miércoles, marzo 22, 2006

Elecciones 2006 en México

Ponencia presentada en el Seminario Elecciones 2006: Escenarios Posibles en México, organizado por la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública (EGAP) en el ITESM Campus Monterrey el 10 de Febrero de 2006.

No hay manera de abordar el análisis de los escenarios electorales en México sin que por reflejo involuntario, y de manera automática, nos cimbre el recuerdo de los desastrosos fines de sexenio que han padecido varias generaciones de mexicanos.

Es cierto que la elección presidencial del año 2000, con su vigilante IFE y una metodología electoral que funcionó casi a la perfección, nos devolvió la esperanza de que en México sí podía funcionar un proceso electoral razonablemente limpio, que diera sustento a la transición en marcha y que rindiera sus primeros frutos en el mayor trofeo de caza del sistema político mexicano: la alternancia en la Presidencia de la República.

Todo ello, además, en un contexto de estabilidad macroeconómica y política que rompió el ciclo fatídico de los fines de sexenio en los que el país se iba hacia el abismo.

Pero con todo eso en consideración, no deja de renacer la inquietud ante la posibilidad de una repetición de las crisis sexenales de antaño que todavía le roban el sueño a mucha gente. Por eso es relevante el ejercicio de imaginar los posibles escenarios electorales en el 2006, en primer término, para conjurar los fantasmas del pasado, pero, en seguida, para dar los primeros pasos hacia la etapa en que nos convenzamos de que tenemos un sistema político confiable, tarea nada fácil y que quizá debemos medir temporalmente en generaciones.


Mi previsión hasta el momento sobre las elecciones de julio se alínea con las de los analistas más orientados a escenarios de estabilidad económica y política (digamos, los optimistas) en contraste con quienes ven más focos rojos que verdes o amarillos en la confrontación irreconciliable entre los dos candidatos (el del PRD y el del PAN) que se perfilan como los protagonistas principales en julio próximo (digamos los pesimistas). Mis razones son:

Factores de estabilidad
1. A pesar del tono dramático de las declaraciones de los candidatos en campaña, en este año no se puede hablar de las elecciones como un “referéndum para el cambio” como en el año 2000, cuando los estrategas de campaña de Vicente Fox astutamente establecieron un escenario de todo o nada para los electores: votar por el cambio o por más de lo mismo, como se decía en los cuarteles de campaña foxistas.

La polarización de las opciones para los votantes fue nítida, marcada en blanco y negro para no dejar lugar a dudas y para capturar el porcentaje de votantes indecisos que el día de la histórica jornada electoral del 2 de julio del 2000 rondaba el 20 por ciento de los votantes. Al final, los números mostraron que Fox ganó con el 43 % de los votos, Labastida obtuvo el 36 % y Cárdenas el 17 %. De ese porcentaje de votos, Fox atrajo el 50 % de los votos de mexicanos entre los 18 y los 24 años y el 60 % de los votos de mexicanos con educación universitaria. La atracción de la alternancia en la Presidencia, resumida en la famosa frase “vamos a sacar al Pri de Los Pinos” ejerció un efecto irresistible entre la juventud mexicana y particularmente entre quienes acudían por primera vez a una elección presidencial.

Muchos votos que fueron de izquierda en las elecciones del 94 y el 97 se fueron con el candidato panista en el 2000, el “voto útil” y en efecto la elección funcionó como un referendum a nivel de Presidencia de la República. Pero respecto al Congreso y al Distrito Federal, la historia fue diferente. La mayoría legislativa no fue para el PAN, sino que la conformación de la cámara obligaba a la negociación entre los tres principales partidos políticos para el funcionamiento de la tarea legislativa. Y en el DF ganó el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, en una asombrosa exhibición del voto dividido que los mexicanos ejercieron sagazmente para evitar extenderle un cheque en blanco a ningún partido ni candidato en particular.


