domingo, octubre 20, 2019

'Soles apagados'

Rosario Ibarra de Piedra.
Fuente: Google.com


Por Rogelio Rìos Herràn

Con esa metàforica expresión, “soles apagados”, se refirió Rosario Ibarra de Piedra a las madres de los desaparecidos que en México la acompañan en su incansable búsqueda por su hijo Jesús, quien desde 1975 desapareciò en Monterrey, México, a manos de agentes gubernamentales y nunca se supo más de él.

Sin juicio, sin acusaciones formales (las autoridades creían que era guerrillero) sin registro de su detención, Jesús, en ese entonces estudiante de Medicina en la Universidad Autònoma de Nuevo Leòn, simplemente desapareció.

A partir de ese evento, Rosario Ibarra pasó de ser una tìpica madre y esposa de clase media encargada del cuidado del hogar y de sus hijos a convertirse en una activista social y defensora de la causa de los desaparecidos en México.

En un artículo escrito por ella, Rosario cita una frase que leyò en un periódico colombiano, pensada y escrita por algún desaparecido imaginando su libertad: “saldrás de cualquier lugar en cualquier parte, a recibirme y abrazarme y recuperarè en ese abrazo todos los soles que me han robado”.

Más de cuatro décadas después de la desaparición de su hijo, la brega de Rosario será reconocida por el Senado de la República al galardonarla con la Medalla Belisario Domìnguez 2019, el próximo 23 de octubre en la sede senatorial en la CDMX.

La Senadora Sasil Dora Luz de Leòn, integrante de la Comisión encargada de otorgar la alta distinción, expresó que “con su activismo, Doña Rosario hizo una gran aportación a la construcción de un México más democrático y defensor de los derechos humanos”.

Agregò que Rosario “ha dedicado su vida a luchar para dar voz a los que no tienen y exigir justicia por quienes ya no pueden hacerlo”.

Doña Rosario formó en los años 70 el Comitè Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Polìticos que diera lugar, en 1977 a la formación del Comitè Eureka, el cual se ha dedicado a exigir al Estado mexicano que presente con vida a los militantes de movimientos políticos armados y sociales que sufrieron desaparición forzada en la década de los 60s y 70s en México, conocida como la época de la Guerra Sucia.

Al fondo, foto con el Comitè Eureka.

Fue ella la que tuvo la fuerza y el coraje necesario para liderar una causa que, en sus orígenes, muchos consideraban inútil y que desdeñaban diciendo que “se trata de madres de guerrilleros”, como si eso liberara al Estado de sus responsabilidades.

“Hago repaso y veo a cada una con la efigie de su hijo en el pecho o apretando con sus manos una manta, o alzando una pancarta o afanosas repartiendo volantes y siempre lanzando al viento, todas ellas a coro, el grito lleno de esperanza, sonoro, fuerte, rotundo: ¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!”

“Lo primero que me comentó mi madre”, dijo Rosario Piedra Ibarra, (hija de Doña Rosario), “es que le agrada el galardón, pero que ella quisiera saber de su hijo y que por eso espera seguir luchando, aun a su avanzada edad”.

“Mi madre piensa que hubiera preferido no tener que ser reconocida por su lucha incansable por los desaparecidos, que hubiera preferido que estuviera con ella mi hermano Jesús”, agregó.

Què herida tan profunda en el alma la de un desaparecido. No se acaba nunca la esperanza para quien lo busca y espera de regreso. No hay día sin un recuerdo, pero los años pasan y la espera no concluye, no se cierra el cìrculo tan dolorosamente abierto.

Desde esos términos debemos pensar sobre Doña Rosario, su lucha, su tenacidad, y con ella la de miles de madres mexicanas que han formado un grupo unido y fuerte que no desaparecerà si faltara alguna de ellas.

“Vivos los llevaron, vivos los queremos…”

Rogelio.rios60@gmail.com  

Publicado en el Periòdico La Visiòn, de Atlanta, Georgia, el 18 de octubre de 2019.

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