martes, octubre 25, 2022

Coreanos en el Cerro de la Silla

 


Viñetas de una migración oriental a Monterrey

Por Rogelio Ríos Herrán

Periodista, internacionalista y escritor.


SÍNTESIS:

La creación de una comunidad coreana en Monterrey antecede al establecimiento de Kía Motors en Nuevo León en 2016, pero recibe de ese evento un impulso formidable. Los testimonios de sus experiencias de vida en el área metropolitana de Monterrey, los choques culturales, la huella en la vivienda y el rostro urbano de varios municipios, nos hablan de cómo los coreanos han cambiado a Monterrey y cómo la metrópoli los ha transformado a ellos.A diferencia de los migrantes centroamericanos, caribeños y venezolanos, los coreanos son, sin duda, la comunidad extranjera mejor integrada recientemente a la Sultana del Norte, solamente superada por una extensa comunidad estadounidense establecida desde décadas atrás al amparo del crecimiento industrial de la ciudad..


INTRODUCCIÓN


Adelante de mí, en la fila que se forma para comprar salchichas, queso o jamón, iba un coreano joven con una salchicha en la mano, lo cual me pareció curioso. Nos encontrábamos en una sucursal del supermercado HEB ubicada en el municipio de San Pedro, de alto nivel económico y muy buen surtido de mercancías, aunque más caras que el promedio en otras tiendas. Cuando le tocó su turno ante las muchachas despachadoras, el coreano levantó la salchicha en su mano derecha y con el índice de su otra mano hizo el número uno y, como no hablaba español, quiso decir algo así como “uno kilo”, pero ninguna despachadora le entendió; el coreano insistía y las muchachas le escuchaban igual sin entender; apenas iba yo a intervenir para ayudarlo (quizá en inglés nos entenderíamos bien), cuando una de las despachadoras gritó triunfalmente: “¡Ah, usted quiere un kilo de salchichas!” Todos nos reímos por lo sucedido, una señora aplaudió y el joven oriental se fue muy contento con su kilo de salchichas. 


La anécdota que les refiero sucedió hace pocos años, fue mi primer contacto con la presencia de coreanos en Monterrey y desde entonces se incrementó su visibilidad y la capacidad de integración a la metrópoli que los recibía con mucho entusiasmo, tras la instalación en 2016 de una planta de armado automotriz de Kia Motors en el municipio de Pesquería, N.L., que marcó un antes y un después en la presencia de la gente y cultura coreana en nuestra ciudad. 


Ya había, por supuesto, coreanos establecidos antes del 2016 que trabajaban para filiales de LG, Samsung y otras firmas coreanas, Una década atrás, un grupo de ingenieros y técnicos de Corea del Sur prestaron servicios técnicos en la Refinería de PEMEX en Cadereyta, N:L., y algunos de ellos se quedaron a vivir en la zona metropolitana. 


En ningún caso, sin embargo,obtuvieron la notoriedad de “los coreanos de Kía”, como se les conoce coloquialmente, quienes, a diferencia de sus compatriotas anteriores, tuvieron impacto con su presencia en la comunidad al aumentar su número en varios miles de empleados, trabajadores y las familias que los acompañaron. Fue esta generación de migrantes coreanos la que se trajo tanto iglesias como escuelas coreanas (complementarias de la educación en las escuelas mexicanas) y las que provocaron un boom de oferta de servicios de vivienda, entretenimiento, atención médica, peluquerías y salas de belleza (les encanta arreglarse el cabello), restaurantes y cafés, en municipios del área metropolitana más cercanos a la planta de Kía Motors, como Pesquería y Apodaca, o distantes como San Pedro Garza García, adonde llegaron a residir los directivos y empleados de mayor nivel en la empresa y con elevada capacidad de compra.


Según estimaciones de ellos mismos, hasta 2020 había aproximadamente 3 mil coreanos residentes en la Zona Metropolitana de Monterrey y unos 300 negocios emprendidos por su cuenta, no todos eran empleados de empresas coreanas. Con ellos han llegado médicos, maestros y pastores coreanos que les suministran servicios de salud, educativos y alivio espiritual. No es la comunidad coreana más numerosa en México, pero sí, lo dicen sus líderes con orgullo, la de mayor actividad económica.


