sábado, noviembre 08, 2014

Desaparecidos, calcinados…

Fuente: Google Search.


Por Rogelio Ríos Herrán

Ni al más curtido lector de noticias mexicano le pasó sin tocarlo, emocionalmente hablando, la nota de que fueron encontrados algunos de los restos de los 43 normalistas rurales guerrerenses, quienes afirma la Procuraduría General de la República que fueron secuestrados, asesinados e incinerados en un basurero de la población de Cocula, en Guerrero, y parte de sus restos dispersados en el Río San Juan.

Ese mismo lector que ha visto de todo en las noticias: gente colgada en los puentes, cabezas desprendidas de sus cuerpos y tiradas en las banquetas, personas descuartizadas, niños verdugos y niños víctimas, etcétera, se resistía a creer que los normalistas de Ayotzinapa fueran a tener el mismo final que los miles de víctimas de la violencia en México: la muerte violenta, la desaparición hasta de los restos, el desvanecimiento de personas que nunca son vueltas a ver.

Pero la noticia, aunque previsible, llega como bofetada para todos los mexicanos: ya aparecieron los normalistas, pero muertos y asesinados con crueldad.

Un hecho así nos degrada a todos los mexicanos –sociedad y gobierno- a niveles a los que no quisiéramos descender jamás, a una convivencia sin leyes ni normas en donde la ambición de poder y riquezas de unos cuantos grupos dominantes no tiene freno ni escrúpulo alguno, a un lugar en que la muerte indiscriminada y brutal es el único horizonte de vida.

En proporciones distintas, pero la misma tendencia se repite en todo México: las extorsiones y amenazas; luego los secuestros y finalmente el asesinato o la desaparición de las personas. 

En la mayoría de los casos hay autoridades involucradas –por acción u omisión- que dejan a los ciudadanos en total indefensión.

El problema no queda enterrado en Guerrero con los restos de los normalistas rurales, ni sus consecuencias conocen ya límites geográficos, como se puede constatar con la amplia difusión del caso Ayotzinapa en redes sociales y en medios informativos y entre autoridades de muchos países que han condenado el evento violento.

El problema de la violencia llega hasta nuestra vidas de golpe, se conoce y se vive en Tijuana o en Monterrey tanto como en Iguala o Chilpancingo: los derechos humanos se encuentran bajo constante ataque, las garantías individuales sólo existen en el papel mientras no las defendamos, el valor de la vida y la dignidad de cada persona es desdeñado y degradado con impunidad por las organizaciones criminales y por la complicidad directa de autoridades, en muchos casos, o por la omisión, en otros tantos.

Ahí, en ese territorio de los derechos fundamentales, sin barreras ni condicionantes de ideologías, sin reservas políticas, es donde yace la esencia de lo que es ser humano y habitante de este mundo con derechos y obligaciones por el simple hecho de ser una persona.

“El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, escribieron los redactores en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la dignidad y a la seguridad de su persona” (artículo 3), agregaron. Todo ello tiene vigencia plena en la legislación mexicana.

México tuvo una participación activa y solidaria tanto en la elaboración de la Carta de San Francisco (que crearía a la ONU en 1945) como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos porque se creía entre muchos mexicanos de entonces en la posibilidad de un mundo mejor después del horror de la Segunda Guerra Mundial.

Pero en 2104, ¿qué decirle a los padres de los normalistas rurales asesinados? ¿Que todo fue en vano para los mexicanos desde 1948? ¿Que tenemos derechos fundamentales a nivel universal y consagrados en la Constitución mexicana, pero que no los podemos hacer valer? ¿Que se resignen a ya no ver vivos jamás a sus hijos jóvenes?

 La vida en México seguirá, por supuesto, el país no se detiene ante los hechos violentos que ya parecen empezar a formar una parte permanente de su panorama, y, por lo demás, vendrán otros sucesos y noticias a desplazar a Ayotzinapa de la atención de la opinión pública.

