sábado, junio 29, 2024

AMLO: la maldición del ‘legado’

 


Por Rogelio Ríos Herrán 
Un fantasma recorre el Palacio Nacional: el fantasma del obradorismo. La vieja frase de Carlos Marx, con la cual abrió “El Manifiesto Comunista” (escrito junto con Federico Engels) se puede repetir en México, pero como farsa y tragedia. 
¿En qué momento se infectó Andrés Manuel López Obrador del delirio de grandeza? ¿Fue durante sus años priistas (de 1976 a 1988) de oscuro militante y funcionario? ¿Deriva de la alguna circunstancia de su vida familiar en Tabasco o durante sus años de estudiante en la UNAM?  
La obsesión con el legado, entendido como la disposición testamentaria de bienes y derechos concretos (en este caso, “bienes y derechos políticos”) a un legatario (Claudia Scheinbaum, “el pueblo”, etcétera), le ha nublado el entendimiento de manera tal que, en realidad, no quiere entregar nada de poder a “la legataria” que lo sucederá en la presidencia de la República. 
Es decir, el legado es para él mismo, no para el legatario, mientras viva. O eso parece dar a entender con sus actitudes públicas a partir del 3 de junio, después de la jornada electoral del día anterior. 
Habiendo ganado la presidencia de la república con un margen de dos votos a uno de la candidata morenista frente a la opositora, y mayorías en el Congreso y el Senado, ¿cómo es posible que la transición de poder dentro de un mismo partido (Morena) no sea tersa y estable, sino al contrario, tensa y desestabilizadora para el país? 
No entiendo, de veras, cómo pueden los ganadores avasallantes de una elección enredarse de tal manera con el proceso de transición hacia el nuevo gobierno nacional que arrancará el día 1 de octubre. Es un caso para Ripley. 
El problema reside fundamentalmente en Andrés Manuel. No en sus fuentes ideológicas, las cuales no son difíciles de trazar (Enrique González Pedrero, Porfirio Muñoz Ledo, entre otras), más bien habría que buscar en sus experiencias de vida, en sus momentos de estrechez y penurias, en la calidad de vida personal y familiar que ha tenido para rastrear su obsesión por dejar “el legado”. 
¿Qué tipo de esposo ha sido Amlo? ¿Cómo vivió su experiencia de ser padre: ausente o presente? ¿Cuál fue la relación con sus hermanos, parientes y amigos a lo largo de su vida? ¿Qué impresión dejó Andrés Manuel en quienes lo han conocido y tratado: fue un buen o mal tipo? ¿Fue leal o desleal con los amigos? ¿Fue una persona sincera o mentirosa y manipuladora? 
Los testimonios públicos abundan en el relato de sus caras oscuras y son escasos en cuanto a sus virtudes. Personas que creyeron antes en él como líder social y político, lo repudian hoy con duras críticas. Su carisma personal indudable no le sirvió para sembrar la semilla de una buena imagen en muchas personas. 
¿Será por eso que Andrés Manuel ha creado para sí mismo un culto a la personalidad que linda con la adoración religiosa? ¿Intenta con ello esconder bajo los reflectores sus errores, deslealtades y contradicciones? 
¿Quién es Andrés Manuel López Obrador? Me refiero al hombre de carne y hueso, no a la imagen de cartón que proyecta. Al hombre real, no a su máscara. 
La respuesta a esa interrogante será su verdadero legado, no “el segundo piso” del proyecto político mal llamado la “Cuarta Transformación” que su legataria, Claudia o quién en verdad lo sea, recibe en sus manos como una brasa ardiendo que amenaza consumirla en el fuego obradorista. 
Para mí es una pregunta con respuesta abierta. Yo no me quedo con la máscara del hombre, yo quiero ver el rostro verdadero de Andrés Manuel antes de que finalice la destrucción institucional de México. 
Mientras tanto, un fantasma recorre México: el fantasma del obradorismo. 

viernes, junio 28, 2024

Marcelo: Ebrardorismo en el gabinete

 


