domingo, octubre 02, 2022

No se olvida, pero...

 


Por Rogelio Ríos Herrán


Un domingo soleado y fresco que empecé con un par de tazas de café recién colado y pan tostado con mantequilla de cacahuate. Mientras el resto de la familia dormía, me puse a revisar las noticias, columnas y cosas interesantes que se publican los domingos. Al cabo de unas horas, arrancó el partido de fútbol americano de los Cowboys de Dallas que juegan en su cancha contra los Comandantes de Washington, los antiguos Pieles Rojas, en el horario de mediodía en Monterrey. Al fin, recuerdo que hoy es 2 de octubre, el aniversario 54 de la trágica Noche de Tlatelolco.


“¡2 de octubre no se olvida!”, es el famoso grito de guerra en todas las marchas posteriores a la infame matanza de estudiantes en 1968 por parte de fuerzas paramilitares auspiciadas por el Gobierno nacional, entonces a cargo del Presidente Gustavo Díaz Ordaz. El tiempo cobra, sin embargo, su implacable cuota. No se olvida, es cierto, pero ya casi no se recuerda en las generaciones de jóvenes que solamente han leído sobre el suceso.


Yo era un niño de ocho años en ese 1968, pero poco tiempo después, durante un viaje familiar a la Ciudad de México, mi padre nos llevó a observar en algunos edificios del conjunto habitacional Tlatelolco los agujeros que habían dejado las balas, nos platicó lo que había sucedido, los estudiantes y personas asesinadas en ese lugar y eso se me quedó grabado de manera indeleble.


Regresando al presente, apenas un par de días atrás leí las líneas que José Woldenberg dedica a reseñar el libro de Gilberto Guevara Niebla, líder estudiantil del movimiento del 68, escrito bajo el sugerente título “1968, explicado a los jóvenes” (publicado en México por el Fondo de Cultura Económica en 2018), mismo que buscaré para regalarlo a mis hijas.


Woldenberg (en su libro “La democracia en Tinieblas”, Ediciones Cal y Arena, 2022), nos advierte que se trata de “una descripción puntual, clara, pedagógica. Narra la historia subrayando los principales hechos, declaraciones, tomas de posición. Pero es además una composición que se acompaña  de un aura analítica  y de un intento de explicación comprensivo, fruto de años, décadas, de darle vueltas al asunto”.


Con el afán de mantener viva la memoria del suceso a más de medio siglo de sucedido, comparto un par de fragmentos de la reseña del libro de Guevara Niebla:


  1. “En efecto, bien puede hablarse de un antes y un después del 68. La generación de estudiantes, que en buena medida era la beneficiaria del llamado “milagro mexicano”, se alzó contra un régimen vertical, autoritario e insensible a los nuevos vientos que recorrían a un país modernizado…unos jóvenes que querían ser contemporáneos del mundo, ejercer sus derechos políticos, trazarse nuevos horizontes, pensar al país fuera de los cánones del oficialismo, se toparon con unos usos y costumbres impermeables a la disidencia, aceitados para obedecer y para concurrir a la unidad nacional en torno al Presidente de la República, Padre de la Nación que se convirtió en un Tutor Energúmeno.”

  2. “Guevara realiza un certero y justo reconocimiento al Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra. Y en efecto, al encabezar la primera manifestación, al formarse del lado de los universitarios ofendidos, al reivindicar la autonomía para subrayar que la Universidad no era una institución susceptible de ser alineada a los designios presidenciales, se convirtió no solamente en una figura ejemplar, sino que estableció un jaque simbólico a los excesos gubernamentales.”

  3. “El 68 impactó las más diversas relaciones sociales: entre padres e hijos, entre hombres y mujeres, entre gobernantes y gobernados. Fue disparador de un potente cambio cultural. Su espíritu contagió a muchos.”


La reseña de Woldenberg del libro de Guevara Niebla abarca otros puntos muy interesantes, por ejemplo, las diferencias y fricciones al interior del movimiento estudiantil. Baste nada más, para los propósitos de rememorar hoy el 2 de octubre, los puntos citados y concluir junto con Woldenberg que “el 68 más bien puede percibirse como el detonador de un proceso democratizador que acabó por cambiar de manera contundente las fórmulas del quehacer político y logró desmontar una pirámide autoritaria para construir una germinal democracia”. Sí, de ese tamaño es la importancia de la Noche de Tlatelolco.


Al 2 de octubre no lo olvidemos: van 54 años y contando…


rogelio.rios60@gmail.com


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