viernes, diciembre 05, 2025

Mundial 2026: ¡zacatito pa'l conejo!

En un país en el que el fútbol y la política se mezclan como la trenza que amasa el panadero, no me extrañó del todo que la presidente de México decidiera no asistir al Estadio Azteca, la Basílica del Fútbol en México, en abierta descortesía con la FIFA y la afición mexicana.

Por Rogelio Ríos Herrán


¿Por qué no asistirá la presidente Claudia Sheinbaum a la inauguración de la Copa Mundial de la FIFA 2026, el 11 de junio de 2026 en el Estadio Azteca?


¿Qué mueve a Claudia a romper la tradición de la presencia de los jefes de estado en la inauguración de una Copa del Mundo en el país anfitrión?


La respuesta en lenguaje popular es insuperable: ¡zacatito pa’l conejo!


En un país en el que el fútbol y la política se mezclan como la trenza que amasa el panadero, no me extrañó del todo que la presidente de México decidiera no asistir al Estadio Azteca, la Basílica del Fútbol en México, en abierta descortesía con la FIFA y la afición mexicana.


A mí me tocó vivir de joven la penosa experiencia que sufrió el entonces presidente Miguel de la Madrid en un evento similar en el Estadio Azteca.


No me refiero a la ceremonia del Mundial 1986, sino a la de dos años antes, en la inauguración de la Copa Mundial de Fútbol Sub 20, el 2 de junio de 1984.


En esa ocasión, yo vivía muy cerca de Coapa, en la CDMX.


Con mi primo Eric, fuimos temprano al Azteca para buscar un buen lugar. Nos sentamos justo arriba del palco presidencial.


Era la época anterior al temblor de 1985, en el cual la escasa popularidad de De la Madrid quedó sepultada en los escombros, pero el aún reciente presidente no había podido enderezar la nave del desastre de país que dejó López Portillo.


Recordemos que en 1982 el país sufrió la peor inflación de la que tengo memoria, una devaluación del peso, la fuga de capitales, la moratoria de pagos, la quiebra de negocios familiares, elevación de las tasas de interés, y se había pedido a los mexicanos “apretarse el cinturón”.


En ese ambiente, la gente en la CDMX abominaba de los políticos tanto locales (en ese entonces estaba el regente Carlos Hank González) como nacionales (López Portillo), y los capitalinos se lanzaban en el vuelo “el tecolote” (de Mexicana de Aviación) a medianoche a Los Ángeles, California, a buscar su suerte porque México no ofrecía nada más que penurias.


Para 1984, la situación no había mejorado y los llamados a “apretarse el cinturón”, que me hacían enojar por su cinismo, eran la única respuesta del gobierno al padecimiento de los mexicanos.


¿Cómo pensó De la Madrid que lo iba a recibir el respetable público?


Las selecciones nacionales de México y Australia saltaron a la cancha. La emoción en las tribunas estaba desbordada y en la noche de junio el cielo estaba despejado, ideal para jugar al fútbol.


Un maestro de ceremonias empezó a hablar y en menos de un minuto le cedió la palabra al presidente De la Madrid.


Ahí empezó el Mundial del pueblo bueno y sabio. Gritos, chiflidos y hasta vasos con cerveza le lanzaron al presidente.


Sus palabras debían ser breves: “Declaro inaugurada la Copa Mundial de Fútbol Sub 20”, y sanseacabó, a tocar el Himno Nacional y que arrancara el juego.


Pero no fue así. La chifladera y el griterío se convirtieron en un estruendo que obligó a De la Madrid a hacer una pausa, tal vez creyendo que los gritos se apagarían y podría concluir su discurso.


Grave error. Ante el enmudecimiento presidencial a medio discurso, la rechifla se organizó en mentadas de madre sucesivas, una especie de “ola” que corría a lo largo de las gradas en los tres niveles del Estadio Azteca.


Yo no podía ver directamente el rostro del presidente, mi ubicación me lo impedía. Lo que observé fue a ayudantes y guardias, sumamente nerviosos, preparar apresuradamente una vía de salida para el presidente, pues el enojo iba en aumento.


Confieso que mi primo Eric y yo, jóvenes veinteañeros, universitarios, de natural tranquilo y mesurado, acabamos sumándonos sin reservas a la catarsis de la gente en el estadio que le gritaba no al presidente, sino a la corrupción e ineficiencia del gobierno, a la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, al cinismo de la clase gobernante.


¡Tome su “apretarse el cinturón”, presidente! ¡Tome su inflación y carestía que aniquila nuestros salarios! ¡Tome su “renovación moral de la sociedad”!