2. En el 2006, el panorama político es de post alternancia en la Presidencia de la República, y probablemente en el DF, y la perspectiva en el Congreso federal es que el futuro Presidente, quien quiera que gane, no tendrá el dulce escenario de contar con una mayoría legislativa de su propio partido. A la distancia de los años se aprecia que el momento político del año 2000 fue excepcional y difícilmente se repetirá, que Fox capitalizó un descontento gutural contra el PRI que llevó a mucha gente a votar incluso en contra de sus preferencias políticas por la opción que le ofrecía satisfacer el anhelo de la alternancia presidencial y que le abrió la posibilidad de establecer las condiciones de la elección como una selección básica entre votar por el cambio o por la permanencia del PRI en el poder.

Nada de eso se repite en el 2006: al pasar de la oposición al gobierno, el PAN paga el costo político inherente al ejercicio del poder y ya no es únicamente el PRI su principal enemigo, sino el PRD, cuyo candidato se enfocará ahora a capitalizar el descontento de los votantes con el primer gobierno de alternancia en la Presidencia de la República para intentar dar un paso más en la misma ruta: la alternancia, sí, pero hacia un Presidente perredista. No hay nada parecido al ambiente de referendo que prevalecía en el ambiente electoral del 2000 en torno a un cambio histórico en el sistema político y ahora, en todo caso, se puede pensar en voto de castigo sobre la tarea de gobierno concreta de Fox, no sobre una abstracta confrontación de proyectos de nación que no preocupan en lo más mínimo a la gran masa votante.

Y no está claramente definido todavía que al final los contendientes fuertes sean dos, pues en el campo priista pueden suceder cambios que revitalicen la campaña de su candidato actual o uno de relevo y lo hagan remontar en las encuestas. Sin el atractivo original de la alternancia y sumado el desencanto con los frutos del gobierno foxista, será interesante ver cómo deciden votar ahora los jóvenes recién incorporados al padrón electoral y el segmento de entre los 18 y 24 años que se volcó en el 2000 por el candidato de las botas y la hebilla plateada, en fin, el grupo de votantes con educación universitaria que son quienes están en posibilidad de seguir el desempeño de las campañas en su conjunto por su acceso a los medios de comunicación.
¿Quién y con qué argumentos los seducirá, políticamente hablando, en el año 2006?

3. Si remover al PRI de Los Pinos en el 2000 no desencadenó la gran crisis política y la fuga de capitales que los agoreros de entonces se atrevieron a predecir, parece mucho menos plausible que una posible alternancia hacia un gobierno de izquierda en México provoque un terremoto o que haga erupción el Popocatépetl. Sería, por supuesto, otro gran hito en la historia de México, pero no mayor que la hazaña de la alternancia en el 2000 y no la primera, ciertamente, en el escenario latinoamericano.

Por el contrario, México se engancharía al tren de los gobiernos de izquierda entre los últimos vagones pagando tributo a esa vocación mexicana de llegar tarde a todo. Brasil no ha desaparecido del mapa, mucho menos Chile, ni siquiera Venezuela por más que se empeña su Presidente en hacerlo. El punto es que en el contexto latinoamericano, no es un estigma la perspectiva de un gobierno de izquierda como el de AMLO y frente a las experiencias de lo sucedido en otros países, suena menos aterrador el discurso interno de quienes en México asocian esa posibilidad con un escenario de desastre económico y político para el país. Por si el voto dividido de los mexicanos no fuera suficiente, otro candado iniciado por Ernesto Zedillo y continuado por Fox, el del acotamiento de los antiguos poderes presidenciales extraordinarios, operará sobre la realidad política que enfrentará el nuevo Presidente.

4. Washington tendrá mucho qué decir en el escenario electoral del 2006 en México, pero lo hará desde esa lejana distancia con que desde años atrás observa los asuntos mexicanos, relegados a segundo término entre las prioridades de la gran potencia. Resulta difícil concebir que la Casa Blanca identifique a AMLO con Hugo Chávez, por ejemplo, o que, por otra parte, observe diferencias significativas entre las propuestas de los candidatos del PAN, PRI y PRD frente al tema migratorio y la relación bilateral México-EU. La medición del riesgo político en México no puede ser, a ojos de los observadores estadounidenses, mayor en nuestros días de lo que lo fue en el 2000 cuando ante la posibilidad real de que el PRI perdiera el poder en México se acabara el entendimiento tradicional de dejar hacer al PRI lo que quisiera para mantener el poder en tanto garantizara a Washington la estabilidad política y económica al sur de su frontera. El pragmatismo americano no se fijará en el discurso ideológico de cada candidato, sino en su capacidad para negociar los acuerdos necesarios con la Casa Blanca.

