Los gobernantes de Morena, dos presidentes y los gobernadores de los estados, no incluyeron a la libertad de expresión y de prensa entre los objetivos de su “Transformación”, sino que corrigieron y aumentaron con refinamiento perverso el tamaño y el apretón de “la mordaza”.
Por Rogelio Ríos Herrán
Presidentes de la República van y vienen, de diferentes partidos políticos y con estilos peculiares de liderazgo y gobierno, pero todos coinciden en un punto específico: el deseo irrefrenable de “amordazar” a los periodistas y a sus medios de comunicación.
Hay matices entre ellos, por supuesto, en el grado de censura que le place a cada presidente y sus colaboradores en lo que un tanto pomposamente se denomina “comunicación social”, un eufemismo para la propaganda y el control de los medios de comunicación críticos.
A veces, puede incluso el presidente en turno ser una persona más abierta a la crítica, un poco más respetuosa de las formas en su trato con periodistas críticos a su gobierno, pero tarde o temprano muestran el cobre.
Los gobernantes de Morena, dos presidentes y los gobernadores de los estados, no incluyeron a la libertad de expresión y de prensa entre los objetivos de su “Transformación”, sino que corrigieron y aumentaron con refinamiento perverso el tamaño y el apretón de “la mordaza”.
No se midieron.
Las reformas a la Ley de Telecomunicaciones enviadas por la presidente Sheinbaum, el acoso judicial a periodistas y medios digitales en Campeche y la entrada en vigor del delito de “ciberasedio” en el estado de Puebla, son los ejemplos recientes del espíritu intolerante de los gobernantes ante los medios de comunicación independientes.
El artículo 109 de la iniciativa de reformas presidencial, por ejemplo, en su formulación original permitía bloquear la emisión en línea a las plataformas digitales que, a juicio de la autoridad, no cumpliera con las normativas de ley.
Afortunadamente, fue retirado de la iniciativa de reformas, pero no otras disposiciones que se enfilan al mismo objetivo: limitar la expresión crítica con base en criterios oficiales deliberadamente vagos o confusos.
El delito de “ciberasedio” aprobado por la legislatura poblana es la última joya de un gobernador morenista que se aplicará a quien “insulte, injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona, con la insistencia suficiente para causarle un menoscabo importante en su salud”. Así como lo lee.
La organización Artículo 19 expuso el 12 de junio, en su portal digital, la postura ante el despropósito (¿no se ofenden por esta palabra, diputados poblanos?) de catalogar el lenguaje crítico de los periodistas como “insulto” o “injuria”:
“Los delitos que buscan incorporar incumplen principios de derechos humanos y libertad de expresión, Violentan el principio de taxatividad en materia penal (las leyes deben ser claras y específicas, no vagas o ambiguas) y en su elaboración no han incorporado el expertise técnico de especialistas. Debido a estos factores, los delitos pueden ser utilizados contra la ciudadanía de manera arbitraria, particularmente personas periodistas y medios de comunicación.”
Si ningún gobernante, diputado o senador de Morena resiste emocionalmente una mentada de madre de parte de la ciudadanía, señores, se metieron al negocio equivocado.
Si ningún gobernante, diputado o senador de Morena tolera las críticas duras y precisas formuladas por periodistas en lenguaje fuerte, pero riguroso, señores, les recuerdo que fue su “Mesías Tropical” (¿esto sería una “vejación”?) quien inauguró la temporada de insultos a los periodistas y políticos opositores desde que era político opositor, candidato presidencial y posteriormente en sus conferencias matutinas como presidente.
Me permitiré reproducir aquí un recuento de insultos de López Obrador recopilados por Gabriel Zaid en un texto memorable en Letras Libres:
Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, arrogante, blanquito, calumniador, camajanes, canallín, chachalaca, cínico, conservador, corruptos, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, espurio, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante, ladrón, lambiscones, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilado, oportunista, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote.
No por nada Zaid lo nombró “poeta del insulto” (ver “AMLO poeta”, Letras Libres, 25/06/2018). Si dijera hoy López Obrador su letanía en Puebla o en Campeche, ya estaría en la cárcel si le aplicaran la ley.
Va mi solidaridad al periodista José Luis González Valdez, ex director de Tribuna, vinculado a proceso en Campeche por supuesta “incitación al odio” contra la gobernadora de Campeche Layda Sansores: le pusieron una “mordaza” de dos años sin publicar sus opiniones.
FIN
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