Pero el problema de fondo persiste en todo México y en todos los estratos sociales: ¿cuánto vale en México nuestra vida y dignidad como personas? ¿Cómo ejerce un mexicano sus derechos fundamentales: por la vía institucional o con un fusil en la mano? ¿Por qué tuvimos que llegar a este dilema?

rogelio.rios60@gmail.com





jueves, octubre 16, 2014

Guerrerenses del mundo

Estudiantes normalistas rurales marchan en protesta en Guerrero, México.
Fuente: Google.com



Por Rogelio Ríos Herrán 

Por un efecto de concentración intensa y excesiva en un tema noticioso que tienen los medios de comunicación en México -y para el caso, en casi todo el mundo-, el suceso trágico de la desaparición de 43 estudiantes de una escuela normalista rural en Ayotzinapa, Guerrero, México, ocupa un lugar central entre gran parte de la opinión pública mexicana.

No podía ser de otra manera: que tantas vidas perdidas y aparentemente segadas con crueldad por criminales sacudan la conciencia de los mexicanos y les arrojen al rostro una cara brutal de nuestra nación es un golpe brutal, sí, pero también una oportunidad para que la sociedad reaccione y exija una pronta acción del Estado mexicano para saber qué le pasó a esos muchachos normalistas y quiénes son los responsables.

El centro de nuestras preocupaciones como ciudadanos y como padres de familia son ellos, en primer término, saber en dónde están, averiguar sobre su destino, castigar con rigor a los culpables, evitar por todos los medios posibles que eso vuelva a suceder en Guerrero o en cualquier parte de México.

Lo demás, es decir, el juego político tejido alrededor de su tragedia, son asuntos de segundo plano: si renuncia o no el Gobernador Ángel Aguirre, si el PRD alentó a funcionarios y gobernantes con perfil de delincuentes en Guerrero, si el titular de la PGR sabía de antemano de la complicidad entre el Alcalde de Iguala y los delincuentes, pero no hizo nada al respecto, ¿qué más da eso ahora que ni siquiera rastros de 43 muchachos pueden ser encontrados?

Ni la enorme presión internacional sobre el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa parece apurar a las autoridades mexicanas a dar resultados inmediatos de sus pesquisas, mientras día a día las ONGs pro derechos humanos señalan una y otra vez, con razón, la dramática debacle que se vive en algunas regiones de México respecto a las garantías esenciales para las vidas de las personas.

Pocas veces como hoy, en este tramo final del 2014, se siente en todo México una pesadumbre palpable en la opinión pública, un desánimo mayúsculo ante el grave retroceso que en la vida nacional representa lo de Ayotzinapa, que junto a otros eventos sangrientos como los de la masacre de Tlatlaya o la matanza de inmigrantes centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, abonan toneladas de pesimismo al ánimo nacional y casi nada de optimismo.

¿Cuál es la salida al grave problema que vive hoy Guerero? Cualquiera que sea se ve compleja y riesgosa, pero probablemente se necesite una inmediata intervención federal a gran escala ante la debilidad de las autoridades locales y su complicidad en algunos casos con la delincuencia regional.

Al final, sólo una gran presión de la opinión pública mexicana y de la organismos internacionales y ONGs dderechos humanos hará que la pesada maquinaria burocrática mexicana se eche a andar con rapidez y eficiencia en Guerrero.

Eso es lo menos que le debemos a lo estudiantes normalistas desaparecidos, ¿en dónde están? Que regresen vivos.

rogelio.rios60@gmail.com

miércoles, agosto 27, 2014

Alcance de las reformas

Una plataforma petrolera en las costas de Campeche.
Fuente: google.com


Por Rogelio Ríos Herrán

Se celebra en estos días en muchos círculos públicos y del sector empresarial la aprobación de un paquete de reformas -entre las que brilla con luz propia la energética- que fueron el fruto de una larga e intensa negociación entre partidos políticos, empresarios y grupos de opinión.