Por Rogelio Ríos Herrán 
Siempre pensé que, de una u otra manera, Marcelo Ebrard y su grupo político tendrían que ser incluidos en el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum, candidata ganadora a la presidencia de la república. 
Lo pensé porque Marcelo representa lo que es quizá la última visión política, dentro de Morena, que no rechaza los beneficios de la apertura al exterior, el impulso a la clase media, la participación empresarial ni el TMEC como factores externos favorables al desarrollo económico del país, dentro del cual el Estado jugaría un papel clave, pero no avasallante. 
Hay, en ese contexto, un problema y una oportunidad con Marcelo. 
La visión ebrardorista (no confundir con obradorista, por favor) libra una lucha cerrada contra las visiones de otros grupos morenistas (Fernández Noroña, Bartlett, Jesús Ramírez, El Fisgón, Martí Batres y otros) que proponían lo contrario: la defensa a ultranza de la soberanía nacional, el rechazo a la apertura externa, la inversión privada en áreas de energías limpias, la negativa a seguir la ruta de la integración con Estados Unidos (rechazo al Tratado de Libre Comercio con EU y Canadá) y la conducción estatista de la economía, además del repudio a los compromisos internacionales del gobierno mexicano. 
Fue la de Ebrard la propuesta de gobierno mejor elaborada en contraste con los otros aspirantes, por ejemplo, en su libro “El Camino de México” (2023, Aguilar) y con argumentos como el siguiente: “el camino que hemos recorrido busca exponenciar la integración económica y tecnológica para crear bienestar en nuestro país, y al mismo tiempo ampliar nuestra autonomía e identidad”. 
Propone Ebrard que se puede tener todo (“la enchilada completa”, diría en otro tiempo Jorge G. Castañeda): aumentar la integración económica con América del Norte mientras se mantienen intactas la soberanía e identidad nacionales. 
¿Escucharon ustedes alguna propuesta similar de parte de Claudia Shienbaum o de cualquier otra tribu morenista? 
El Problema 
Visto lo anterior, ¿cuál es el problema de la participación de Marcelo Ebrard en el gobierno de Claudia Sheinbaum? 
El choque político entre ellos fue severo en la lucha por la candidatura presidencial morenista en 2023. Recordemos que Ebrard acusó al propio gobierno obradorista (específicamente a la Secretaría del Bienestar) de operar con personal y recursos financieros a favor de Sheinbaum, y solicitó a Morena una investigación interna al respecto. 
Es decir, el gesto político de la invitación de Claudia a Marcelo a su gabinete presidencial (en la Secretaría de Economía) es uno de conveniencia política frente a otro grupo político morenista, pero no borra las heridas y agravios personales. 
Desde el derrumbe de un tramo de la Línea 12 del Metro en la CDMX (en el año 2021 con 26 muertos y al menos 79 lesionados), el enfrentamiento personal entre Claudia y Marcelo fue tajante: ¿De quién fue la culpa del trágico derrumbe?  
A pesar de que el dictamen de los peritos noruegos sobre el derrumbe puso la responsabilidad principal en la falta de mantenimiento (Claudia) más que en la construcción (Marcelo), la entonces Jefa de Gobierno simplemente descalificó el peritaje de la empresa noruega DNV por supuesto “sesgo político” (ver el libro de Icela Lagunas. “Línea 12. Crónica de una tragedia anunciada”. Editorial Planeta, 2021). 
¿Cuánto va a durar la tregua política entre Marcelo y Claudia? 
La Oportunidad 
En términos futbolísticos, Marcelo es un jugador de muy buenos primeros tiempos, pero su rendimiento decae en los últimos 45 minutos. Entre 2018 y 2021, fue el funcionario maravilla, el “Golden Boy” del presidente López Obrador que le resolvía todo y le ayudó a salvar algo de imagen durante los peores momentos de la pandemia de Covid 19. 
En la segunda parte del sexenio (2021-2024), en el segundo tiempo del partido, Marcelo ya no fue tan útil a López Obrador y, aunque no salió de la cancha, su pérdida de influencia sobre el presidente fue evidente, justo cuando se perfilaba ya la sucesión presidencial. 
Entonces, entre 2024 y 2027 esperaremos el mejor desempeño de Ebrard en el gabinete presidencial; después, quién sabe. 
Desde la cartera de Economía, al ebrardorismo le tocará enfrentar la revisión quinquenal del TMEC (programada para 2026).  
Si eso ocurre bajo una segunda presidencia de Donald Trump, tendrá Marcelo que enfrentar las presiones de revisión o ruptura del Tratado que vengan tanto desde Estados Unidos como de los grupos radicales de Morena en México. 
Entre tanto, en los próximos tres años se irán resolviendo las controversias existentes dentro del mecanismo del TMEC (energías limpias y transgénicos, por ejemplo), además de controversias de arbitraje internacional, como la presentada recientemente por las empresas chinas afectadas por la suspensión abrupta de sus concesiones de litio en México.  
Marcelo y los ebrardoristas también tendrán que cuidarse de las zancadillas en el terreno de juego y de las patadas bajo la mesa de sus “hermanos” morenistas, pero es la única forma de que el último grupo morenista que propone una visión moderada de país abierta y global se imponga a la visión del nacionalismo rancio y el estatismo, fundado en la destrucción de los equilibrios democráticos, de los ultranacionalistas. 
Por eso veo como una oportunidad, más que como problema, la inclusión de Marcelo Ebrard en el gabinete presidencial de Scheinbaum.  
Se sacó Marcelo la rifa del tigre, como se dice en la política mexicana: ¿Qué hará con él? 

domingo, junio 16, 2024

“Dinastías”: el hilo familiar del poder


Por Rogelio Ríos Herrán 
Durante la lectura del libro de Ramón Alberto Garza, yo hacía pausas cortas para tomar un sorbo de café, caminar en mi estudio y reponerme del impacto de algunas de las situaciones, tramas, personajes y entrevistas que relata. 
Bien podría ser un “thriller” el libro “Dinastías: Dos Familias, una Nación. Los Echeverría y los Salinas: los clanes que se disputan el poder en México (Editorial Planeta Mexicana, 2024), por su ágil escritura, tensión narrativa y las escenas de traiciones y crímenes que describe su autor, Ramón Alberto Garza, a lo largo de 367 páginas. 
No es un “thriller”, claro está, sino la memoria de una larga trayectoria en el periodismo de su autor, con quien tuve la oportunidad y el privilegio de colaborar en el periódico El Norte.  
“Las historias que se recrean en ‘Dinastías’ están tejidas a lo largo de esos años (cinco décadas) de transitar por las amplias avenidas de la vida pública, pero también de entrar en las estrechas y malolientes cañerías del poder de una clase política que terminó haciendo pactos inconfesables con los intereses económicos de una oligarquía empresarial insaciable” nos dice el autor. 
“Políticos y empresarios”, agrega Garza, “corruptos y corruptores, socios y cómplices, hermanados todos por la ambición sin límite, olvidando a su paso el destino de su prójimo, de los menos favorecidos”. 
Cubriendo los ciclos presidenciales desde Luis Echeverría (1970-1976) hasta Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), Ramón Alberto utiliza como hilo conductor la rivalidad entre dos clanes, los Echeverría y los Salinas, que representan dos visiones de país (el nacionalismo versus los globalizadores) y agrupan a funcionarios y seguidores en torno a una lucha descarnada por acceder y retener el poder. 
Desfilan los presidentes (López Portillo, De la Madrid, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto) a quienes Ramón Alberto conoció “off and on the record”, como se dice en el medio periodístico, además de innumerables funcionarios de importancia estratégica para todos los presidentes, como Fernando Gutiérrez Barrios. 
No es la del autor una visión sesgada hacia las personalidades de los presidentes, funcionarios y empresarios como el factor único de explicación de la historia reciente de la política mexicana. 
La labor fina que hace Ramón Alberto es la de engarzar sus vidas personales con los proyectos políticos que los movían y, en consecuencia, el concepto de país que tenían: el modelo de viejo nacionalismo, defensa de la soberanía, estatismo, presidencialismo autoritario y sustitución de importaciones contra la propuesta de una economía abierta, globalista, con menos intervención del Estado en la economía y mayores libertades políticas, elecciones libres, etcétera. 
Al juntar el testimonio del periodista con acceso a los círculos del poder con la visión del analista de tendencias políticas y sociales, Ramón Alberto logra un delicado equilibrio entre personajes y contexto, entre ambiciones personales y de grupo, y entre visiones opuestas de país. 
Los políticos son de carne y hueso. Gozan y sufren como los demás, temen y ansían como todos y están dispuestos a todo –literalmente- con tal de no perder el poder logrado. 
A lo largo de mi lectura de ‘Dinastías’, no dejé de pensar en dos novelas del escritor Mario Puzo – “El Padrino” de 1969 y “La Familia” de 2005- en las que utiliza una poderosa narrativa de clanes familiares (los Corleone y los Borgia, respectivamente) que ubicados muy bien por al autor en su contexto de época, nos dan una visión panorámica de lo que significa la lucha por el poder en escenarios políticos concretos. 
Sin ser una novela, “Dinastías” se eleva a esas alturas en que la realidad supera a la ficción, como gustan decir los escritores. 
Al incluir, al final del libro, sus encuentros y desencuentros con Andrés Manuel López Obrador, el autor nos ayuda a ubicar el peculiar AMLO como una fase de la lucha de “Dinastías”, la nacionalista y patriotera, estatista y presidencialista, que pone en perspectiva la muchas veces incomprensible conducta del tabasqueño y sus decisiones erráticas: más cerca de Echeverría que de Salinas. 
Concluyo con las palabras de Ramón Alberto: 
“El hilo conductor de la historia política de México -el que se plantea en este libro- tiene que ver con el destino de dos familias, con los ideales y las ambiciones muy particulares de dos clanes que, a lo largo de más de seis décadas, consolidaron las dos dinastías que, con sus disputas políticas y personales, definieron, moldearon y trastocaron nuestro futuro como nación: la familia Echeverría y la familia Salinas.” 
Advertencia final: una vez que se siente a leer “Dinastías”, ¡no podrá dejar la lectura! 

viernes, junio 14, 2024

Xóchitl: el triunfo en la derrota

 


Por Rogelio Ríos Herrán 
Hay victorias que saben a derrotas y, al contrario, derrotas que presagian victorias en batallas futuras. 
Xóchitl Gálvez, la candidata presidencial opositora vencida por la candidata morenista Claudia Sheinbaum, recogió más de 16 millones de votos el 2 de junio con una propuesta sencilla: “la esperanza es nuestra”, propuesta que trascendió a su campaña electoral llena de adversidades internas en medio de una contienda inequitativa con altura de elección de Estado. 
No es fácil admitir los errores, mucho menos en la política mexicana; Xóchitl lo hace genuínamente, sin embargo, en una entrevista que dio al periódico Reforma (13 de junio, reforma.com, acceso libre) en la cual despliega sin tapujos lo que pasó en su campaña: “sobró ciudadanía, faltaron partidos”. 
“Me di cuenta”, afirmó Xóchitl, “que en los estados no se ha hecho un trabajo partidista de la dimensión que Morena estaba haciendo. Se ha abandonado mucho el trabajo territorial.” 
“El dinero que había era de los partidos políticos. Poco dinero para la magnitud de cubrir un país”, además que su equipo de campaña no manejó directamente el dinero disponible. 
Reconciliarse con la derrota es de gran mérito para Xóchitl cuando, en la acera de enfrente, Claudia no se reconcilia con la victoria (35 millones de votos) y no encuentra la resolución de su acertijo: ¿qué hacer con AMLO? ¿Qué ganó Claudia: su libertad o un cautiverio dorado? 
“Sé que la gente está desconcertada, está deprimida... sí hay un duelo en el país porque creen que nos va a ir muy mal. Y sí nos puede ir muy mal, si no se toman buenas decisiones. Hago votos porque la presidenta electa tome buenas decisiones para el país”, agregó. 
En esta parte de la entrevista, Xóchitl llamó también a los mexicanos a que en el seno de sus familias hagan lo posible para acabar con la polarización que divide a muchos compatriotas y busquen la reconciliación “porque al final la clase política siempre se pone de acuerdo”, lo cual me pareció un llamado pertinente en estas horas de extrema violencia en el país. 
“Yo estoy reconciliada con mi derrota, estoy en paz, estoy tranquila... hice el mejor de mis esfuerzos, obviamente yo sabía a lo que iba, sabía que iba a una contienda totalmente inequitativa”, remató. 
En el mismo día de la entrevista de Xóchitl a Grupo Reforma (13 de junio), el Tribunal Electoral Federal determinó que el presidente López Obrador cometió violencia política de género en contra de ella en 11 conferencias matutinas en Palacio Nacional.  
Como parte de la indebida intervención presidencial, las expresiones de López Obrador configuraron “violencia simbólica con el objeto de menoscabar el reconocimiento de sus derechos políticos con base en carácter de mujer e indígena, al reforzar el estereotipo de inferioridad o dependencia para acceder a cargos públicos”, expresa la sentencia del Tribunal. 
Una de las consecuencias de dicha sentencia será inscribir al presidente y a cinco funcionarios que intervienen en las conferencias matutinas en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de Violencia Política en razón de Género, durante un año y medio. 
Después de su derrota el 2 de junio, Xóchitl sigue ganando batallas: “En consecuencia, con base en el régimen especial que rige al presidente, se determina su responsabilidad”, leemos en la sentencia.  
¿Qué sigue para Xóchitl? En lo inmediato, concluir su periodo en el Senado de la República el 30 de septiembre y retomar la atención de los negocios familiares.  
En lo político, dijo en la entrevista que “yo tengo que regresar a los estados a agradecer a todos los ciudadanos que me apoyaron... explicarles qué pasó”. 
Después de eso, no descartó seguir en la política e incluso dialogar con Claudia Sheinbaum y apoyar las políticas en las que tenga coincidencias con ella: energías limpias y medio ambiente, por ejemplo. 
“Yo jamás apostaría a que México le vaya mal”, concluyó. 
Lo dicho: hay derrotas con sabor a victoria y triunfos con olor a derrota. 

martes, junio 11, 2024

Claudia en conferencia de prensa



Por Rogelio Ríos Herrán 
A partir del lunes 10 de junio, Claudia Sheinbaum (candidata ganadora a la presidencia de la república) decidió salir formalmente a los medios de comunicación en un formato de conferencias de prensa vespertinas, las cuales eventualmente se convertirían en matutinas. 
Van mis impresiones: 
  1. La conferencia de prensa se dio el 10 de junio después de la reunión entre Claudia y el presidente Andrés Manuel López Obrador, una comida en la que se comentaron asuntos importantes como la reforma al Poder Judicial, entre otros Los mensajes contradictorios de la semana pasada entre la candidata, el líder morenista en la Cámara de Diputados y los dichos de Andrés Manuel, incitaron en Claudia la idea de salir a los medios a fijar postura sobre el tema para tranquilizar a los mercados financieros internacionales. 
  2. Si ese era el objetivo, no lo logró y se quedó corta en las explicaciones. Su actitud evasiva ante las preguntas directas y el lenguaje casual, vago e impreciso ante los reporteros solo dejó claro que las reformas al Poder Judicial se votarán en septiembre bajo la nueva legislatura federal, pero antes de que ella asuma el cargo el 1 de octubre. 
  3. La candidata ganadora se sacó de la manga la propuesta de una consulta tipo parlamento abierto ante la Comisión del Permanente del Congreso, pues Claudia no la había expresado antes. Además, se abriría un “diálogo” con universidades públicas, escuelas y facultades de derecho, barras y colegios de abogados y trabajadores del Poder Judicial, para “dar a conocer” las reformas y sus alcances, como si no se hubiera discutido intensamente el tema desde febrero en todo el país. 
  4. A preguntas reiteradas de los reporteros, pues no quedaba claro la estructura y consecuencias del “diálogo” propuesto por Claudia, ella admitió que eso se haría a partir del 10 de junio mismo y hasta la apertura de la sesión ordinaria del nuevo Congreso federal el día 1 de septiembre. Es decir, no sólo parece Claudia ignorar la intensa discusión crítica ya hecha en torno al tema, sino que al cuarto a las doce (a dos meses y medio del inicio del nuevo Congreso federal) ella pretende que se discuta casi desde cero un tema crucial para la sociedad mexicana. 
  5. El “performance” regular de Claudia en su primera conferencia formal después de la visita a Andrés Manuel se debió también a la falta de reporteros críticos y cuestionadores, pues se les dio la palabra (por un acuerdo preexistente, se dijo ahí) a los reporteros de medios afines a Morena, uno de ellos notoriamente adulador de Claudia y quien quizá será el nuevo “Lord Molécula” del sexenio de Sheinbaum. 
  6. Sobre el lugar de la conferencia de prensa, me pareció muy desafortunado que lo hiciera ella en el Salón Tesorería del Palacio Nacional, en la misma sede de las conferencias matutinas de Andrés Manuel. No es un detalle menor, pues ella es candidata ganadora y recibirá fondos públicos para la transición de gobierno hasta que tenga en sus manos la constancia de presidente electa. ¿Para qué recurrir a los fondos presidenciales, al dinero público, para dar una conferencia de prensa en Palacio en lugar de cualquier otro recinto? ¿No era una buena oportunidad para marcar la autonomía de la candidata? 
  7. Le ha hecho más daño que beneficio a Claudia su escasa exposición a las preguntas y cuestionamientos de periodistas y reporteros críticos, independientes y duros. Preguntas que la obligarían a dar respuestas concretas y precisas y evitarían que las eludiera con disquisiciones, pues se vería atajada inmediatamente. Como candidata, se negó a contestar preguntas directas (lo cual equivale a una forma de censura) de periodistas y analistas con el argumento de que “eso no es lo que el pueblo de México quiere oír”. ¿Va a persistir en esa misma actitud elusiva una vez que sea presidenta de la república? 
  8. En conclusión, la actitud de Claudia ante los medios de comunicación sigue siendo evasiva, distante con la prensa crítica, como un reflejo de su falta de compromiso público con el espíritu de la transparencia y la rendición de cuentas que debe prevalecer en una democracia. Sin duda, sigue fielmente la escuela de su mentor Andrés Manuel, pero con menos carisma. 