 En un poco más de media década, la saga de la llegada de los coreanos y la Kía Motors a la Sultana del Norte es fascinante y nos deja lecciones en ambos sentidos: para los municipios que los recibieron, el enorme reto del crecimiento acelerado de vivienda y vialidades, servicios y seguridad a los nuevos vecinos; para los coreanos, una dura prueba para su capacidad de adaptación a la cultura regiomontana y la necesidad de agruparse en una comunidad coreana que los ayude entre ellos mismos y los conecte mejor con las autoridades y la sociedad.


Con el afán de aportar elementos a esa saga, doy mi testimonio en este texto de las interacciones que he tenido con los coreanos y de mi asombro ante su capacidad de adaptación: estoy convencido de que llegaron para quedarse en tierras nuevoleonesas.


DE PESQUERÍA A ‘PESCOREA


¿Cómo se dice “Vulcanizadora” en coreano? No tardó en averiguarlo Don Manuel, dueño de un negocio pequeño de reparación de llantas en una calle del municipio de Pesquería que quedaba rumbo a la planta de Kía. Como la llegada de la gigantesca factoría tomó completamente desprevenido a la autoridad del municipio, no hubo oportunidad de pavimentar sus calles, llenas de baches, piedras y hoyos. A cada rato, a la “Vulca” le llegaban clientes coreanos que, principalmente a señas; le pedían que les arreglara las llantas ponchadas, de tal manera que se fue haciendo de una clientela de orientales que, con sus flamantes carros nuevos, sufrían los rigores de las calles del pueblo. Ingenioso, Manuel le pidió un día a uno de sus clientes que más hablaba español que le dijera cómo se decía “Vulcanizadora” en su idioma, a lo cual, de buen humor, no sólo le contestó el coreano, sino que le ayudó a escribir un letrero traducido sobre la vulcanizadora y los servicios que ofrecía, mismo que ahora luce colgado al frente. 


Fue con situaciones como la de Don Manuel que nació “Pescorea”: se le llama así a la nueva faz de Pesquería, llena de letreros en coreano de una variedad de negocios que giran en torno a la planta armadora y su poderoso imán de posibles clientes, y cuyos propietarios son tanto mexicanos como coreanos, emprendedores pequeños y medianos que le van siguiendo la huella en América Latina a sus corporativos internacionales, pues Kía tiene plantas en Perú y Brasil: son coreanos que manejan el español y que ya conocen la idiosincrasia latina. 


Desde bares de Chi Mek (pollo frito y cerveza, nuestro equivalente al tequila con botanas) hasta talleres mecánicos, supermercados pequeños con arroz, algas y condimentos coreanos hasta fábricas manufactureras de buen tamaño que manejan, por ejemplo, equipos resistentes a la intemperie para hacer ejercicio al aire libre, no tardó en desbordarse la fiebre coreana desde Pesquería al municipio vecino, mejor estructurado, de Apodaca


Con mayor desarrollo urbano, vías de comunicación principales más fluidas y por ser la sede del Aeropuerto Internacional de Monterrey, de inmediato los coreanos empezaron a instalarse en ese municipio que contaba ya con una oferta abundante de viviendas adecuadas al nivel solicitado, casi todas ellas en fraccionamientos privados de acceso restringido ubicados cerca de plazas comerciales, colegios privados y servicios de salud de alto nivel. Por ser una zona industrial, desde tiempo atrás se había detonado en el municipio apodaquense un boom de construcción de viviendas y servicios.


Policía Ciudadana Coreana de Apodaca


Es en Apodaca en donde los coreanos desplegaron su mayoir nivel de organización comunitaria. Ahí tiene su sede una asociación de vecinos coreanos y surgió un proyecto vecinal que, al ponerse en práctica, logró posicionarse sólidamente en ese municipio. Me tocó vivir de cerca ese evento en 2018-2019 al participar como consultor de amigos coreanos involucrados directamente en el mismo. 


La historia comenzó cuando los residentes coreanos, ya en número notable, empezaron a tener incidentes viales de todo tipo: colisiones, descomposturas, ponchaduras de llantas, la búsqueda de una calle o avenida o al cargar gasolina, incluso detenciones al manejar con unas copas encima. El nulo o escaso manejo del español, sobra decirlo, lo complicaba todo, tanto para ellos como para los mexicanos, y se prestaba a abusos frecuentes por parte de algunos malos elementos policiacos.