Las cámaras legislativas fueron el escenario de discusión de senadores y diputados en torno a los temas de las reformas en un tono apocalíptico que hizo recordar otros momentos de la historia de México en los cuales, se decía, se jugaba el futuro de la Patria: o reformamos o nos hundimos.

El Presidente Enrique Peña Nieto sentó el tono –desde la perspectiva oficial- del momento que vive hoy nuestro país en un editorial publicado el 24 de agosto en el diario El País: las reformas aprobadas fueron “la plataforma sobre la cual se generó una agenda de cambios profundos que han sentado las bases jurídicas e institucionales para la construcción de un nuevo México”.

“Estas reformas”, agregó el Presidente de México, “tienen tres grandes objetivos: elevar la productividad de México para impulsar el crecimiento y el desarrollo económico; fortalecer y ampliar los derechos de los mexicanos; y afianzar nuestro régimen democrático y de libertades”.

Al abrirse ahora el ciclo de la implementación de las reformas, el desafío para gobierno, sociedad y sectores empresariales será llevarlas a la vida diaria de los mexicanos en forma de beneficios tangibles que permitan hablar en efecto “de un nuevo México”.

En esta ocasión, y en particular en torno a la reforma energética, no sólo las expectativas de los mexicanos son muy altas, sino que la conciencia crítica de una buena parte de la sociedad –en especial de la clase media- respecto a las acciones de gobierno y a la manera en cómo se hacen negocios en México, será la que marque la diferencia frente a otras épocas.

Es verdad que el marco institucional y el estado de derecho siguen siendo débiles o muy vulnerables en México, pero lo que existe, con lo que contamos, es un punto de partida para que los ciudadanos por sí mismos o a través de las organizaciones y partidos políticos hagan valer en la realidad sus derechos, reciban los beneficios concretos y perciban que verdaderamente se combate y se abate a la corrupción.

Contra el optimismo gubernamental y empresarial va a contracorriente un escepticismo profundo de los mexicanos que una y otra vez han escuchado promesas y ofrecimientos similares de sus gobernantes sólo para padecer profundas devaluaciones y crisis económicas cuyas cicatrices todavía perduran en la memoria colectiva.

No pienso en cómo el gobierno va a implementar las reformas, sino en cómo la respuesta de la sociedad a ellas permitirá o no que se concreten y que sean benéficas para la sociedad mexicana.

No pienso en la inercia gubernamental, sino en la iniciativa de la sociedad, en los mexicanos proactivos y críticos que no cejarán en la tarea cotidiana, dura y desgastante de tratar de ejercer plenamente sus derechos y cumplir sus obligaciones.

¿Cuándo llegarán las reformas a nuestros bolsillos?
Fuente: google.com

México sigue siendo un país de jóvenes, de muchachos que apenas acceden a la edad económicamente activa y que no se van a conformar, en su mayor parte, simplemente con vivir en un país que los adultos les entregan con tantas carencias y rezagos y con tan pocas oportunidades para los recién llegados.


¿Cuál será el alcance de las reformas? ¿Está nuestro petróleo en riesgo o en efecto será el detonante de una nueva etapa de desarrollo? Los ojos de un adulto y los ojos de un joven lo ven de maneras distintas: alguno de los dos tendrá la respuesta correcta.

rogelio.rios60@gmail.com

viernes, junio 20, 2014



Felipe VI, Rey constitucional 

Por Rogelio Ríos Herrán 


Encarno una monarquía renovada 
para un tiempo nuevo 
Felipe VI 

En qué momento más difícil en la historia de España asume la Corona el nuevo Rey Felipe VI, al recibir la investidura real de manos de su padre Juan Carlos: una época en que bajo cualquier indicador económico y social la sociedad española vive bajo la tensión de la crisis, el desempleo y el desasosiego que en la convivencia entre españoles produce la brecha generacional, las posiciones políticas y rupturas ideológicas, las rivalidades a muerte como entre los equipos de futbol, y, para rematar, la estrepitosa eliminación en la primera ronda de la Selección española en el Mundial de Brasil 2014.

Ante una nación desgarrada en lo interno, disminuida en su influencia externa en América Latina, golpeada en el orgullo deportivo y de la cual un sector mira con ojo sumamente crítico a la Monarquía y pide su abolición, el relevo generacional en la Corona aporta, al menos, la frescura que todo en cambio en el poder suele traer, sobre todo, cuando quien llega representa a una nueva generación de españoles más jóvenes que reclaman su papel en la vida pública de la nación ibérica.

Ha dicho atinadamente Felipe en su discurso de apertura de su reinado que es "mi convicción personal que la Monarquía Parlamentaria puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a España".

Agregó el nuevo monarca que "la independencia de la Corona, su neutralidad política y su vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas, le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político... y ser cauce para la cohesión entre los españoles".

Felipe es un Rey que accede a la cabeza del Estado español de acuerdo con la Constitución, un Rey constitucional como él mismo lo manifestó en su discurso inaugural, y no podemos dejar de subrayar la importancia de este hecho: la transición pacífica de la titularidad de la Corona como un reflejo de la madurez política de la nación española.

Su preocupación por dejar asentada la fuente de su legitimidad nos habla del tamaño del desafío que enfrenta, así como de una visión pragmática de un jefe de Estado que sabe cuál es su papel en el sistema político, pero que también reconoce que no es ajeno ni inmune al fragor de las batallas políticas ni al rechazo manifiesto de una parte de los españoles que en días recientes, desde el anuncio de Juan Carlos sobre su abdicación, se manifestaron ruidosamente en las calles madrileñas.

De los diversos puntos que abordó Felipe en su mensaje inicial, rescato dos que me parecen relevantes para el momento político español: 

1) Recuperar la autoridad moral de la Casa Real 

La Corona debe saberse ganar continuamente el aprecio, respeto y confianza de los ciudadanos, "y para ello velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta honesta, íntegra y transparente como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social". 

"Sólo de esa manera se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones", concluyó el Monarca.

Sobra decir que éste es quizá el motivo de mayor irritación de una parte de la sociedad española con la familia real: el descrédito que alguno de sus miembros le ha embarrado al verse sujeto a proceso judicial, las pifias de don Juan Carlos, el alto costo del mantenimiento de la realeza en medio de una severa crisis económica. Mucho trabajo tiene por delante el joven Rey para reconquistar el aprecio perdido de la sociedad española.

LA FAMILIA REAL ESPAÑOLA
Fuente: Google Search.


2) El papel de Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía

Los nuevos reyes jóvenes no dejan de ser, en su rol de padres de familia, como muchas familias en España: con dos hijas pequeñas, con las preocupaciones familiares, y con una vida por delante para educar a las niñas y salir adelante como familia. Sólo que ellos, a diferencia del resto de la sociedad ibérica, tienen el sustento económico asegurado y no padecen las estrecheces de las clases media y baja en las ciudades españolas, ni han vivido la angustia de un desalojo ni han sufrido el zarpazo de la violencia y la inseguridad, los hijos adictos a las drogas, etc.
  
¿Cómo va a encarnar la Reina Letizia, mujer profesionista, periodista, inteligente y de visión moderna de la vida, a la mujer española de hoy, a las de su edad y experiencia de vida similar en la clase media, desde el rígido protocolo de la Casa Real? ¿Qué tiene qué decir y mostrar a las mujeres españolas como Reina, madre de familia y compañera de Felipe?

¿De qué manera la princesa y la infanta, adorables las dos, tendrán la simpatía y la cercanía con los niños españoles, los que ven sufrir a sus padres para ganar el sustento, los que perciben en los adultos la preocupación y la pesadumbre por lo difícil de la vida?

