lunes, enero 20, 2014

¿Qué hacer con EU en el 2014?





Por Rogelio Ríos Herrán

No sólo para el 2014, sino para las décadas por venir se impone la pregunta eterna que los mexicanos formulamos cada inicio de año: ¿Qué hacer con Estados Unidos para este año nuevo? ¿Cómo encontrar un justo balance en la relación bilateral México-Estados Unidos en el contexto de una situación tan desigual en términos de poder económico y político?

Finalmente, ¿hacia dónde va la relación con nuestro vecino del norte? ¿Nos acercamos cada vez más o nos alejamos sin remedio?

En el análisis del día está, por supuesto, el aniversario número 20 de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el 1 de Enero, que provocó en los primeros días del año un intenso debate con comentarios a favor y en contra de los efectos derivados del Tratado.

Al crecimiento exponencial del comercio entre México y Estados Unidos se opone la crítica de que se trata de un intercambio comercial muy concentrado en unos cuantos segmentos y empresas, como es el caso del sector automotriz.

A los comentarios sobre los beneficios innegables del mayor intercambio comercial y de una mayor integración económica, se oponen los señalamientos de que esos beneficios no llegaron a la gran masa trabajadora de México y de que, como siempre, es una élite empresarial mexicana la mayormente beneficiada por el TLCAN.

En fin, que el Tratado ha “caducado”, opinan algunos, mientras que otros, por el contrario, siguen viendo en él un gran potencial de crecimiento.

En mi opinión, la senda trazada por el TLCAN es irreversible, por lo cual habría que ver cómo ensancharla, no cómo eliminarla. Pienso que sólo si avanzamos hacia un mayor grado de integración económica y política con Estados Unidos y Canadá podremos los mexicanos poner sobre la mesa con argumentos sólidos el siguiente tema crucial para América del Norte: cuándo y en qué momento podremos hablar de una integración general (económica, política y social) al estilo de la Unión Europea, pero en Norteamérica.

No hablo de una copia burda del modelo de integración europea porque eso sería materialmente imposible en nuestro contexto y en nuestras circunstancias, sino de encontrar nuestro propio modelo de integración inspirados en el camino ya andado por los europeos.

Se trata de aprender de las virtudes del modelo europeo, además de tener siempre en mente sus errores y tropiezos para no repetirlos en América del Norte.

Se trata, en fin, de que en nuestra experiencia de integración se busque la manera de no dejar afuera o rezagados a millones de mexicanos para quienes la economía formal, la de las oportunidades de empleo bien remunerado y con un paraguas social que los proteja a ellos y sus familias, es hasta el momento un escenario inalcanzable en el que no pueden ser protagonistas.

¿Qué hacer con Estados Unidos en el 2014?, es una interrogante cuya respuesta empieza por definir qué tipo de relación económica y comercial queremos con ellos, a partir de lo cual se construirá una relación política y social benéfica para ambas partes.

No perdamos de vista que lo que queremos los mexicanos respecto de nuestros vecinos estadounidenses debe resultar igualmente atractivo para ellos, pues de otra manera, no habrá una buena conexión de objetivos y anhelos.

Qué le pedimos a Estados Unidos para avanzar en la relación bilateral y en el TLCAN debe estar sustentado en una idea clara y precisa de qué les ofrecemos y en una disponibilidad absoluta de cumplir con nuestra parte en el Tratado y en los compromisos bilaterales que existen, desde la seguridad nacional hasta los asuntos fronterizos.

Para ello hay que romper estereotipos y paradigmas, entre ellos, el de que somos las eternas víctimas de los designios de Washington o de que no pasaremos de ser su “patio trasero”, nada de eso: en el siglo 21, al contrario, y como nunca antes en la relación bilateral, me parece que las condiciones están dadas para proponer, argumentar y convencer a los Estados Unidos de que una mayor integración con México, en el marco del TLCAN o de cualquier otro tipo de tratado, es no sólo el camino más provechoso para ambas partes en donde se resolverían más ágilmente los temas atorados como el de la inmigración, sino el único camino.

Es impensable, para bien o para mal, volver a la situación anterior a 1994, al mundo previo al TLCAN, a los niveles de intercambio comercial de antes del Tratado. Nada ganaríamos en México con ello, y sí tendríamos mucho que perder. ¿Por qué no ver hacia adelante y buscar el mejor camino que nos lleve a una relación plenamente benéfica con Estados Unidos? ¿Qué nos impide pensar en grande?

@rogeliux


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