Por Rogelio Ríos Herrán
Aunque no lo conozco ni había leído algo anteriormente del autor británico-canadiense Tom Rachman (nacido en 1974), me llamó poderosamente la atención el librito que vi
en el exhibidor de una librería Barnes & Noble en San Antonio, Texas por su
sugerente título, "The Imperfectionists", y por el todavía más sugerente hecho de
que quien lo escribió es un periodista que habla sobre el medio periodístico,
además de que es su primera novela publicada.
Qué grata coincidencia, pensé, con mis propias
cavilaciones sobre lo que es una redacción de periódico, su ambiente, sus
personajes y vida propia, especialmente, cuando alguna noticia fuerte electriza
literalmente el ambiente y a las personas. No hay otro lugar en el mundo como
estar en una redacción (“newsroom”, le llaman los angloparlantes) cuando hay
una nota muy impactante en desarrollo: se puede cortar el aire denso y
magnetizado de la adrenalina con un cuchillo.
En todo eso he pensado en los últimos años, trabajar
como editor (en el “copydesk”, diría Rachman) en un periódico ha sido mi oficio
durante casi 15 años, así que comprenderán ustedes por qué de inmediato me
atrajo la lectura de la obra de este muy joven escritor que fue corresponsal
extranjero para la Associated Press asignado a Roma (el escenario de la trama
de la novela) y posteriormente trabajó en París como editor para el International
Herald Tribune.
Rachman es entonces un colega para mí, un compañero
de edición, alguien que habla el mismo idioma. Tal vez por ello me pareció como
si la descripción aguda, irónica y fina que hace de sus personajes y sus
funciones, de esa mezcla inevitable de trabajo y vida, o más bien –como todo
periodista fogueado sabe- de la rendición completa de la vida personal en aras
del oficio, la hubiera escrito no en Londres y recordando quizá sus años en
Roma, sino en Monterrey, México, y pensando en el periódico en donde yo
trabajo. Así de fieles son sus retratos, así de universal es el oficio de
periodista.
Resulta entrañable su relato en cuanto es algo
cercano y palpable en mi experiencia inmediata, pero creo además que incluso si
el lector que emprende la travesía por The Imperfectionists es ajeno por
completo al mundillo periodístico disfrutará por igual la prosa en inglés de
dibujante fino de Rachman y le resultará una revelación descubrir a los
periodistas de carne y hueso, sus motivaciones, sus afanes y entorno.
En particular, la ambientación de la novela entre el
presente y el pasado, entre la fundación del periódico al que él se refiere y
su inminente cierre, nos da el contexto real y claro de la incertidumbre en que
vive hoy la industria editorial cuando transcurre por una profunda
transformación, una que seguramente la sacudirá desde sus fundamentos y hará
que se transforme por completo: el paso a la era digital, el adiós a las
prensas, el fin de la era del papel.
Cualquiera puede entender ese dilema, con o sin
formación de periodista, y Rachman es particularmente incisivo en este punto:
qué van a hacer los periodistas, los de carne y hueso, los cuarentones y
cincuentones, los de la vieja escuela que no puedan o no quieran adaptarse al
periodismo digital; cómo van a seguir ejerciendo un oficio que los abandona día
a día para entrar a una nueva etapa en donde las cosas se hacen de manera
diferente y todo lo que se sabía con anterioridad, los años de fogueo y
experiencia, ya casi no sirven de nada a los ojos de los nuevos “managers” de
los medios. Es decir, qué van a hacer los “imperfeccionistas” si su vida entera
es el periodismo.
Este fragmento aborda, por ejemplo, ese tema con elocuencia, lo transcribo en inglés:
2004.
Otto Group Headquarters, Atlanta
Newspapers were spiraling downward.
Competing entertainments abounded, from cellphones to
videogames, from social-networking sites to online porn. Technology was not
merely luring readers; it was changing them. Full printed pages didn’t fit onto
monitors, so portion size shrank, dicing news into ever-smaller morsels.
Instant updates on the Internet bred contemp for day-old headlines in ink. Even
the habit of exchanging money for information dwindled-online, payment was
merely an option.
As readership plummeted, advertisers fled and losses mounted.
But, doggedly, the pay-per-view papers kept at it. They made their daily judgments,
produced their digests of the world, laid them out across pages, printed
tonight and delivered tomorrow, to be flapped open before bleary breakfast
eyes. Fewer eyes, each day.
No sé qué más vaya a escribir Rachman en el futuro, él
es un periodista y escritor joven (ver tomrachman.com, su site) así que seguramente nos dará futuras
entregas en forma de novelas, además de su trabajo periodístico. Pero en "The
Imperfectionists" debutó como novelista con el pie derecho, como se dice, y logró
finalmente tender el puente, lograr la comunicación, atrapar al lector -a este
lector- como es el sueño de todo periodista, sea reportero, editor o
columnista, corrector o redactor. Bien hecho, Tom, colega, por hablarnos de
periodista a periodista.
Rachman, Tom.
The Imperfectionists. New York: Dial Press Trade Paperbacks, 2010, 281 pp.
rogelio.rios60@gmail.com
Tom Rachman |
1 comentario:
Linda reseña querido Roger. Voy a buscarla, la leo y la comentamos.
Un abrazo!
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