Este es un pilar de la gobernabilidad prioritario para el próximo Presidente mexicano, particularmente cuando la relación bilateral atraviesa por un nivel muy bajo y la migración y el narcotráfico demandan un alto nivel de entendimiento entre los gobiernos mexicano y norteamericano.


5. El gobierno de Estados Unidos insistirá en el tema de la seguridad y estará al pendiente de cómo lo aborden los candidatos en las campañas para saber en qué términos funcionará la relación bilateral con el nuevo gobierno mexicano a partir del 2007, cuando ya esté instalado en Los Pinos el nuevo Presidente mexicano. La necesidad de recomponer la maltrecha relación bilateral con el vecino del norte es una fuente de presión para los candidatos presidenciales para que enfaticen la cooperación sobre la confrontación y la estabilidad política sobre la desintegración de la vida pública.

Nadie puede en México asegurar con absoluta certeza que, en caso de ser necesario, la Casa Blanca acudiría al rescate financiero de México como lo hizo en 1995 después de la devaluación y los famosos “errores de diciembre”, las circunstancias en Washington son muy diferentes a la época de la presidencia de William Clinton. Por tanto, en un escenario de tormenta no contaríamos con un salvavidas si naufraga el barco mexicano.


6. Nunca será suficente remarcar que los mecanismos electorales y judiciales que no existían hace apenas una década son el sustento primordial para un escenario de estabilidad. ¿Qué candidato se atrevería a desafiar los resultados del IFE o, si hay impugnaciones, una resolución judicial del TRIFE sin medir previamente que la opinión pública nacional e internacional estaría más inclinada a creer en las instituciones (considerando el antecedente positivo de las elecciones del 97 y el 2000, por ejemplo) más que en la postura de un candidato?

7. El siguiente factor viene de la mano del anterior: los medios de comunicación. Su papel ahora es no solamente el de vigilar la limpieza electoral sino en servir de plataforma privilegiada para la exposición de los candidatos y sintetizar la disputa electoral en sus propios términos mediáticos al grado de llevarnos a preguntar: ¿es posible una campaña electoral sin los medios de comunicación?, ¿hay vida más allá de los medios?

Si se me permite la contradicción en los términos, tal vez en esta elección los medios jueguen un papel de “observadores protagónicos”, pues quizá sin proponérselo, es la cobertura la que hace o deshace una campaña y es imposible informar sobre las elecciones sin dejar de influir en ellas. Puede ser que esa capacidad de moldear la agenda pública funcione como estabilizador de la vida política del país al someter a los candidatos y sus partidos a un severo escrutinio que les inhiba a corromperse o a proponer proyectos descabellados, pero puede ser también lo contrario si la competencia intra mediática conduce a exacerbar las confrontaciones políticas.

8. El factor inesperado en las elecciones del 2006 puede provenir del área del entretenimiento deportivo: La Copa del Mundo de futbol soccer en Alemania, cuyo calendario puede coincidir en fechas decisivas con la jornada electoral si la Selección Nacional avanza en las rondas clasificatorias. En vista de la popularidad del futbol en la sociedad mexicana, las lealtades políticas pasarán muchos apuros para competir con las lealtades deportivas. Sin sobredimensionar este factor, pero tampoco sin subestimarlo, el debate está abierto y empieza a ser analizado en los medios políticos y de opinión del país, pues la capacidad de distracción del futbol ayudaría a la creación de un ambiente anticlimático en la jornada electoral que bien podría apaciguar los ánimos políticos.