Al final, el juego terminó en empate a un gol entre las selecciones de México y Australia, y a nuestro país no le fue bien en el Mundial, pues quedó eliminado en la primera fase. La Copa la ganó el seleccionado de Brasil.


Esa noche, mi primo y yo, junto con cientos de miles de aficionados, salimos del estadio contentos por el buen esfuerzo de los jugadores mexicanos, pero, sobre todo, transfigurados por participar en la crítica abierta, sin tapujos, vulgar y ofensiva si se quiere, pero crítica, al fin y al cabo, de la multitud.


A De la Madrid le tocó otra noche de gritos y chiflidos en la inauguración de la Copa del Mundo 1986, en el mismo Estadio Azteca.


Así que, sobre la decisión de Claudia, es, simple y llanamente, miedo al pueblo bueno y sabio del Estadio Azteca. 


¡Zacatito pa’l conejo!


@Rios60H





viernes, noviembre 28, 2025

Thanksgiving sin tamales

Las comunidades mexicanas, particularmente en Los Ángeles y Chicago, han recibido buena parte del impacto de los métodos violentos del ICE, cuando son los mexicanos quienes han aportado, con tu trabajo y laboriosidad, su mejor esfuerzo a la grandeza de esas ciudades.


Por Rogelio Ríos Herrán


Debido a las violentas acciones que, en nombre de la aplicación de la ley, hace el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en su búsqueda de inmigrantes sin documentos, en este Thanksgiving 2025 (Día de Acción de Gracias) no hubo tamales en muchos hogares de migrantes mexicanos.


Sí, con tamales, no con pavo, se integran muchas familias mexicanas al Thanksgiving, cuya manera de dar gracias a Dios y a la Virgen de Guadalupe es ofrendar su comida, la comida mexicana, sabrosa y picante, para su alabanza y protección.


No es de cristianos lo que vemos en innumerables videos de cacería de migrantes indocumentados. Mi corazón no concibe cómo un grupo fuerte de apoyo al presidente Trump, los cristianos evangélicos, no condenan la violación brutal de los derechos humanos de muchas personas.


¿Ha perdido la sociedad estadounidense el sentimiento de compasión por el prójimo?


Son los obispos católicos de Estados Unidos quienes levantaron fuerte la voz para poner en su justa dimensión la brutalidad del ICE, pues no cabe alegar el cumplimiento de la ley para utilizar métodos inhumanos de detención de personas, dignos de gobiernos autoritarios como los de Rusia y China.


Durante su reciente asamblea plenaria, en la ciudad de Baltimore, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) emitió un Mensaje Especial para manifestar su preocupación por la evolución de la situación actual y su impacto sobre los inmigrantes “en nombre de la dignidad humana concedida por Dios”.


El mensaje es un texto muy claro y directo, bien fundamentado en la compasión al prójimo y sustentado en la aplicación de la ley con pleno respeto a la dignidad de las personas.


Algunos puntos del mensaje episcopal estadounidense son los siguientes:


  1. La dignidad humana y la seguridad nacional no son valores en conflicto. Ambas pueden alcanzarse con buena voluntad y uniendo esfuerzos.

  2. Como obispos, abogamos por una reforma significativa de las leyes y procedimientos migratorios de nuestra nación.

  3. Reconocemos que las naciones tienen la responsabilidad de controlar sus fronteras y establecer un sistema de inmigración justo y ordenado por el bien común.

  4. Nos inquieta ver en nuestras comunidades un clima de temor y ansiedad ante las prácticas de perfilamiento y la aplicación de las leyes migratorias.

  5. Nos entristece profundamente el tono que ha adoptado el debate contemporáneo y la creciente denigración de los inmigrantes.

  6. Nos preocupan las amenazas a la santidad de los lugares de culto, y el carácter especial de los hospitales y escuelas.


Las acciones violentas de los agentes de ICE han producido imágenes que denigran la dignidad de las personas, y fomentan en el exterior una percepción negativa de la procuración de justicia en los Estados Unidos.


Las comunidades mexicanas, particularmente en Los Ángeles y Chicago, han recibido buena parte del impacto de los métodos violentos del ICE, cuando son los mexicanos quienes han aportado, con tu trabajo y laboriosidad, su mejor esfuerzo a la grandeza de esas ciudades.


El trato digno a los inmigrantes mexicanos no se pide como un favor u obsequio de las autoridades, sino como un reconocimiento de su aportación a la economía y la cultura estadounidenses.


Un Thanksgiving sin tamales es una señal ominosa para la comunidad mexicana que no se merece ese maltrato. 