Antes esa situación, la respuesta coreana no se limitó a quejarse directamente con el Alcalde César Garza. Más bien, le llevaron una propuesta: la creación de una “Policía Ciudadana Coreana”, un cuerpo de ciudadanos orientales que voluntariamente acompañaran a los policías, especialmente los fines de semana, para auxiliar a los coreanos que estuvieran en alguna dificultad o necesitaran auxilio vial. Los voluntarios se registraron ante las autoridades y estaban debidamente acreditados. Por supuesto, no serían “policías” en el sentido de llevar uniforme y armas, nada de eso, pero utilizaron esa figura para darle mayor peso a la actividad. 


El 13 de diciembre del 2018 quedó formalmente constituido el Cuerpo de Policía de Nuevo León de la Comunidad Coreana (presidido por los señores Kevin Lee y Rubén Kim), formado por civiles coreanos no armados, honorarios, trabajadores y empleados de empresas coreanas cuya tarea principal se definió como la asistencia ciudadana a los integrantes de su comunidad, sus empresas y lugares de trabajo.


Mediante la coordinación con Fuerza Civil y la Policía de Proximidad de Apodaca, prestarían ayuda en cuestiones de tráfico vehicular y seguridad tanto en Apodaca como en otros municipios donde reside la mayor parte de la comunidad coreana: Pesquería, Guadalupe, Monterrey y San Pedro.


La sede del evento fue la Iglesia Presbiteriana La Esperanza, en Apodaca, y contó con la presencia de autoridades de Fuerza Civil (la policía estatal nuevoleonesa), Seguridad Pública apodaquense y de Park Sung Hun, Cónsul de Policía de Corea en Monterrey.


El 27 de febrero del 2019, participé en un recorrido conjunto entre los “policías coreanos”, el director de Seguridad Pública de Apodaca y varios de sus elementos por las calles con negocios coreanos. Vaya sorpresa que se llevaban los propietarios coreanos al recibir esa visita, pero sirvió para construir un lazo de mayor confianza en la policía local.


Para las autoridades municipales fue también, en cierta forma, una revelación esa visita. Sabían que había letreros en coreano, pero los policías municipales no tenían idea de su traducción al español y se sorprendían al entrar a los establecimientos y descubrir sus mercancías y servicios. De manera palpable, se cruzó en esa ocasión una barrera cultural.


Un colega de prensa coreano se encargó de difundir la nota sobre el evento a diversos medios de comunicación en Seúl, así que hubo impacto internacional. Como muchas otras cosas, sin embargo, la operación de este cuerpo ciudadano fue suspendida con la declaratoria de la pandemia por Covid-19 en marzo del 2020. No desapareció la organización, por lo que en 2022 está en vías de reinstalación.


La escuela coreana


La invitación que me extendieron para visitar una “escuela coreana”, me especificaba que sería en sábado, lo cual me pareció un poco extraño, pero pronto descubrí la razón. En realidad, la idea de la escuela para niños coreanos no era la de suplantar a la escuela mexicana, sino complementar los estudios de los niños con la historia y la educación cívica para reforzar su identidad coreana, lo cual se puede hacer mejor los sábados en la mañana que los días entre semana.


Fue muy amable Margarita Jin, la directora de la escuela, en recibirme y mostrarme lo que enseñan a los niños coreanos residentes en Monterrey. En esencia, se les refuerza el idioma y se les inculcan nociones básicas de geografía, historia, cultura y normas de convivencia coreanas. 


Una parte de estos niños provienen de matrimonios binacionales entre coreanos y mexicanos y, por diferentes razones de sus padres itinerantes que trabajan en empresas coreanas de proyección internacional, no han visitado Corea del Sur. Su niñez la han vivido lejos de la patria de sus padres o de uno de sus padres, hablan español y coreano, comen tortillas de harina con frijoles además del arroz. 


La Escuela de Coreano de Monterrey, establecida en 2004, agrupa a más de 100 alumnos de preescolar (a partir de los 4 años), primaria y secundaria. No tiene fines de lucro, sus maestras son voluntarias y obtiene apoyo financiero parcial del gobierno coreano.


La educación básica es fundamental para que los niños coreanos echen buenas raíces. En Corea del Sur tienen un dicho: “lo que se aprende mal a los tres años, ¡dura 80 años!”. En México, equivaldría a “árbol que nace torcido nunca su rama endereza”. 


