viernes, abril 19, 2024

Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

 


Por Rogelio Ríos Herrán

En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las reglas, tratar de ganar a cualquier costo y degradarse hasta la ignominia como persona: es la ausencia de “fair play” (juego justo).

Hago esta reflexión a propósito del incidente provocado por el jugador Nahuel Guzmán, del equipo Tigres, desde las tribunas del estadio BBVA, durante el encuentro contra los Rayados del Monterrey, en el denominado clásico regiomontano del 13 de abril que terminó en empate.

Nahuel, portero titular del equipo Tigres, observaba el juego desde la tribuna. En varios momentos del partido, de manera sorprendente para un jugador de su nivel, se dedicó a molestar a los jugadores rivales en la cancha con el uso de un aparato de rayo láser del tipo que se utiliza como apuntador en las presentaciones en power point.

La conducta antideportiva del argentino Nahuel Guzmán (38 años) no es un evento aislado en su trayectoria profesional. Tiene incidentes anteriores que lo colocan como reincidente, sin que ningún directivo o entrenador de Tigres le haya puesto un alto y lo expulsara del equipo.

Desde hace tiempo, el fútbol profesional mexicano dejó de ser un deporte de caballeros para convertirse en un concurso de individuos sin escrúpulos que sólo buscan el dinero y la popularidad instantánea. Cualquier parecido con los políticos mexicanos no es mera coincidencia, sino plena identificación.

No percibo en políticos y futbolistas un sentido de pertenencia a la institución en que militan, de trabajo en equipo ni apego a una ética del deportista o el servidor público.

Lo de Nahuel Guzmán se repite, en mayor o menor medida, en todos los estadios de fútbol de México: las conductas antideportivas de simulación de faltas y lesiones, de gritos e insultos a árbitros y abanderados, de falta de respeto a los jugadores contrarios y de nulo aprecio de lo que significa portar los colores de un equipo profesional.

Como usted ya adivinó, podemos apreciar algo similar en los políticos y los partidos políticos: la falta de “amor a la camiseta” por decirlo en términos futboleros, lleva a las personas al individualismo más oportunista, a la renuncia de valores e ideales y al engaño como habilidad suprema.

Finalmente, el comité disciplinario de la Liga MX determinó una dura sanción a Nahuel Guzmán (11 partidos y multa económica) que a estas alturas de su carrera podría orillarlo al retiro o al cambio de club. Arrastrará con él un desprestigio público que ha manchado su récord como un gran portero.

Lo que me llama la atención es que  haya sido el propio Club Tigres de Fútbol el que, habiendo observado las reincidencias de Nahuel en conductas antideportivas, careciera de capacidad institucional o fuerza de carácter en sus directivos para controlar al jugador y evitar que la institución misma (que representa los colores de la Universidad Autónoma de Nuevo León) saliera desprestigiada con este incidente.

En abono de Nahuel, se disculpó públicamente con quienes ofendió en el estadio y reconoció su error. Cualquier deportista es tan grande como sus entrenadores, y en el caso de Guzmán faltó esa grandeza en los entrenadores y directivos del club para evitar que cometiera errores tan graves una y otra vez.

Siendo el fútbol,profesional el deporte más popular para los mexicanos, y yo un fan de Tigres, me duele ver que el ejemplo que jugadores y clubes proyectan al público, sobre todo a niños y jóvenes, sea negativo: en la cancha gana el que burla el “fair play”, no el que lo obedece.

Por eso fue quizá tan fácil que otro jugador profesional de fama y popularidad, el mexicano Cuauhtémoc Blanco, incursionara en la política con la misma actitud que siempre tuvo en la cancha: la burla al contrario, la simulación ante el árbitro y hacer que el equipo jugara para él, no al revés. 

El resultado está a la vista con el desastre que Blanco dejará en Morelos al terminar su gestión como gobernador.

Lo peor del fútbol es lo” mejor” de la política, los defectos se convierten en virtudes falsas que te llevan a ganar a toda costa.

Adiós al “fair play” en México.

Rogelio.rios60@gmail.com

viernes, abril 12, 2024

#YoNoMeDistraigo

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

Mientras se dirime en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos el conflicto que ocasionó la suspensión de relaciones diplomáticas entre México y Ecuador, yo no me distraigo: al momento, el conteo de homicidios dolosos supera las 183 mil víctimas. Al gobierno de López Obrador se le señalará como el sexenio con más homicidios dolosos de la era contemporánea, probablemente arriba de los 200 mil asesinatos. 

Cada día que el presidente patriotero se envuelve en la bandera nacional y desde sus conferencias matutinas acusa con dedo de fuego al gobierno ecuatoriano, a los Estados Unidos y a Canadá de confabularse en su contra y atacar la soberanía nacional, yo no me distraigo: las personas desaparecidas en México (más de 100 mil) son una tragedia de dimensiones incalculables que las generaciones futuras de mexicanos nos reclamarán airadamente: ¿cómo fue posible que esto sucediera?  