“Oramos para que el Señor guíe a los líderes de nuestra nación”, expresan los obispos norteamericanos al final de su mensaje, “y estamos agradecidos por las oportunidades pasadas y presentes de dialogar con funcionarios públicos y electos. En este diálogo, continuaremos abogando por una reforma migratoria significativa".


Uno mis oraciones a las de los obispos norteamericanos: “Que el manto de nuestra señora de Guadalupe nos envuelva a todos en su maternal y amoroso cuidado”, especialmente en este triste Thanksgiving sin los sabrosos tamales, pues no hubo quien hiciera la masa.


Mensaje especial completo en español en el siguiente link:


Obispos de EE. UU. emiten un «mensaje especial» sobre inmigración durante su asamblea plenaria en Baltimore | USCCB


@Rios60H






lunes, noviembre 24, 2025

Contracorriente: lecciones desde San Pedro

 


Por Rogelio Ríos Herrán


Algo que he constatado a lo largo de mi vida es que las personas que desde niños han jugado fútbol americano son de las mejores para trabajar en equipo.


En el sector privado, en el gobierno o la sociedad civil, he percibido un hilo común en amigos y colegas con los que he compartido experiencias, pues no son lobos solitarios ni estrellas de rock o ermitaños de montaña. 


Mejor que eso, siguen siendo jugadores de fútbol americano, aunque ya no traigan puesto el casco ni las hombreras.


Esa fue la primera reacción que me provocó la lectura del libro de Miguel Treviño, Contracorriente. Por qué y cómo entrarle al reto de rescatar tu ciudad (publicado por Penguin Random House Grupo Editorial, 2025, con prólogo de Sergio Fajardo), quien formó su teamback al llegar a la alcaldía de San Pedro en 2018 y le inculcó esta joya de Vince Lombardi.


Enfocarse es la habilidad de mantener la vista en el objetivo mientras todo a tu alrededor intenta distraerte, dijo el histórico coach de fútbol americano.


Mi comentario sobre el libro se enfocará en dos puntos concretos: motivación y liderazgo.


Miguel Treviño compitió como candidato independiente por la presidencia municipal de San Pedro Garza García, N.L., en 2018, ganó la elección y fue reelecto para un segundo periodo consecutivo que concluyó en 2024.


Su texto es fruto de reflexiones que fue anotando a lo largo de su ejercicio municipal que, por circunstancias afortunadas, pudo ver plasmadas en un libro.


La intención de su obra es pedagógica, a la manera de un manual de gestión pública elaborado sobre la exposición clara de la formación de sus equipos, la definición de una ética de trabajo y la creación de una visión compartida.


No se queda, afortunadamente, en un recetario de políticas públicas. Hay en todo el texto una mezcla de tono profesional o académico con toques personales, humanos, de momentos de incertidumbre, dudas, errores cometidos, aciertos logrados, que en conjunto nos revela la prueba durísima que fue el servicio público para un joven político idealista y su equipo en 2018.


El reto de gobernar San Pedro no es menor: “hay 130 mil alcaldes”, le dijo un político a Miguel.


¿Por qué “aventarse a la alberca” de la política sin haber tanteado el agua?


Entre las razones expuestas en el libro, resalta una: la política es el espacio en donde se toman las decisiones importantes para la sociedad, no hay otro igual.


Además, la acción política requiere de políticos racionales, es decir, que combinen en su persona la convicción profunda por el servicio público y la preparación profesional suficiente, sin dejar de lado esa capacidad de oro de saber trabajar en y para el equipo.


El verdadero problema de México -dice Miguel- es que muy pocos de sus jóvenes más íntegros, talentosos, comprometidos y creativos están dispuestos a honrar su vocación por el servicio público y por la política. Eso es precisamente lo que nuestro país más necesita.


Sobre el tema de liderazgo, en el libro queda en claro que las decisiones bien informadas con datos reducen el margen de error, a contracorriente del estilo personal de gobernar casuístico y frívolo de muchos políticos mexicanos.


Uno de los capítulos que más me llamó la atención fue el que relata la necesidad de un buen manejo de los equipos de trabajo con base en la atención a todas las voces, aunque la decisión final y sus costos van a la cuenta personal del alcalde.


Quedan para el balance final, a la distancia y desapasionado, de su doble gestión municipal (2108-2024), los aciertos y errores del Team Treviño en lo que fue una aventura audaz del primer gobierno independiente en San Pedro, en donde cada habitante es un alcalde y cada empresario un gobernador.


