Muy pocas veces en el curso de las vidas de una
generación de personas se puede vivir un acontecimiento histórico de tal
magnitud que trascienda a toda la humanidad.
La muerte de Nelson Mandela, el padre de Sudáfrica,
el padre de todos los oprimidos del mundo, es uno de esos acontecimientos, tan
grande y cuyas repercusiones abarcan el planeta entero que captura la atención
de todos.
Desde México, adquiere un singular matiz el recuerdo
de Mandela como un referente de quienes, desposeídos de todo, hasta de su
dignidad como personas, ven en la saga de su vida llena de adversidades y
penurias, de largos años de prisión en condiciones miserables, una fuente de
consuelo e inspiración.
No podría ser de otra manera: si el sufrimiento es
universal, también lo son las vidas de luchadores inquebrantables como Mandela,
quienes con su existencia nos alientan a seguir adelante, a vencer cualquier
obstáculo, a amar la libertad.
Por eso los mexicanos ven en la larga marcha de los
sudafricanos hacia su independencia y en el esfuerzo por hacer que país entero
progrese y que su nación destaque ante las demás, muchas similitudes con su
propia historia, una en la que México no parece haber sido poco más que una
avalancha de calamidades.
Un océano y un continente aparte, la huella de
Mandela cruzó por México no sólo con su presencia física como visitante
ilustre, sino en la forma de un legado que perdurará seguramente entre
nosotros.
¿Quién no encuentra inspiración en Madiba? ¿Cómo no
conmoverse ante los abundantes detalles de este abogado sudafricano que llevó
su profesión a la altura de un apostolado? ¿De qué manera se sobrevive a 27
años de prisión infame para salir libre y gobernar a su país?
La gratitud de Sudáfrica se vuelca ahora sobre su
padre fundador, su querido Madiba. Nuestra gratitud va también ante su memoria
a presentar nuestros respetos: Gracias, Nelson Mandela, por tu inteligencia y
valentía, gracias por la libertad.
@rogeliux
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