Con cada andanada retórica de la candidata morenista Claudia Sheinbaum en el debate del domingo 7 de abril al describir una realidad alterna con la que trataba de disimular la violencia que nos ahoga, con cada cifra mentirosa y cada pregunta y cuestionamiento evadido, yo no me distraigo: las acusaciones de negligencia y corrupción en los casos del Colegio Rébsamen y la Línea 12 del Metro que la involucran de cerca (la protección e impunidad para la directora Florencia Serranía, por ejemplo), son lápidas por las cuales deberá rendir cuentas ante la justicia. 

Cada día que pasa en que líderes de opinión y periodistas afines y comprados por el gobierno de López Obrador difunden información falsa, distorsionada y confusa; cuando atacan a periodistas, activistas y organizaciones de la sociedad civil que se enfocan a luchar por la transparencia de la información, yo no me distraigo: México es el país más peligroso para ejercer el periodismo excepto por las zonas de guerra, según las organizaciones Reporteros Sin Fronteras y la Sociedad Interamericana de Prensa; durante el actual sexenio han sido asesinados 43 periodistas  (y más de 160 desde el año 2000, según articulo19.org) y muchos más amenazados por el crimen organizado y acosados en sus lugares de trabajo. 

Cuando se difunden entre analistas morenistas cifras alegres sobre lo bien que va la economía nacional, la paridad peso-dólar, las inversiones extranjeras y que vivimos casi en el pleno empleo, yo no me distraigo: aproximadamente el 60 por ciento de la Población Económicamente Activa trabaja en la informalidad, las remesas superan los 50 mil millones de dólares como señal ominosa de la migración de muchos mexicanos a Estados Unidos, ha aumentado el número de millones de mexicanos que viven en la pobreza extrema, y las obras insignia del presidente López Obrador (además de Pemex) han provocado un pavoroso gasto público improductivo que pudo haberse empleado de mejores y beneficiosas maneras para la población. 

Al enfrentar una elección presidencial rodeada por la violencia y el asesinato y ataques a candidatos de todos los partidos políticos, en donde presenciamos el espectáculo de los recursos públicos volcados sin pudor en apoyo de la candidata oficialista, la postulación de personajes de negro prestigio y la falta de mecanismos internos transparentes y equitativos de selección de candidaturas, yo no me distraigo: Claudia Sheinbaum fue escogida como candidata a la presidencia de la república por el presidente López Obrador en una reedición del legendario “dedazo” priista, ahora “dedazo de izquierda”. ¿Qué podemos esperar de ella y de Morena si gana la elección? 

En fin, cada vez que escucho al presidente López Obrador evocar a Dinamarca como modelo a seguir por el sistema de salud pública mexicano y negar que haya desabasto de medicinas, fallas en clínicas y hospitales públicos, injusticias laborales con médicos y enfermeras, falta de vacunas para los niños y medicinas y tratamientos para los niños con cáncer, yo no me distraigo: será implacable algún día la rendición de cuentas ante la justicia del presidente y su gabinete de salud por el manejo de la pandemia de Covid 19 y la muerte en exceso de cientos de miles de mexicanos que se pudieron haber salvado con otros gobernantes al cargo. 

Lo dicho: #YoNoMeDistraigo.  

viernes, abril 05, 2024

Debate presidencial 2024: argumentos o insultos?



Por Rogelio Ríos Herrán 

No concuerdo con la noción de que un debate entre candidatos a puestos de elección popular debe ser una pelea de perros, sin concesiones, que termine en la derrota y humillación de los contrincantes del candidato ganador. 

Si quiero ver buenas peleas de box, acudo a YouTube a ver videos de Mohammed Alí o del mexicano Julio César Chávez. Si quiero ver buenos debates, vuelvo al clásico debate entre John F. Kennedy y Richard Nixon de 1960.  

Y si quiero ver un debate de altura el domingo 7 de abril entre Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez y Xóchitl Gálvez (en orden alfabético según sus nombres de pila), espero que haya discusiones intensas, pero orientadas a hechos y propuestas, no a las personas de cada uno de ellos. 

¿Que se lance Xóchitl a la yugular de Claudia e ignore por completo a Jorge? ¿Que se limite Claudia a expresar sus lemas de campaña y a no morder el anzuelo de Xóchitl, también ignorando a Jorge? Y Jorge Álvarez, ¿se lanzará en contra de Xóchitl o aprovecharé el foro nacional para darse a conocer? 

Si los candidatos se enfrascan en una batalla campal, el debate va a resultar completamente predecible, airado e inútil como herramienta de información para los electores. 

Por supuesto, las personalidades de cada uno de los candidatos se mostrarán al público durante el debate: quién se crece al castigo, quien se empequeñece; cuál de ellos es mejor orador y expositor, quién registra mejor ante las cámaras de televisión, etcétera. 