Cómo los jóvenes españoles, ellas también se enfrentan a una época de peligros, de amenazas por internet, de acercarse y caer en el abismo de las drogas y las adicciones; ellas, a diferencia de sus contemporáneos, corren además el riesgo de quedar doblemente aisladas del resto de la sociedad española por su investidura y por razones de seguridad. Si es difícil ser niño en el mundo de hoy, es doblemente arduo serlo cuando se es miembro de la familia real.

Empieza una nueva era en la Corona española, una de renovación no carente de retos y adversidades. Por todo lo que representan hoy y lo que pueden llegar a "encarnar", como dice Felipe, para la sociedad española y para ayudarle a recuperar la esperanza, sigamos con interés las acciones y palabras de Felipe VI, el Rey joven, universitario, con postgrado en Estados Unidos y que con entereza ha asumido la Corona: no es fácil ser el hijo de un Rey, ni mucho menos ser Rey de España.  

viernes, mayo 16, 2014

¿Qué va a hacer México ante Venezuela?


Jóvenes venezolanas se preparan para una protesta callejera.
Fuente: Google search.


Por Rogelio Ríos Herrán

Los acontecimientos violentos se precipitan en las calles de Caracas, San Cristóbal  y otras ciudades de Venezuela, las imágenes de la Policía Bolivariana y grupos paramilitares arremetiendo contra los opositores al Gobierno de Maduro, golpeando a discreción y deteniéndolos para someterlos a procesos judiciales que no ofrecen garantías de imparcialidad (como en el caso de Leopoldo López) son cosa ya de todos los días.

La situación económica del país araucano no tiene un horizonte de mejoría a corto y mediano plazos, la inflación sigue rampante, el control de cambios causa estragos en las empresas nacionales y foráneas (la línea aérea Alitalia anunció su próxima suspensión de vuelos a Venezuela, por ejemplo), el desabasto de productos de primera necesidad es grave.

El sostén del Presidente Nicolás Maduro y de su Gobierno cada día se reduce más a la mera fuerza policiaca y militar y paulinamente se sustenta menos en la legitimidad que le dio su triunfo duramente cuestionado en las urnas en las pasadas elecciones presidenciales, en las cuales derrotó al candidato opositor Henrique Capriles por un estrecho margen en medio de acusaciones de haber tomado ventajas indebidas en la campaña electoral al disponer para sí del aparato mediático controlado por el Gobierno venezolano, y de prácticamente excluir la imagen de su contendiente de los medios electrónicos.

Hasta ahora, los países de América Latina agrupados en organismos internacionales como la OEA y la Unasur han asumido que siendo el de Maduro un gobierno electo en las urnas, merece el respaldo de la comunidad internacional a pesar de que Caracas recurre a la fuerza y a la violencia en contra de sus opositores en niveles que ya han rebasado el punto crítico.

La mediación ofrecida recientemente por la Unasur, por ejemplo, para abrir una Mesa de Diálogo, resultó un fracaso: el Gobierno de Maduro no ha podido convencer a los opositores de sentarse a dicha Mesa cuando, por un lado, tiende una rama de olivo para el diálogo pero, por el otro, arrasa en plena madrugada contra los campamentos de protesta de los opositores en Caracas, y los acusa de tener armas y divisas en ellos, además de encarcelar a una decena de detenidos.

Es contradictorio, por decir lo menos, el tono del discurso de Nicolás Maduro y sus funcionarios de alto nivel cuando hablan de ‘defender la legalidad’ de su Gobierno y de ofrecer su ‘disposición al diálogo’, pero en sus discursos públicos acusan a los opositores de intentar un golpe de Estado, de recibir financiamiento externo y de ser terroristas y delincuentes.