sábado, junio 08, 2024

Claudia Sheinbaum, vicepresidenta

 

Por Rogelio Ríos Herrán 
Al día siguiente de la jornada electoral del domingo 2 de junio, el presidente Andrés Manuel López Obrador no sólo felicitó a su candidata ganadora, Claudia Sheinbaum, en la conferencia matutina, sino que empezó a darle instrucciones: el actual Secretario de Hacienda, Rogelio de la O, repetirá en el cargo en el próximo gobierno, ordenó. 
“Eso va a facilitar la transición, que no sea como antes que había crisis, eso no pasará porque se va a fortalecer”, dijo AMLO en declaraciones recogidas por El Financiero en una nota convenientemente cabeceada como “AMLO se adelanta a Sheinbaum...” (3 de junio). 
Justificó el presidente su declaración diciendo que “Rogelio es un servidor público ejemplar en el mundo financiero que da mucha tranquilidad en lo económico”. 
No paró ahí la cosa. Sobre el tema de la mayoría morenista en el Congreso y el Plan C, Andrés Manuel agregó que “nos tenemos que poner de acuerdo porque no quiero yo imponer nada”. 
Claudia se enteró, probablemente, de todo esto al ver la televisión porque AMLO dijo que “nos vamos a ver cualquier día que ella pueda” para planear la transición de gobierno, es decir, lo de la continuidad del Secretario de Hacienda lo dijo antes de hablar con la candidata ganadora. 
Al día siguiente, anunció el presidente lo siguiente: “formalmente a partir de que sea presidenta electa nos reuniremos, seguramente vamos a elaborar un plan para la transición... vamos a ir juntos a ciertas obras y revisar algunos programas”. 
En una entrevista para la BBC, en mayo pasado, a Claudia le preguntaron sobre si ella era simplemente una extensión sobre el proyecto de López Obrador, a lo que respondió que “esa es la opinión de la oposición. Me siento segura de mí misma... soy del mismo movimiento de López Obrador, luchamos más de 20 años juntos... yo voy a vivir un momento diferente en la historia, vamos a tener nuestros propios objetivos”. 
 No se tiene, al momento de hacer este comentario, el resultado del conteo final de los votos y las impugnaciones presentadas, pero Andrés Manuel ya dio muestras públicas de lo que viene para Claudia desde ahora: una cohabitación incómoda con el presidente, una sombra de cogobierno durante la transición y más allá del 1 de octubre, cuando ella asuma el cargo presidencial. 
¿Será quizá para Claudia el papel de una “vicepresidenta informal” lo que le espera? 
Como contexto, la figura de vicepresidente no existe en México. Sabemos que en Estados Unidos es una figura legal y tiene funciones precisas: asesorar y aconsejar al presidente, ejercer la presidencia en caso de incapacidad o muerte del ejecutivo, e intervenir en el Senado para resolver situaciones de empates de votos entre senadores. Kamala Harris es la actual vicepresidentea en funciones para el Presidente Biden. 
Los intentos de cogobierno o de influencia de expresidentes en el mandato del presidente en funciones, es decir, la mera idea de compartir el poder incluso entre políticos afines del mismo partido o movimiento, han terminado siempre mal en México: en el exilio político para el expresidente. 
No es un tema menor el de la relación entre Andrés Manuel y Claudia a partir del 3 de junio. Al contrario, es el asunto clave que definirá el rol de la futura mandataria en la vida pública mexicana y condicionará su éxito o fracaso. 
A Claudia la persigue todavía la sombra de la dependencia política total de Andrés Manuel, pues a él le debe la candidatura presidencial y la campaña electoral ganadora apoyada con recursos públicos. No ha proyectado una personalidad independiente ni un lenguaje diferente.  
La “carga de la prueba”, como dirían los abogados, de su independencia en el poder y de la ausencia de un cogobierno con AMLO en la que sería la “vicepresidenta” informal, le corresponde a ella. 
¡Santos acertijos, Batman, para Sheinbaum! ¿Cómo los va a resolver? 

lunes, junio 03, 2024

Frente a Morena, reinventar la oposición

 


Por Rogelio Ríos Herrán 
“¿Qué sigue ahora?; ¿qué hacemos?”. Así escribió en WhatsApp un vecino de mi colonia al conocer que los resultados del conteo rápido, al filo de la medianoche del domingo, favorecían a Claudia Sheinbaum (de Morena y partidos aliados), reflejando con esas preguntas la desesperación de los ciudadanos que de buena fe apoyaron a la candidata opositora Xóchitl Gálvez. 
Lo mismo me he preguntado durante las horas que le robé al sueño entre domingo y lunes: con el triunfo de Sheinbaum y Morena en una elección inequitativa (una elección de Estado que ensució la llegada de la primera mujer a la presidencia de la República) y la perspectiva de que los morenistas ocupen el poder durante muchos años, ¿qué podemos hacer los ciudadanos para defender a la democracia amenazada? 
Esbozo la respuesta: 
  1. La derrota de Xóchitl Gálvez y la coalición de partidos que la apoyó en su campaña electoral demostró su incapacidad para generar una estrategia ganadora. Con ello, quedó claro que la falla no fue sólo por cuestiones tácticas, sino de algo más profundo: en el esquema de oposición partidista, sustentado en los partidos políticos tradicionales, venía la semilla del fracaso electoral. No sé qué parte le corresponde a Xóchitl y qué otra parte a los partidos políticos en el reparto de culpas; más bien, creo que no advirtieron que no se podía derrotar a Morena con las reglas tradicionales del juego, sino que es preciso reconfigurar todo el juego. 
  2. La oposición a AMLO, Morena y Claudia naufragó por completo el 2 de junio. Junto con ella se fue a pique el Instituto Nacional Electoral (INE), el buque insignia de la larga era de la transición a la democracia, al revelar incapacidad operativa y torpeza en el manejo y la comunicación a la sociedad sobre las cifras del conteo rápido. No fue una falla técnica o menor de la señora Guadalupe Taddei (su directora actual), sino la revelación de lo que se ha transformado el INE en el sexenio de López Obrador: un organismo capturado por gente con afinidades morenistas y profesionalmente incompetente, muy incompetente. 
  3. Es preciso reinventar el concepto y la práctica de la oposición política en México. Se trata de una tarea titánica, pero necesaria para que la democracia mexicana no se siga deteriorando hasta llegar a su extinción bajo los gobiernos de Morena, ahora en la persona de Claudia Sheinbaum y los morenistas radicales que la acompañarán en su gobierno.  
  4. ¿Reinventarla, cómo?, me preguntarán. No tengo la respuesta completa, pero sí algunos indicios: hacerlo desde la ciudadanía y a través de asociaciones o partidos políticos nuevos y construidos sobre la base de su función original: la representación de los ciudadanos, sus intereses y anhelos, de la defensa del interés público y partidarios de la democracia, los derechos humanos, la separación de poderes y la variedad y riqueza que aportan las organizaciones de la sociedad civil a la vida pública. 
  5. Como tengo una desconfianza profunda ante los partidos políticos tal como los he observado a lo largo de mi vida, me inclino a pensar más bien en organizaciones ciudadanas locales o regionales que reflejen y defiendan el entorno inmediato de los ciudadanos. Al hacerlo así, estas organizaciones ciudadanas funcionarán mejor y con mayor legitimidad a nivel nacional con una representación en el Congreso de la Unión y el Senado. 
  6. No hablo, insisto, de un simple cambio de siglas a los partidos existentes. Todo lo contrario, yo pienso en la urgencia de reinventar el concepto de “partido político” para devolver a este tipo de organización política su papel de casa de los ciudadanos y de correa de transmisión de los intereses de las personas.  
  7. La noche del 2 de junio perdimos muchas cosas ante el manejo inequitativo e ilegal de la maquinaria electoral de Morena. La llegada de una mujer a la presidencia de la República no va a alterar en nada el mismo manejo inequitativo e ilegal del gobierno federal, tal como lo vimos con López Obrador. Al contrario, la continuidad que ofrece Claudia es un proyecto que busca consolidar la existencia de gobiernos morenistas por mucho tiempo, quizá décadas por venir, al eliminar a la oposición política en aras de una visión y un proyecto político únicos. Lo único que no perdimos fue la dignidad ciudadana. 
  8. México ha dado el 2 de junio un paso gigantesco hacia el deterioro de la democracia, la Constitución y las leyes que, mal o bien, nos dieron un país de instituciones y una “frágil democracia”, como la ha llamado Woldenberg. De ahora en adelante, la oposición se convertirá en resistencia civil dura, en feroz oposición que apoyada en las leyes vigilará sin tregua a los gobernantes y les llamará a rendir cuentas. No basta una derrota, ni siquiera de este tamaño, para quitar a los ciudadanos mexicanos su voluntad de luchar contra el autoritarismo. 
  9. ¿Qué sigue ante la victoria pírrica de Claudia? La resistencia civil apegada a las leyes, una incansable voluntad de no rendirse ante la arrogancia morenista y exhibir los errores en que inevitablemente incurrirá Claudia durante su gobierno –por incompetencia o ceguera ideológica- para denunciarla y llamarla a cuentas. Todo eso está a nuestro alcance todavía, con la ley en la mano: lo único que no perdimos el 2 de junio, reitero, fue nuestra dignidad. 

    Reinventar la oposición en México: ¿qué piensan ustedes? 

sábado, junio 01, 2024

¿Qué hará AMLO el 3 de junio?

 

Por Rogelio Ríos Herrán 
El extenso periodo entre los días 3 de junio y 1 de octubre (casi cuatro meses) es un grave error político que en México nadie quiere corregir: ¿por qué tanto tiempo entre el día de la elección y la recepción de la banda presidencial? 
A partir del día siguiente de la jornada electoral (o los días siguientes en caso de indefinición o conflicto electoral), el presidente en funciones entrará en un limbo político muy arriesgado para la estabilidad política del país, de por sí frágil. 
Recuerdo que López Obrador, cuando era el candidato triunfante, aunque no aún presidente electo, le pidió de inmediato en 2018 al presidente Peña Nieto que lo recibiera en Palacio Nacional como un supuesto gesto de buena voluntad que, en realidad, fue una forma de acelerar la transferencia de poder. 
Una vez declarado presidente electo, pero sin asumir el poder, López Obrador se atrevió a anunciar la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, ante el asombro de la opinión pública, 
Cometió AMLO, en ese momento, un error político catastrófico que lo marcará de por vida: decidir un asunto de política pública por encima de la autoridad presidencial en funciones. 
Gane quien gane el 2 de junio, se enfrentará al día siguiente con el primer asunto grave sobre el escritorio de la candidata ganadora: ¿qué hacer con López Obrador? 
No le va bien a AMLO el papel de presidente saliente, al cual el poder se le desmorona de las manos día a día. Es casi una sensación física de desgaste, muy dolorosa para un ego político del tamaño de una catedral y a quien le gusta ser comparado ¡con Mandela y Gandhi! 
Digamos que la elección se resuelve sin conflicto poselectoral. Incluso en ese escenario, no será menor la gravedad del caso de qué hacer con AMLO, al cual no le encuentro otra solución que no sea la renuncia por motivos de salud para López Obrador y su salida voluntaria del país. 
Me dirán que exagero, pero no lo hago. La incapacidad de López Obrador para compartir o delegar el poder, incluso con una candidata ganadora de su partido, estuvo a la vista de la opinión pública durante el sexenio. 
Aunque suene increíble, el presidente se negó a dialogar con personajes y partidos políticos de oposición a lo largo de su mandato, cosa que hubiera criticado el mismo Mandela. 
Ceder el poder o delegarlo en alguna medida, en la visión lopezobradorista, es perder el control total sobre los subordinados y derruir el muro construido ante las fuerzas opositoras. 
No menos importante es la consideración de que ceder el poder abriría una puerta a que arranquen las investigaciones judiciales sobre corrupción en el gobierno y la persona de AMLO. 
Hay razones estratégicas, personales y de vanidad que le impiden a López Obrador dar el paso natural que la costumbre impone en la política mexicana: presidente que sale, presidente que se retira -figurada y físicamente- del poder y la política. 
Esa regla no escrita ha permitido que incluso en sucesiones presidenciales tormentosas (como la de 1982 de López Portillo a Miguel de la Madrid), el país no se haya ido al abismo político y financiero. 
No veo que esa regla se vaya a honrar en 2024. Desafortunadamente, puede más el egoísmo en un hombre como AMLO que su sentido de solidaridad con la nación entera: después de mí, ¡el Diluvio!, pensará rememorando a Luis XV. 
Preparémonos entonces, cualquiera que sea el resultado del 2 de junio, a casi cuatro meses de inestabilidad y turbulencias políticas generadas hasta el 30 de septiembre -¿de dónde más? -desde la persona del presidente saliente, en este caso, un presidente doliente. 

AMLO: la maldición del ‘legado’

  Por Rogelio Ríos Herrán  Un fantasma recorre el Palacio Nacional: el fantasma del obradorismo. La vieja frase de Carlos Marx, con la cua...