viernes, agosto 16, 2019

Mi Manifiesto

Fuente: Google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Si de manifiestos se trata, nada me impide redactar uno que hable en nombre de los mexicanos en Estados Unidos, tras los sucesos de El Paso, Texas.

AL PUEBLO DE USA:

Declaro que los mexicanos no somos enemigos de los estadounidenses. No queremos quitarles sus empleos. No amenazamos a sus familias. Somos gente de trabajo, de esfuerzo y ganas de salir adelante, no importa si para eso se tienen que trasladar los mexicanos a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades.

Manifiesto que no me mueve ningún rencor histórico por la derrota de México en su guerra con Estados Unidos (1846-1849), sucesos que ocurrieron en un tiempo tan distante que ya casi no se conservan en la memoria del pueblo mexicano. No me mueve deseo alguno de venganza, de “invadir” o “mexicanizar” a los Estados Unidos como una manera de recuperar lo que se arrebató a México en esa guerra.

Lo que me mueve a mí, y a millones de compatriotas, es el deseo legítimo de mejorar nuestros niveles de vida, de tener la oportunidad de demostrar capacidades y talentos, y, sobre todo, de contribuir con el esfuerzo y nuestros impuestos a la sociedad y a la economía del país que nos recibe.

Declaro también que mi lengua natal y muy querida es el español. Al usarlo en Estados Unidos, lo hago como un gesto de aprecio a mi lengua materna, no como desprecio al idioma inglés. No tengo inconveniente en aprender y hablar en inglés, pero lo haré por gusto y sin renunciar a mi lengua materna.

En todo espacio público y privado, en cualquier circunstancia y lugar, hablar español es perfectamente legítimo como una lengua de uso común en Estados Unidos. El español es ya parte de la riqueza idiomática y del acervo cultural de la Unión Americana, es un idioma que abre puertas y tiende puentes entre dos naciones vecinas y con las naciones hermanas de la América Latina. El español es riqueza de espíritu, no pobreza de ánimo.

Declaro que mi fe religiosa, la católica en mi caso (o la de cada quien), la que se me inculcó desde niño en el seno de mi familia, la que guía mis pasos para mantenerme en el camino correcto, la que me permite ver a los demás seres humanos como prójimos, no como enemigos, la traigo a Estados Unidos como lazo espiritual de unión, no como estandarte de batalla para excluir a quienes no la profesan.

No somos cruzados a favor ni en contra de otras religiones. Somos, porque así es nuestra creencia más profunda, fraternos y solidarios con los demás, no importa sus ideas o fe distintas.

Expreso que no veo el mundo dividido en los colores de la piel. Mi cabello y mi piel, mis facciones, son todas orgullosamente mexicanas, inconfundibles, llenas de esa herencia de siglos que las alegrías y tristezas de mi pueblo, de su mestizaje y su enorme diversidad social, han tatuado en mi piel para mostrar al resto del mundo.

Puedo convivir con quien sea, no importa el color de su piel. Nunca lo veré como adversario hostil, sino como un hermano en el gran mosaico de colores y tonos que es la Humanidad.

Declaro que el lugar que busco en Estados Unidos para vivir y trabajar no lo lograré a costa de alguien más, sino en compañía de la gente trabajadora de este país.

Considero que la creación de prosperidad mediante un esfuerzo común de residentes y migrantes, de trabajo duro y una vida apegada a los principios que nos guían, dará a los Estados Unidos el camino a la grandeza que este país busca con tanta ansiedad, pero con métodos equivocados.

Nosotros, los migrantes, los mexicanos, los latinoamericanos, no somos el obstáculo: somos parte de la solución a esa búsqueda. Pueden contar con nosotros.

No nos frenarán los discursos de odio, los extremistas armados, los tiroteos en donde muere gente inocente y cuya sangre derramada duele tanto. Nuestro corazón va por delante, ¿quién puede contra nosotros?

Rogelio.rios60@gmail.com

(Publicado en el Periódico La Visión, de Atlanta, Georgia, 16/08/2019).


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