Comparto, por lo pronto, lo que dice Sergio Fajardo, el legendario alcalde colombiano, en el prólogo sobre que “no es solo un libro para funcionarios, su riqueza de enseñanzas sobre liderazgo lo hace relevante para cualquier persona que aspire a dirigir con visión y responsabilidad”.


Finalmente, ¿se subirá de nuevo el Team Treviño independiente al emparrillado? ¿Ya colgaron las hombreras? ¿No les atrae jugar en el Súper Bowl de la política mexicana?


@Rios60H   


viernes, noviembre 21, 2025

Morena y la Revolución Mexicana

No nos extrañe que la nueva élite política morenista en el poder, la más corrupta de la historia mexicana, se sienta legitimada con el mito de la Revolución Mexicana.


Por Rogelio Ríos Herrán


El aprendizaje de la historia del conflicto sangriento que dividió a México en 1910, y cuyo final no parece haber llegado, como la Revolución Mexicana (con mayúsculas épicas), fue parte de mi educación escolar desde niño.


Los libros de texto, las celebraciones con atuendo de revolucionarios, bailables y discursos breves, pero encendidos, de alumnos y maestros, me predispusieron, como a muchas generaciones de mexicanos, a aceptar la idea de una “revolución” como la mejor cosa que le pudo pasar a México a inicios del siglo 20.


Se podía hasta presumir que la mexicana fue la primera revolución del siglo pasado, y que le ganamos a los bolcheviques rusos, quienes hicieron la suya en 1917.


Como la cereza en el pastel, la Revolución Mexicana (con mayúsculas), produjo bajo su influjo positivo “la legislación social más avanzada del mundo” (otro mito más en el morral revolucionario), la cual quedó plasmada en la Constitución de 1917.


De nuestra Revolución nació el moderno Ejército Mexicano en sustitución de los militares que pelearon por Díaz y Huerta, aunque nadie imaginó entonces que acabarían administrando aeropuertos en el año 2025.


En fin, en nombre de la Revolución Mexicana se justificó el gobierno de cada presidente mexicano priista, panista y morenista. Por capricho de López Obrador, el nombre de Francisco Villa (un tipo con una leyenda negra de asesinatos, robos y violaciones) fue inscrito con letras doradas en 2023 en el recinto de sesiones del Congreso de la Unión.


Si bien el concepto de revolución tiene connotaciones distintas para los marxistas del ala radical del Movimiento de Regeneración Nacional y prefieren suavizar el término sustituyéndolo con el de “transformación”, la intención es la misma: seguir utilizando a la Revolución Mexicana como mito que legitima su poder.


Para muchos mexicanos de mi generación, la sola mención de Revolución Mexicana evoca la historia de un levantamiento social y militar del pueblo mexicano oprimido que rompió sus cadenas, tumbó al gobierno reaccionario de Díaz y estableció la justicia social en México.


Si el costo de esa gesta fue un millón de mexicanos muertos, desaparecidos o refugiados, es cosa minuta comparado con las ganancias.


Si el derrocamiento de un gobierno y la destrucción de un régimen político derivó en el cambio de una élite porfirista por una élite revolucionaria, igual de rapaz, eso no es relevante en vista del nacimiento de un nuevo México.


Pancho Villa sigue vivo cada vez que algún cancionero canta el Corrido del Siete Leguas (autoría de Graciela Olmos, “La Bandida”), para gusto y contento de Paco Taibo y sus congéneres morenistas.


México presentó al mundo su revolución como ejemplo a seguir, pero de inmediato se montó en doctrinas y políticas nacionalistas que nos impidieron acceder plenamente a la economía y la sociedad internacionales, pero eso es lo de menos: mejor seguir gritando ¡Viva México, cabrones!


No me extraña, entonces, que el término “Cuarta Transformación” se asocie con facilidad al de “Revolución Mexicana”, “Guerra de Reforma” y “Guerra de Independencia”, tal como lo definió Andrés Manuel López Obrador, un viejo priista, en el programa de acción de su movimiento morenista.


Desde esa perspectiva, la Cuarta Transformación es el siguiente paso hacia la grandeza mexicana, inspirado en la Revolución Mexicana. ¿Qué puede salir mal?


En la mente de muchos mexicanos alfabetizados en la machacona historia patria, no hay conflicto entre la ruptura del régimen que está llevando a cabo el movimiento morenista y la destrucción de la democracia y las instituciones políticas, pues eso ocurrió igualmente en las etapas históricas anteriores y se hizo por el bien de los mexicanos.


Después de Hidalgo, Juárez, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas sigue López Obrador.


No nos extrañe entonces que la nueva élite política morenista en el poder, la más corrupta de la historia mexicana, se sienta legitimada con el mito de la Revolución Mexicana.