Es prácticamente imposible para cualquier fuerza opositora venezolana creer que un Gobierno que les habla en esos términos, que los apalea y encarcela y que permite a grupos paramilitares asesinar a estudiantes en las calles, tenga realmente disposición al diálogo; no se puede menos que pensar, en esas circunstancias., que la invitación a la Mesa de Diálogo suena como a una emboscada ante la dureza del discurso oficial y la criminalización de la Oposición, como en el caso de las figuras de Leopoldo López y Corina Machado.

María Corina Machado, opositora y ex asambleísta depuesta de forma irregular de su curul en la Asamblea Nacional venezolana.
Fuente: Google search.


¿Qué va a hacer México ante el deterioro acelerado de la situación en Venezuela? La amplia difusión mediática de las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, de las restricciones a la libertad de expresión, del encarcelamiento sin el debido proceso a los opositores o su defenestración irregular de la Asamblea Nacional como en el caso de Corina Machado, no deja lugar a dudas de que la postura mexicana –compartida con la mayoría de las naciones latinoamericanas- de apoyo a un Gobierno electo en las urnas y de llamado al diálogo entre las partes en conflicto ya se ha visto rebasada por las circunstancias.

El dilema para México en Venezuela es el de seguir o no apoyando formalmente al Gobierno de Maduro cuando éste no hace caso de los llamados diplomáticos a detener el uso de métodos violentos en contra de la oposición, garantizar los derechos y libertades fundamentales a todos los ciudadanos venezolanos y verdaderamente comprometerse a escuchar a la Oposición y a no criminalizarla, no nada más decirlo de dientes para afuera.

Por el contrario, el deterioro de Maduro y la debacle de su legitimidad a cada minuto que aumenta la violencia en las calles venezolanas podría arrastrar en su caída al prestigio de los gobiernos latinoamericanos que hasta ahora lo han apoyado en el plano formal. No se puede ayudar a quien no se ayuda a sí mismo.


Los mexicanos observan con horror a la distancia, a través de los medios de comunicación, la violencia con que el Gobierno venezolano trata a los ciudadanos opositores y las penurias que hace pasar a la población en general en el abasto de alimentos y por hacerles padecer una inflación tan elevada; no pasará mucho tiempo antes de que sea la misma sociedad mexicana la que se cuestione si realmente vale la pena y se justifica que su Gobierno siga apoyando -con el argumento de que se trata de un Gobierno electo en las urnas- al régimen de Nicolás Maduro: ¿Por qué comprometer a México con el apoyo a Gobiernos violentos e irrespetuosos de los derechos humanos?

@rogeliux

rogelio.rios60@gmail.com

jueves, abril 24, 2014

Periodistas y escritores

En una redacción de periódico como las de antes, como las de siempre..
Fuente: www.muypymes.com.



Por Rogelio Ríos Herrán 

Es una coincidencia irónica de la vida -un gesto muy literario, por lo demás- que escritores que han hecho la nota en estos días en México nos ayuden a poner bajo el reflector de nuevo, así sea por una semanas mientras pasa la efervescencia, el añejo e inacabable tema del cruce entre literatura y periodismo.

Cualquier joven reportero y sin duda todo editor maduro en las redacciones de periódicos y revistas tiene el anhelo íntimo de dar en algún momento de sus vidas el paso de periodista a novelista o escritor de cuentos, poeta, ensayista y crítico literario.

El gran Gabriel García Márquez, recientemente fallecido, pregonó durante su vida entera y lo probó con su propia experiencia vital, que el periodismo puede ser literatura, es más, que no tiene que haber distancia ni enemistad entre el rigor periodístico y la libertad en el manejo del lenguaje que es la esencia de la literatura.

Por ello, todo redactor, reportero y editor que se respete tiene una novela guardada en un cajón, una aventura literaria que lo excita más que un affaire amoroso, lo sublima, lo lleva por caminos que sólo la imaginación puede abrir y que le ayudan a sobrellevar el trabajo del día a día, rutinario y tedioso como pocos, y que sólo de tanto en tanto con la nota grande o los sucesos extraordinario puede elevarse a los niveles glamorosos que vemos en las películas sobre periodistas.

