Por Rogelio Ríos Herrán
Hagamos un lado, por un momento, nuestra preocupación habitual
por la marcha incierta del mundo y sus problemas.
Hablemos hoy de la maravilla del café, de la magia que provoca
su aroma y su sabor cuando alrededor de una taza humeante nos sentamos con los “cuates”,
como decimos en México, la familia, la novia o la esposa y dejamos que fluyan
nuestros sentimientos y opiniones sin prisa, relajados por esta bebida
milenaria sin la cual muchos simplemente no podríamos empezar el día.
No, no estoy evadiendo los problemas. No le escondo el rostro
a la realidad. Simplemente, la veo con otros ojos cuando lo hago al tomar una
de mis tazas cotidianas de café.
Esa lucidez que provoca el tomar un cafecito, esa forma que
tiene de elevar nuestra mirada del suelo de las cosas mundanas al techo de las
cosas importantes de la vida, me permite ver que no importa qué tan duras sean las
adversidades, siempre podré encontrar una salida a ellas.
Otra cosa en que me hace pensar una taza de café es cómo llegó
a mis manos. ¿Cuál es el camino que tiene que recorrer el grano de café desde
que es desprendido del fruto de la mata en Chiapas hasta que se sirve en una
humeante taza en Atlanta?
Es una larga marcha y un camino muy mal remunerado para los
pequeños productores de café, quienes en las montañas de México se esfuerzan
duramente por cuidar sus cafetales y levantar las cosechas, sólo para descubrir
que los precios siguen a la baja.
En México, el precio pagado a los productores cafetaleros ha disminuido
hasta 40% en dos años, aunque los precios del café servido en los establecimientos
comerciales siguen al alza, según estimó la Coordinadora Nacional de
Organizaciones Cafetaleras.
El 60% de la producción de café mexicano se destina al consumo
interno, México es el décimo exportador mundial de café (el primero es Brasil).
Los precios internacionales del café se determinan en la Bolsa de Valores de Nueva
York mediante un sistema tradicional que ha estado en vigor durante muchos años.
Eso ocasiona que a pesar de que la rentabilidad de la venta de
café en establecimientos comerciales (Starbuck’s puede llegar a ganar hasta 45%
del precio de venta en una taza de café) y en la cadena de logística es elevada,
al pequeño productor le toca la peor parte y se le paga muy poco por su grano.
En la reunión reciente del Foro Mundial de Productores de
Café, en Brasil, a donde asistieron productores mexicanos, se planteó un nuevo
modelo para la determinación de un precio más justo para el pequeño productor.
Suena complicado, pero se puede lograr. Con base en un estudio
sobre el café elaborado por el prestigiado economista Jeffrey Sachs, se concretaron
propuestas interesantes, entre otras las siguientes:
“Promover la creación de una plataforma tecnológica para
agregar y hacer disponible informaciones y números de todos los segmentos de la
cadena de valor del café, de forma que se genere transparencia comercial y en
la formación de precios”.
“Desarrollar mecanismos, estrategias de marketing e
innovaciones tecnológicas que permitan alcanzar un precio remunerativo a los
productores, tales como sellos de ‘sustentabilidad económica’ y ‘torrados de
origen’”.
En fin, se formalizará una entidad jurídica a nivel
internacional para planear la ejecución de las estrategias propuestas. Si se
logra que el precio del café se determine por su calidad y no por la Bolsa de
Valores de Nueva York, se habrá dado un gran avance para el pequeño productor.
Por lo pronto, hágale caso a la etiqueta “Fair Trade” cuando
la vea en el café que compra. Es lo mejor que hay para ayudar a los pequeños
productores.
Mientras tanto, seguiré bebiendo mi café favorito: café de
Chiapas.
rogelio.rios60@gmail.com
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