miércoles, marzo 22, 2023

Xi no es Mao; Putin no es Stalin



Por Rogelio Ríos Herrán

 

La reciente visita de Xi Jinping a Moscú, el despliegue de fotografías junto a Vladimir Putin, las expresiones verbales de amistad y alianza entre países “amigos” me provocaron dos reacciones: una sonrisa ante la amistad de cartón que se profesan los gobernantes de China y Rusia; otra sonrisa ante el recuerdo de las peripecias de un viaje de Mao Zedong a Moscú a principios del año 1950.

 

Relaciono ambos eventos, tan distanciados en el tiempo, porque nos ayudarán a obtener una mejor perspectiva del significado de la visita de Estado de Xi a su homólogo ruso, justo cuando Putin acaba de ser acusado de crímenes de guerra en Ucrania por la Corte Penal Internacional el 17 de marzo.

 

En 1949, en pleno fragor de la guerra civil china entre el Partido Comunista Chino y el Kuomintang (Partido Nacionalista Chino), Mao Zedong y Chiang Kai-sheck se disputaban a muerte el control sobre el territorio y los corazones de cientos de millones de chinos.

 

Derrotado Japón en 1945, el invasor nipón se había retirado del suelo chino y quedó el campo listo para la contienda fratricida. Nada estaba completamente asegurado para ninguno de los bandos a mediados de 1949 y los comunistas chinos estaban desesperados por obtener apoyo político y material de Stalin.

 

Personajes de plena confianza de Mao se trasladaron a Moscú desde agosto de 1949 para afianzar con el líder soviético el apoyo ruso a su causa. El primer consejo que recibieron de Stalin al llegar a Moscú fue que realizaran a la brevedad posible la proclamación de la República Popular China, de tal manera que la Unión Soviética reconociera al nuevo gobierno y desconociera a los nacionalistas. Así sucedió el 1 de octubre de 1949 al nacer el nuevo estado chino.

 

Además, los chinos necesitaban urgentemente el apoyo militar ruso para convertir al Ejército Popular de un cuerpo de milicianos campesinos a una fuerza armada profesional dividida en los tres cuerpos tradicionales: infantería, fuerza aérea y fuerza naval, todo bajo la dirección de asesores rusos.

 

Toda la ansiedad de los comunistas chinos se reflejó en las sucesivas reuniones preparatorias al viaje de Mao, el cual finalmente se concretó al principio de 1950. Entre el 20 de enero y el 17 de febrero, Mao y sus camaradas cabildearon incesantemente con Mikoyan y los funcionarios rusos del primer nivel, pero pasaban los días y semanas y no eran recibidos por Stalin.

 

Casi al final del viaje, Stalin se dignó a recibir a Mao y funcionarios en su despacho en el Kremlin. En la primera visita, cuentan algunos historiadores, tuvo el Gran Timonel chino que hacer antesala como cualquier hijo de vecino hasta que pudo estrechar la mano de Josef, quizá en ese momento la mano más dura y cruel del mundo.

 

Como haya sido, tragarse la pequeña humillación fue redituable para Mao: regresó a Beijing con un tratado de amistad y alianza estratégica con Rusia, un préstamo de 300 millones de dólares y el compromiso de envío de grandes cantidades de equipo militar (aviones, tanques, cañones, etcétera) que le ayudaría a liquidar a los nacionalistas y obligarlos a refugiarse en la isla de Taiwán.

 

No es extraño que cuando Nikita  Jrushchov denunciara los abusos de Stalin en 1956, sacudiendo por completo al mundo socialista, la de Mao fuera una de las pocas voces del socialismo que lo defendiera a ultranza, pues le debía prácticamente el surgimiento del Estado comunista chino.

 

Volvamos a 2023. En comparación a lo que le sucedió a Mao en 1950, el viaje reciente de Xi fue un día de campo: en el Kremlin, Xi llevó ahora la “upper hand” (la mano ganadora en el póker) sobre un desvalido Putin, a quien le tocó jugar el papel del suplicador de la ayuda china aún a riesgo de colocar a su país en posición de vasallaje moderno ante China.

 

Por supuesto que Putin no obligó a Xi a esperar unos minutos antes de recibirlo, antes bien pudo haber sido al revés (como ya le sucedió a Putin al esperar un par de minutos al presidente turco Erdogan en una reunión en Teherán en agosto del 2022). Ironías de la historia: el Camarada Mao debe estar revolviéndose en su tumba, pero de contento por haber cobrado el viejo agravio que Stalin le hiciera. “¿Quién manda ahora?”, diría el Gran Timonel.

 

Concuerdo con la internacionalista Gabriela de la Paz (profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey) en su columna “La potencia alternativa” (22/03/2023, el norte.com) cuando dice: “Por lo pronto, independientemente del resultado de la guerra (de Ucrania) para Rusia, China ha fortalecido su posición internacional como un poder político y económico alternativo a Estados Unidos y Europa”.

 

Xi Jinping no es Mao Zedong. Vladimir Putin no es Stalin. El dragón dominó al oso en 2023.

 

Rogelio.rios60@gmail.com

  

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