La muerte de García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982, el fallecimiento de Emmanuel Carballo, autor, crítico y periodista de gran nivel, y el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2014 a Elena Poniatowska, nos dan pie, y porque ellos mismos lo han dicho con sus palabras y su vida, a considerar que sí, en efecto, tal vez sea posible que la literatura y el periodismo no sólo se crucen sino que vayan de la mano en muchos casos y a través de tramos muy largos.

Elena Poniatowska dijo con claridad que el Cervantes se lo daban a una "reportera", se asombró de haberlo recibido y dio las gracias, pero seguramente sabía en su interior que ese premio era un reconocimiento a la audacia de una periodista de ser a la vez literaria y periodística en su oficio:

"Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”. 

"Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo" expresó en Madrid.



Es ciertamente un gran tema de reflexión para quienes están en el oficio periodístico cuestionarse cómo utilizar en su trabajo, en lo cotidiano y en lo extraordinario, el lenguaje como un poderosos instrumento de comunicación que sea igualmente preciso, claro, riguroso y, por qué no, literario.

No es sencillo, ni se da en automático ni en todos los casos los resultados son afortunados. No garantiza, además, la buena presentación "literaria" de una pieza periodística que sea cierta, que esté hecha con rigor, que cumpla su cometido de revelar verdades que permanecían ocultas a los lectores de periódicos y revistas.

Además de las aspiraciones literarias, el periodista tiene que lidiar primero y antes que nada con la ética de su profesión, su compromiso con la objetividad, su obstinada crítica al poder y sus arbitrariedades y con darle voz y presencia en el foro público a todas las voces de la comunidad, al mayor número posible de puntos de vista, a cuidar la calidad del debate público.

Sólo entonces se dará un respiro para sacar la novela del cajón y tratar de terminarla. Su experiencia y buena o mala fortuna en el oficio cotidiano, en el 90 por ciento de tedio y rutina o en las inyecciones de adrenalina de los grandes sucesos y notas dramáticas, lo marcarán y le dará forma a su experiencia como escritor.

Se puede ser un magnífico periodista y ser un gran escritor por caminos separados, cada quien formado en lo suyo. Pero se puede también ser las dos cosas, intentarlo al menos, lo cual es muy bueno. Si sale muy bien el intento, mucho mejor. Pero tanto atrás del periodista como del escritor hay un mundo de trabajo lejos de los reflectores, de acopio, corroboración y de horas muertas e improductivas, de talacha informativa y creativa; una montaña de errores, intentos fallidos y resultados mediocres antes de alcanzar la excelencia. Un territorio en donde muchos quedan atascados viendo cómo apenas unos pocos logran avanzar.

Por eso da gusto ver a periodistas premiados como escritores, a escritores que se asumen con orgullo como periodistas, y que dignifican el oficio tanto como lo haría un periodista o un novelista que se ha dedicado exclusivamente a su campo de trabajo.
  
Al final, es a la imaginación a la que se premia y se reconoce, a la posibilidad de vislumbrar un mundo mejor desde un escritorio de la redacción o sobre la mesa de trabajo de un estudio casero, a concebir maneras distintas de decir las cosas, y a hacerlo con un toque de inspiración y genialidad.

Gracias, Gabriel, Elena y Emanuel y tantos otros antes que ellos, tantos otros hoy como ellos y muchos más que vendrán y que creen en lo que hacen y se vuelcan a realizarlo. Sus obras y sus vidas nos enseñan a mirar hacia las estrellas, a saborear las palabras y a abrazar la vida. En una palabra: a seguir adelante. 

rogelio.rios60@gmail.com
@rogeliux

AMLO: la fatiga del poder

  Por Rogelio Ríos Herrán  Al poco tiempo de empezar las conferencias matutinas (“las mañaneras”) en el arranque del gobierno de López Obra...