Por Rogelio Ríos Herrán
Sí, Francia nos llama a no dejar libre el camino al
nacionalismo pedestre de “primero nosotros, después el diluvio”. A no desplegar
en el siglo 21 la idea de “nación fortaleza” en lugar de la “nación abierta”.
Lo dijo el Presidente francés, Emmanuel Macron, en su
elevado discurso en el Arco del Triunfo al cumplirse el 11 de noviembre el centenario
del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, con las más claras
palabras:
“Recordemos, no olvidemos, porque el recuerdo de estos
sacrificios nos lleva a ser dignos, por aquellos que murieron en nuestro nombre
para que podamos vivir libres. Su patriotismo es lo contrario del nacionalismo.
Poniendo siempre delante nuestros intereses, sin preocuparnos del resto del
mundo, despojamos a la nación de lo más importante, de sus valores morales.”
Tal vez asistimos, como lo menciona en un editorial el
diario Le Monde, a un relevo simbólico en el peso del europeísmo de Merkel
(quien anunció ya su retiro para un futuro cercano) a Macron, de Alemania a
Francia, a partir de la reafirmación en París del valor de la alianza franco-alemana
que permitió construir la Unión Europea.
Pero eso va más allá: para Le Monde, “el Presidente
francés ha decidido que los valores que subyacen a los regímenes democráticos
superan ahora a la alianza trasatlántica, tan grave es esta hora” (“Contre la
nationalisme, un front fragile”, 12/11/2018).
No se limita a Estados Unidos y su actual gobierno. El
llamado francés es amplio, civilizatorio, esencial en su pureza: el ataque a la
democracia, amenazada por “los demonios antiguos que resurgen prestos a cumplir
su obra de caos y de muerte”, expresó Macron, en las caras oscuras del
nacionalismo, la xenofobia, el racismo y el fascismo, agregamos nosotros.
“Macron aparece hoy como el líder más fuerte”,
concluye Le Monde, “para encabezar, contra el nacionalismo, la lucha del
patriotismo”.
Igualmente, más allá de Macron, es Francia la que nos
llama a la defensa de la democracia y la Europa unida, la magnífica idea de una
comunidad europea que, contra todo pronóstico y adversidades, forjaron
originalmente franceses y alemanes apenas unos años después de haber sido
feroces enemigos durante la Segunda Guerra Mundial.
Las palabras de Macrón en la Tumba del Soldado
Desconocido, ante 80 jefes de estado, resonaron hasta nuestra América Latina. Quien
haya puesto un pie en el Arco del Triunfo compartirá seguramente esa sensación
de abarcar con la vista al mundo entero en un abrazo fraternal, más allá de
ideologías, idiomas y fronteras que nos dividen.
Tal es la fuerza cultural de Francia, así de enorme es
su llamado por la democracia que necesita urgentemente ser defendida y
reivindicada ante las amenazas de la ignorancia y el autoritarismo que se
ciernen sobre ella.
“En este 11 de noviembre de 2018”, dijo Macron al
final de su discurso, “cien años después de una masacre cuya cicatriz sigue
visible sobre la faz del mundo, les quiero agradecer por esta reunión de la
fraternidad reencontrada el 11 de noviembre de 1918.
“Que esta reunión no sea solamente de un día. Esta
fraternidad, amigos míos, nos invita, en efecto a liderar juntos el único
combate que vale la pena: la batalla de la paz, la lucha por un mundo mejor”.
Me quedo desde México con esas palabras de Macron.
Retomo su crítica al nacionalismo primitivo, su defensa de una Patria abierta, pacifista,
involucrada en los grandes problemas mundiales.
El debate debe estar abierto entre los mexicanos sobre
qué mentalidad queremos cultivar: un nacionalismo obsoleto que sólo mira hacia adentro,
que teme al mundo externo, que no comprende el tono universalista de nuestra
época y que, al cerrar los ojos al exterior y poner oídos sordos al llamado
francés, nos condenaría al deterioro de nuestra frágil, muy frágil democracia
mexicana y a vivir fuera del siglo 21.
Francia nos llama: ¿responderemos a su llamado?
-------------------
Link
al texto completo en francés del discurso del Presidente Emmanuel Macron el 11
de noviembre del 2018:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario