Es el momento del “comeback” de la ONU a retomar la iniciativa de los esfuerzos de paz y seguridad internacionales, después del fracaso rotundo de la diplomacia de liderazgo personal y encuentros en la cumbre entre gobernantes que no arreglan nada y sólo pospone la resolución de los conflictos
Por Rogelio Ríos Herrán
Con la inauguración el 22 de septiembre del periodo anual de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el aniversario 80 del organismo internacional, la situación internacional, tan lamentable como nunca antes, presenta, sin embargo, la oportunidad del regreso de la diplomacia multilateral al primer lugar de la arena mundial.
Es el momento del “comeback” de la ONU a retomar la iniciativa de los esfuerzos de paz y seguridad internacionales, después del fracaso rotundo de la diplomacia de liderazgo personal y encuentros en la cumbre entre gobernantes que no arreglan nada y sólo posponen la resolución de los conflictos.
Una mujer, la alemana Annalena Baerbock, presidirá los trabajos de la 80 Asamblea General (UNGA 80, por sus siglas en inglés) y bajo su experimentada mano veremos el desarrollo de negociaciones de alto nivel bajo el lema “Mejor juntos”.
Tras el desastre diplomático que los chicos rudos del barrio (Estados Unidos y Rusia y, por otro lado, Netanyahu y Hamás) han dejado tirado en la calle, no hubo cese al fuego en Ucrania ni en Gaza.
Fracasaron los líderes supuestamente carismáticos, así que el camino quedó allanado para que en el seno de la Asamblea General (con 193 países miembros) se someta a debate una solución a los problemas que hoy amenazan la paz y la seguridad internacional.
Mientras Vladimir Putin sigue arrojando bombas y asesinando a los civiles ucranianos y Benjamín Netanyahu hace lo mismo con los civiles palestinos en la Franja de Gaza, Annalena y Antonio Gutérres (secretario general de la ONU) tienen ante sí una pequeña ventana de oportunidad para salvar al mundo.
No exagero ni un centímetro. La crisis de la paz mundial existe en la forma de los 120 conflictos armados (externos e internos) que cada día arrojan muerte y destrucción en el mundo, de los cuales Ucrania y Gaza son apenas las caras más visibles.
El alivio a esa situación no puede venir de parte de quienes ya fracasaron en el terreno diplomático. La ONU, puesta a un lado por la soberbia de los poderosos, puede recuperar su papel de negociador universal de la paz en el mundo.
La ventana de oportunidad puede cerrarse en cualquier momento. Lo que suceda esta semana de septiembre durante los trabajos de la UNGA 80 en la ciudad de Nueva York, será decisivo para encontrar la salida a la crisis mundial de muertos y refugiados.
Annalena fue Ministra de Asuntos Exteriores en su natal Alemania, es la quinta mujer que preside un periodo de sesiones de la Asamblea General y la primera europea en hacerlo.
Asumió el cargo ella en un contexto de crisis múltiples: guerras prolongadas, retrocesos en derechos humanos, desigualdad creciente y una gobernanza internacional desafiada por la polarización.
En su discurso inaugural (9 de septiembre), no rehuyó la crudeza del momento: mencionó explícitamente el sufrimiento en Gaza, Afganistán, Sudán, Ucrania y las islas del Pacífico. Pero su mensaje fue claro: “No rendirse” es la única opción viable.
Su estilo -directo, ético y comprometido- recuerda que la diplomacia no es solo protocolo, sino también narrativa. Al presidir el “Super Bowl de la diplomacia” (como se conoce el debate general de septiembre), Baerbock no sólo modera discursos: encarna la posibilidad de que el diálogo internacional recupere su vocación transformadora.
Desde una perspectiva diplomática, este tipo de liderazgo es valioso no por ofrecer soluciones inmediatas, sino por sostener el espacio donde las soluciones aún pueden gestarse.
Baerbock tiene un aliado firme por la paz en la persona del recién llegado Papa León XIV al Vaticano, quien en su mensaje del Ángelus del domingo 21 de septiembre abogó por la paz: “Con ustedes y con los pastores de las iglesias de Tierra Santa repito: no hay futuro basado en la violencia, en el exilio forzoso, en la venganza. Los pueblos necesitan paz: quien los ama de verdad, trabaja por la paz”.
La agenda de la nueva presidente de UNAG 80 es ambiciosa: incluye debates sobre inteligencia artificial, cambio climático, igualdad de género y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Cada uno de estos temas exige no sólo coordinación técnica, sino también voluntad política y visión compartida. En este sentido, su presidencia será una plataforma para repensar la diplomacia como arquitectura de esperanza: “construir puentes donde otros levantan muros”.
Tras los diplomáticos de alto nivel, como Annalena y los funcionarios dedicados en cuerpo y alma a la ONU, hay una fuerza de convicción que linda con la energía espiritual del llamado del Papa León XIV: la vocación de servicio en medio del sufrimiento humano.
Ella no apeló al cinismo ni a la resignación, sino a la esperanza activa. Esa esperanza, en términos espirituales, es una forma de “caridad política": el compromiso de transformar estructuras para que la dignidad humana no sea una excepción, sino la norma.
Dag Hammarskjöld, segundo secretario general de la ONU entre 1953 y 1961, escribió que “la vida sólo cobra sentido cuando se convierte en respuesta a una llamada.”
A esa llamada responde Annalena con claridad: sostener el diálogo cuando el mundo tiende al grito, convocar a la cooperación cuando el egoísmo se disfraza de soberanía.
Desde esta perspectiva, la diplomacia no es sólo negociación, sino que se equipara a un “ministerio de reconciliación": es el arte de mantener abierta la puerta del entendimiento, incluso cuando todo parece empujar hacia el conflicto.
En este aniversario número 80 de la ONU, su presidencia nos recuerda que la paz no es un estado, sino un proceso que necesita voces valientes, éticas y profundamente humanas.
Finalmente, ¿Qué pueden esperar México y América Latina de la UNAG 80?
Para México, miembro fundador de la ONU en 1945, cuya política exterior ha buscado históricamente el equilibrio entre principios y pragmatismo, el liderazgo de Annalena ofrece una oportunidad. Su énfasis en derechos humanos, justicia climática y equidad puede resonar con las prioridades regionales latinoamericanas.
Además, su estilo inclusivo abre espacio para que voces latinoamericanas contribuyan activamente a la renovación del sistema multilateral.
De mi parte, seguiré con interés de internacionalista y apego del periodista los trabajos de esta Asamblea General 80, en los cuales están en juego tanto la paz mundial en lo inmediato, como el destino de la ONU en el futuro.
Con la colaboración de Microsoft Copilot, quien me acompañó en la investigación y redacción de este artículo.
FIN
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