Por Rogelio Ríos Herrán
Lo dijo con toda claridad Antonio Guterres, Secretario
General de la ONU, en su mensaje de año nuevo 2019: “Estos son tiempos de
ansiedad para muchos y nuestro mundo está pasando por una prueba de estrés”.
La ansiedad que sentimos ante los acontecimientos
mundiales negativos que dibujan un panorama mundial sumamente preocupante
deriva, creo yo, de que la visión nacionalista obsoleta que muchos líderes
globales comparten, en realidad, va en sentido contrario de como avanza el
mundo: la globalización no se detiene por la acción de unos gobiernos o
líderes, es un proceso que resiste fuerte a la ola nacionalista y que terminará
por derrotarla.
Será, sin embargo, una confrontación que dejará
cicatrices en todos nosotros, gobiernos y pueblos del mundo. El cambio
climático, el libre comercio internacional y las migraciones internacionales
son tendencias imparables en el siglo 21, pero el Estado-Nación soberano y
cerrado se resiste a adaptarse el nuevo entorno mundial.
Si se resiste durante demasiado tiempo, terminará
simplemente por ser arrasado por las fuerzas económicas y sociales que son
superiores en fuerza y extensión a la capacidad de cualquier Gobierno nacional,
por más poderoso que sea, para “blindarse” ingenuamente en contra de la marea globalizadora.
¿Será el 2019 un año de avances en la lucha contra el
cambio climático? La continuidad del Acuerdo de París sobre Cambio Climático
(tras la reunión COP24 en Polonia en diciembre pasado) así parece indicarlo.
¿Impedirán los países proteccionistas como Estados
Unidos el avance del comercio multilateral internacional? La entrada en vigor entre
un grupo inicial de 12 países (México entre ellos) del Tratado Integral y
Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés)
modificado nos indica que no lo impedirán.
El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y
Regular concluido el año pasado, primer acuerdo normativo de las migraciones internacionales
y de protección a migrantes indocumentados, nos revela que el problema de los
flujos migratorios internacionales no será solucionado con muros, fosos ni
barreras tradicionales en las fronteras.
“Somos la primera generación”, nos dice el analista y
columnista Thomas Friedman, “para quienes ‘después’ será el tiempo en que todos
los amortiguadores de la Madre Naturaleza, todas sus llantas de repuesto, todos
los trucos del oficio y las herramientas para adaptarse y balancearse se habrán
agotado o quebrado. Si no actuamos juntos rápidamente para mitigar esas
tendencias, nosotros seremos la primera generación de humanos para quienes ‘después’
será ‘demasiado tarde’” (en su libro “Thank you for Being Late. An Optimist’s Guide to Thriving in the Age of Accelerations”.
New York: Picador. Farrar, Straus and Giroux, 2017, p-198).
Hay que actuar ahora, no después, nos dice Friedman. Y
hay que hacerlo en grupo, colectivamente en pensamiento y acción.
Guterres añadió en su mensaje navideño un sentido de
urgencia refiriéndose a la amenaza del cambio climático: “Es hora de aprovechar
nuestra última mejor oportunidad. Es hora de detener el cambio climático
descontrolado”.
Los mensajes del nacionalismo y el ultranacionalismo
(Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos) se estrellan de frente a la
globalización. Serán vencidos al final, pero su resistencia retrasa los
esfuerzos multilaterales por atacar al cambio climático, abrir el comercio y
regular la migración internacional.
Si en el 2019 hay un hilo de esperanza respecto al
avance de las mejores causas económicas y sociales y en lo que toca al combate
contra el cambio climático, será el hilo que nos une a los ciudadanos del mundo:
somos seres globales, no nos limitan las fronteras artificiales y nuestros
derechos son universales.
Desde el pueblito más alejado en la Sierra Madre en
México, una aldea en el Amazonas brasileño o los barrios de las grandes
metrópolis europeas, todas y cada una de nuestras voces cuentan para construir
un mundo mejor. Esa es nuestra fuerza, ¡feliz año nuevo 2019!
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