Margarita me enfatizó algo muy importante para la convivencia entre coreanos y mexicanos: Los coreanos tienden a ser más bien conservadores en su mentalidad. Les cuesta trabajo confiar, de entrada, en los demás debido a las experiencias que han tenido en otras naciones a lo largo de su historia.


Una vez otorgada esa confianza, sin embargo, los mexicanos saben que pueden contar con socios y amigos coreanos leales y duraderos. Es algo así como lo que significa un “compadre” entre los mexicanos.


La referencia que tiene Margarita de otras escuelas coreanas es una de ellas que funciona en Mérida, Yucatán, de la cual no me dio mayores detalles. A esa ciudad del sureste llegó en 1905 la primera ola de migrantes coreanos, unos mil aproximadamente, a trabajar principalmente en las haciendas henequeneras. En reconocimiento a su presencia y larga duración en la Península, a su tesón y perseverancia en el trabajo, en diciembre de 2017 el Ayuntamiento de Mérida, en conjunto con la Asociación de los Descendientes Coreanos de Yucatán, inauguró la “Avenida República de Corea” en esa ciudad. 


Teniendo en consideración este antecedente, me parece que es solamente cuestión de tiempo para que suceda algo similar en alguna avenida o calle de la Zona Metropolitana de Monterrey en reconocimiento al impacto de los coreanos en esta comunidad.


El estilo duro de negociación


Llegamos mi esposa y yo, en 2018, a la planta de manufacturas, ubicada en una avenida de Apodaca, en donde un empresario coreano fabricaba equipos de gimnasios al aire libre para parques y jardínes y otros artefactos novedosas para recargar teléfonos celulares y acceder a redes de WiFi. Nos interesaba comprar precisamente uno de estos equipos electrónicos y se presentó la oportunidad, a través de terceros amigos mutuos coreanos, de hacer la compra de fábrica y directamente con el dueño.


El Sr. Lee, el empresario coreano, nos recibió en la antesala de sus oficinas con cortesía y sonrisas, todo un caballero aunque no hablaba mucho español y nos pidió conversar en inglés. Después de las presentaciones y algo de plática ligera, llegó el momento de la negociación, para lo cual me invitó a pasar a una sala de juntas a ver los detalles de la compra. Yo entré y, sin pensarlo, mantuve la puerta abierta para que entrara también mi esposa. El Sr. Lee no dijo nada al respecto, pero sentados frente a frente, de inmediato empezó la negociación: su rostro firme, serio, la mirada fija en la mía, sin voltear a ver a mi esposa y solamente dirigiéndose a mí. 


En todo el tiempo que negociamos, el empresario coreano, ya Senior, me dio una lección a fondo del estilo duro de negociar de los coreanos, de cómo se activa un resorte al iniciar una sesión de negocios que elimina cortesías y sonrisas para enfocarse únicamente a la materia del negocio. 


Siendo Lee parte de “la vieja escuela” empresarial, siguió la tradición de que los negocios se hacen entre hombres, las mujeres pueden sentarse y presenciar, pero no son tomadas en cuenta. Suena duro, es verdad, para los mexicanos y en la época actual, pero así se cerró el trato con él. Tiempo después, al platicar con otro hombre de negocios coreano, el Sr. Kim (residente en San Diego, California), le conté esta anécdota, sonrió pero no se sorprendió  y solamente me dijo: “así hay que negociar con los chinos y eso es lo que aprendemos los coreanos”.


Al final, el trato se cerró, entró a la sala de juntas su hijo, joven y todavía estudiante universitario, quien hacía sus pininos al lado de su padre y la sonrisa y las cortesías volvieron al rostro del Sr. Lee, no por hipocresía, sino porque así entiende que es una negociación oriental. 


Conclusión: 


Una vez pasada la fase aguda y disruptiva de la pandemia de Covid 19 y a pesar de su impacto en la economía de Nuevo León, considerando el hecho de que la industria nuevoleonesa participa en el sector exportador hacia Estados Unidos y se beneficia del impulso económico de ese país, es muy probable que se reanude el ritmo de la migración coreana a esta metrópoli a niveles anteriores a la pandemia. Es verdad que hay comunidades grandes de coreanos en la Ciudad de México (la más numerosa) y en Tijuana, Guadalajara y Mérida, pero para los jóvenes coreanos profesionistas, empleados o empresarios, la perspectiva de vivir y prosperar en Monterrey, tan ligada y cercana a Estados Unidos, resulta un atractivo adicional para ellos.


El establecimiento de la planta de Kia Motors, en 2016, fue el parteaguas para proyectar esa migración a largo plazo y asegurar que los migrantes traigan consigo un nivel socioeconómico más elevado que otro tipo de migraciones recientes -como la de venezolanos y centroamericanos- que han llegado a esta zona del país, en buena parte como refugiados, además de migrantes, y enfrentan una situación radicalmente distinta a la de los coreanos.


Su impacto se nota, por ejemplo, en los mercados de vivienda de alto nivel en San Pedro Garza García, y de nivel medio-alto en Apodaca, el cual es ahora un municipio de perfil industrial y alto desarrollo urbano que se manifiesta en un boom de construcción de vivienda, desde hace por lo menos una década, y que sigue adelante con la construcción de nuevas colonias residenciales, plazas comerciales y vialidades. 


Como hemos visto, la migración coreana es proactiva ante los desafíos de convivencia social y ha logrado un grado elevado de integración social y política en ese municipio, como en el caso de la Policía Ciudadana Coreana mencionado. Traen consigo un bagaje cultural amplio que se manifiesta en forma de escuelas, cultos religiosos, su gastronomía (se han abierto numerosos restaurantes de comida coreana), estilos empresariales diferentes y una presencia altamente visible en la vida social regiomontana. 


La planta de KIA Motors y su empresa hermana Hyundai Motors tienen planes para armar carros de ambas marcas en Pesquería, mediante la ampliación de las instalaciones actuales y, eventualmente, la construcción de otra planta, en el mismo municipio con el objetivo de alcanzar la cifra de dos millones de automóviles fabricados cada año en Nuevo León, una vez rebasada este año la marca del millón y medio de autos ensamblados en Nuevo León. Por lo pronto, Hyundai Mobis, la filial proveedora de autopartes de Hyundai, instaló ya un centro de distribución en el parque industrial  Interpuerto Monterrey, lo cual muestra que sigue adelante la estrategia de expansión de esas empresas en esta región.


Si el motor económico sigue funcionando, así lo hará la migración coreana impulsada por ese motor, considerando además la que no está directamente relacionada con las empresas automotrices. El impacto para los municipios receptores, especialmente Pesquería, trae consigo aspectos disruptivos que no son fáciles de solucionar en cuanto a estructura municipal y en cuanto a reservas territoriales para cubrir la demanda de viviendas, pues este Hub automotriz en formación atrae igualmente a mexicanos y a otras nacionalidades.


Los testimonios que compartí con ustedes apuntan, además, al desafío de la inclusión que enfrentan los coreanos. No importa que sus condiciones de migración les permitan darse un nivel de vida más elevado en comparación a otras nacionalidades, no están exentos de recibir muestras de rechazo o marginación en la vida social, de sentir el peso de las diferencias culturales, idioma y rasgos físicos en cuestiones que pueden llegar a extremos como negarles el acceso al alquiler de viviendas o búsqueda de empleos. Quizá estos rasgos negativos se irán diluyendo cuando la segunda y tercera generación de coreanos descendientes de los migrantes actuales se integren a la sociedad regiomontana como población nativa.

 

La migración coreana es un proceso en movimiento ligado, en buena medida, a la presencia de empresas coreanas en la Zona Metropolitana de Monterrey y a la pertenencia de México al TMEC y la América del Norte. A menos que ocurra una catástrofe en esos ámbitos que obligue al retiro de empresas canadienses y estadounidenses de nuestro territorio, reitero mi convicción de que los coreanos llegaron para quedarse, como lo hicieron hace más de 100 años en Yucatán, y que superarán obstáculos y aportarán mayor valor a la ciudad que los recibe. Por algo, la demanda de clases del idioma coreano está superando a las de chino mandarín en escuelas y universidades nuevoleonesas, quizá hacia allá apunta el futuro: recordemos que por el Oriente sale el sol.


rogelio.rios60@gmail.com









No hay comentarios.:

Anabel desnuda al Rey AMLO

  Por Rogelio Ríos Herrán  Como periodista de opinión quiero comentar el libro de Anabel Hernández, periodista de investigación, y lo resum...