Factores de riesgo
1. A todo lo anterior que suma en favor de la estabilidad, debemos restarle lo que constituye los factores de riesgo para un escenario de inestabilidad. Las amenazas a una jornada electoral pacifica y a la impugnación civilizada de los resultados si ése fuera el caso, provienen de fuera del sistema político: el narcotráfico, la migración, los desastres naturales de los cuales el 2005 fue un año representativo.

Cuando se desbordan las acciones violentas del crimen organizado como ha sucedido de manera intensa en el arranque de este año, se reactivan en la sociedad sus peores temores: verse rebasada por la capacidad violenta de las bandas criminales, sentirse indefensa ante la incapacidad de las autoridades a diversos niveles para enfrentar a los carteles de la droga, saberse a merced de quienes operan fuera de la ley con la mayor impunidad y arrogancia. En ciudades y regiones del país la vida cotidiana de las comunidades ha sido ya trastornada profundamente por la presencia del crimen organizado y su remolino de violencia. ¿Cómo pensar en propuestas políticas en tal ambiente? ¿A quién creer las promesas políticas que profiere cuando la realidad que se vive es opresiva y angustiante? El efecto inmediato de la violencia en sus múltiples modalidades que padecen los mexicanos es la desmovilización política, la no participación, el abstencionismo como una forma de protesta del ciudadano al encontar que es un rehén de la delincuencia organizada.

2. La migración como factor de desintegración de la comunidad y de la vida política es evidente en el desarraigo de las personas que dejan su lugar de origen y no tienen la motivación suficiente a donde llegan, sea dentro o fuera del país, para mantener activa su participación como ciudadanos en las lides electorales. El programa del voto de los mexicanos en el exterior arrancó con magros resultados, aunque habrá que persistir en él para mantenerlo como un puente entre los mexicanos que viven separados por la línea fronteriza.

La migración del medio rural al urbano, a Estados Unidos, el abandono de muchos pueblos, la existencia de miles de comuniades de escasos habitantes, en lugares de difícil acceso y en condiciones de pobreza, fortalecen al abstencionismo como el gran desafío a vencer en el 2006 y en las elecciones por venir en un buen número de años. Si no es la violencia, es la marginación lo que empuja a muchos mexicanos a vivir indiferentes a la vida política del país, reducida al ámbito urbano en su mayor parte.


A este respecto, retomo las palabras de Luis Medina Peña, analista y estudioso de la política mexicana, cuando escribió en 1994 que “ante todo hay que tomar en cuenta que la democracia en México ha sido y sigue siendo predominantemente una preocupación de las élites políticas más que objeto de una amplia demanda popular. Salvo casos locales de movimientos ad hoc organizados por la oposición para exigir respeto al voto, no se han visto movilizaciones a nivel nacional como las de Europa del Este o en los países del cono sur. Tener presente esta circunstancia aclara mucho el panorama de la discusión del tema democrático mexicano, pues se trata de los actores políticos principales, y sólo los actores, poniéndose de acuerdo sobre las reglas del juego, y de intelectuales e ideólogos discutiendo transiciones a la democracia y sus alcances” (en su libro "Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994". México: FCE, 2ed., 1995).

Conclusión

Por eso hay razones para pensar que en el 2006, descartando el factor de los desastres naturales con su eterna imprevisibilidad, no se vivirán las tensiones del 88 con aquella caída del sistema, del 94 con el famoso “choque de trenes”, ni del 2000 con el lema “sacar al PRI de Los PINos”. Las tensiones vendrán después en el 2007 cuando al inicio de un nuevo sexenio el ganador de la silla presidencial se dé cuenta de que, en efecto y como se dice popularmente “se sacó la rifa del tigre”: un país desunido y aquejado por la marginación y la lentitud de su desarrollo político, amenazado por el narcotráfico y su retraso en la competitividad que lo coloca a la zaga de otras naciones y todavía en busca de una relación equilibrada con Estados Unidos. Un país, en fin, desilusionado de sí mismo. Muchas gracias.

Monterrey, N.L., México, Febrero de 2006.
Derechos Reservados. Se puede citar este escrito refiriendo la fuente.

martes, marzo 14, 2006

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