de la selva. La crítica al sistema político latinoamericano , a una corrupta estructura de poder, se hace patente en la obra. Abundan las descripciones de paisajes y de costumbres, abundan también los personajes episódicos , pero en cierta manera podría decirse que la selva es la auténtica heroína de Canaima”.

 

Lo que acontece a Marcos Vargas, su internamiento irreversible en la selva y el abandono de su vida anterior, es una crítica de lo establecido llevada al extremo. Su audacia no se limitó a portar revólver y enfrentar a cualquiera en una pelea o desafío, sino a enfrentar a todo el sistema político corrupto en su conjunto, a rechazar los oropeles y comodidades de una vida de hombre blanco en territorio selvático. 

 

La agudeza de Gallegos al llevar a su personaje principal a extremos de rebeldía ante la injusticias patentes, de cuestionar profundamente al sistema que lo había colocado en una situación privilegiada, es lo que conecta a “Canaima” con el presente. 

 

Poco o nada ha cambiado la dominación de élites y clases sociales privilegiadas sobre el resto de las poblaciones en Venezuela y otros países de América Latina. Poco o nada ha cambiado la figura del “caudillo”, el cual ya no usa hoy el revólver al cinto, sino que se pone saco y corbata y se le denomina populista: el que captura a la democracia para destruirla. Canaima, el dios selvático de maldad, se trasladó a la arena política de las ciudades.

 

Veamos este pasaje: “…naturalmente, la peor parte la lleva el peón, pues vaya usted a ver lo que encuentra en la montaña: un plato de ‘paloapique’ que no lo alimenta, de donde adquiere el beriberi, que lo mata o lo inutiliza para toda la vida, y la esclavitud, casi, por la deuda del avance, sin modo de zafarse ya del empresario, ni autoridad que contra él lo ampare, porque generalmente lleva parte en el negocio y en todo caso se inclina del lado del fuerte contra el débil. La esclavitud, que a veces la heredan los hijos con la deuda. Eso de la riqueza que producen El Oro y el caucho sólo es verdad para los privilegiados.”

 

Leer “Canaima” en el siglo 21, a 87 años de su publicación, nos revela que nuestras preocupaciones profundas sobre América Latina, y en particular sobre la tragedia que vive hoy Venezuela, siguen latentes como cuando cuando Marcos Vargas (“¿Qué hubo? ¿Se es o no se es?”) recorría las riberas del Río Yuruari atendiendo lo que otro escritor, Jack London, nombró “el llamado de los salvaje”; en esencia, Marcos  sabía que “la aventura del caucho y del oro tenía otro aspecto, el de la aventura misma, que era algo apasionante: el riesgo corrido, el temor superado y aquello mismo de ir y volver a tirar el dinero, con que el hombre desafiaba al destino. ¡Una fiera medida de su hombría!”.

 

Si la tiene por ahí medio olvidada en su librero, saque su copia de “Canaima” y disfrute de su primera o segunda lectura en estos días decembrinos. Rómulo Gallegos y su Marcos Vargas lo cautivarán.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

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