¡Viva AMLO, cabrones!, gritan los seguidores más entusiastas sobre el Jefe Máximo del morenismo, el líder que realmente manda en México.


@Rios60H




lunes, noviembre 17, 2025

15N: La marcha del resurgimiento

Cuando un gobierno avasalla a todos y parece más fuerte que nunca, siempre hay una chispa que derrumba su fachada y exhibe su verdadera naturaleza: una combinación tóxica de autoritarismo y corrupción.


Por Rogelio Ríos Herrán


La primera sorpresa que tuve al revisar la cobertura mediática de la Marcha Z o Marcha de la Generación Z, que en adelante nombraré como 15N, fue la cantidad de ciudadanos que salieron a las calles de la CDMX y a otras 50 ciudades del país.


No la medí en miles o cientos de miles de personas, sino en la intensidad con que decidieron marchar en un momento en que el desmantelamiento del gobierno de contrapesos y la ausencia de rendición de cuentas del gobierno nacional morenista alcanza su punto cumbre, del cual, esperamos, iniciará su contención y descenso.


Ante tanto desánimo que he visto en la sociedad civil, muchos amigos y conocidos, ante la imagen de fuerza imparable de Morena, habían decidido, con resignación, retirarse a las actividades privadas y dejar el terreno libre a la destrucción morenista.


A partir del 15N, la resignación comienza a desaparecer. Después de un año en su cargo, Sheinbaum no logró contener los problemas de inseguridad que son la pesadilla de los mexicanos: extorsiones, homicidios, desapariciones, control de territorios por el crimen organizado, por nombrar algunos.


Cuando el discurso y la retórica se disipan en escasos o nulos resultados, emerge con toda fuerza el descontento y la vehemencia ciudadanas que reclaman a los gobernantes su ineptitud y corrupción.


Ante este embate de la sociedad civil, no se les ocurrió nada mejor a la presidente Claudia Sheinbaum y a Clara Brugada, Jefe de Gobierno de la CDMX, que desatar la furia de la policía capitalina que, a toletazos y granadas de las lacrimógeno, arremetió con brutalidad contra algunos de los manifestantes.


El pretexto fue el ataque a las vallas metálicas que rodeaban al Palacio Nacional por parte de un grupo de provocadores ajenos a la Marcha del 15N.


Desde mis días de estudiante en la CDMX, cuando gobernaba el PRI, recuerdo que el viejo método de sembrar provocadores en las marchas de protesta, entonces encabezadas por organizaciones de izquierda, funcionaba a las mil maravillas para justificar la violencia policiaca.


La represión del 15N derrumbó el mantra morenista, repetido hasta el cansancio por López Obrador, de que “nosotros no somos represores, no somos iguales”.


Lo que sigue ahora desde los gobiernos morenistas es garrote duro y macizo contra quienes se atrevan a salir a las calles capitalinas, lo cual, por supuesto, no frenará a los futuros manifestantes.


No me extraña que eso ocurra, pues la escuela política de López Obrador y seguidores de su primer círculo, la mayoría de ellos incrustados en el actual gobierno nacional, fue el PRI, en el cual militó durante varios años Andrés Manuel.


El significado del 15N es, sin embargo, mucho más elevado que la represión policial. 


Ante el cúmulo de acciones y estrategias para apoderarse de casi todo el aparato de Estado, poblarlo de incondicionales y utilizarlo en el control político de la sociedad, la salida de miles de ciudadanos a las calles es un símbolo de que la resistencia civil no se agotó.


Al contrario, el ímpetu ciudadano ha despertado de su letargo. A buena hora y justo a tiempo para aprovechar el momento de mayor vulnerabilidad del gobierno nacional: su debilidad ante el crimen organizado, su política de encubrimiento de la corrupción morenista y su vulnerabilidad extrema ante los Estados Unidos.


Cuando un gobierno avasalla a todos y parece más fuerte que nunca, siempre hay una chispa que derrumba su fachada y exhibe su verdadera naturaleza: una combinación tóxica de autoritarismo y corrupción.


Tengo un sombrero en casa que me traje de Michoacán en un viaje que hice, hace unos 20 años, a la bella Morelia, Pátzcuaro, Janitzio y los pueblos intermedios.


Quién me diría que el sombrero lo usaré, después de años de estar guardado, como símbolo de resistencia civil en honor de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan asesinado el día 1 de noviembre.


FIN

 



Mundial 2026: ¡zacatito pa'l conejo!

En un país en el que el fútbol y la política se mezclan como la trenza que amasa el panadero, no me extrañó del todo que la presidente de Mé...