Un punto de la mayor importancia en el debate presidencial será ver a dos mujeres, de las cuales una será muy probablemente la próxima presidenta de México, dominar la escena de un debate presidencial –lo siento, Jorge- por primera vez en la historia mexicana. 

Tanto Claudia como Xóchitl (en orden alfabético) harán historia en el momento en que inicie el debate. Serán ellas, durante la duración del evento, las que representen a las diversas y múltiples mujeres mexicanas, sus ideas y posturas, sus anhelos y carencias, tristezas y alegrías; ¿estarán las candidatas a la altura de esa responsabilidad? 

Después del debate, ¿dejarán las candidatas en el electorado una impresión positiva respecto a que una mujer –cualquiera que sea la ganadora- es capaz de gobernar a un país de machos como presidenta de la república? 

Finalmente, ¿demostrarán Claudia y Xóchitl con su personalidad, argumentos, control emocional y capacidad de discusión y debate, que sí se puede romper para bien el techo de cristal en nuestro país? 

Lo mejor que puede hacer Jorge Álvarez Máynez en el debate presidencial es representar a la juventud diversa y policromática de México, darle frescura –por su edad- a la discusión y poner sobre la mesa los temas y problemas que le interesan a los mexicanos más jóvenes. 

Por favor, señoras candidatas y candidato joven, piensen en los electores por sobre toda otra consideración en su preparación para el debate presidencial: no van a una lucha en el lodo, sino a mostrar a los ciudadanos que hay personalidad, sensatez y buen juicio para gobernar. 

De gobernantes peleoneros y bravucones –como el inquilino del Palacio Nacional- ya estamos hasta el gorro, como se dice en Monterrey. No más.    

martes, marzo 26, 2024

Amenaza la violencia a las elecciones?



Por Rogelio Ríos Herrán 

No recuerdo una Semana Santa reciente, por lo menos en la última década, con tantos eventos violentos como la de este 2024 y con la evidente negligencia de las autoridades de todos niveles en el territorio mexicano. 

Vivo en Nuevo León y me entero de una docena de cuerpos de personas asesinadas y tiradas en Pesquería, además de la cuota diaria de homicidios en la zona metropolitana. 

Leo las noticias sobre extorsiones en Cuautla, Morelos, que afectan a casi toda su población. Enfrentamientos violentos entre criminales y más cuerpos de personas asesinadas en Chiapas, secuestro de más de 60 personas en Culiacán. 

Guerrero ya es nombrado por los analistas como un estado controlado por el crimen organizado, no se diga Michoacán, cuyos transportistas tienen que pagar una “cuota” a los criminales por cada camión de carga de productos agrícolas que envían a los mercados. 

La lista de atentados y asesinatos a candidatos en campaña, de varios partidos políticos, crece día a día en tanto los demás candidatos hacen como si no pasara nada y continúan en sus campañas en una especie de mundo surreal (ilusorio) que se sobrepone al mundo real. 

Justamente en los días del año, la Semana Santa para los católicos, en que el tiempo se presta para una reflexión interna, la búsqueda de equilibrio espiritual y la promesa de esforzarnos por ser mejores personas, de estar bien con Dios (por lo menos para quienes no piensan solamente en salir de vacaciones), la violencia ha secuestrado a los mexicanos. 

La preocupación sobre cómo afectan la violencia criminal y la negligencia del gobierno federal a las elecciones generales de junio sería una preocupación secundaria o irrelevante para quienes son las víctimas directas de ella. 

Pero no es posible, para la sociedad en su conjunto, seguir ignorando lo evidente: ¿qué clase de elecciones vamos a tener los mexicanos en medio de la violencia extrema que padecemos?  

Otra pregunta precede a la anterior: ¿En qué momento hemos normalizado la violencia? De veras, ¿es lo más natural del mundo que las personas desaparezcan y no se vuelva a saber de ellas hasta ser encontradas en fosas clandestinas? 

¿No debemos los mexicanos preocuparnos por la perspectiva de que, gane quien gane la presidencia de la república, las gubernaturas, las alcaldías y el Congreso federal, no tendrá autoridad alguna en un país ingobernable? 

Para el récord, comparto con ustedes la definición de violencia de la Organización Mundial de la Salud: 

Violencia es “el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daño psicológico, problemas de desarrollo o la muerte.” (Ver la entrada “Violencia” en Wikipedia). 

No solamente percibo que los ciudadanos mexicanos estamos indefensos ante el crimen organizado, la situación incluye a las autoridades que son incapaces de enfrentar a los criminales o actúan en complicidad con ellos. 

Todavía hace poco más de una década, cuando los años violentos de 2010 y 2011, escuchaba a analistas, amigos y conocidos compartir la creencia de que, a pesar de todo, el Ejército era el “último bastión de defensa” ante los criminales, con lo cual se justificaba la militarización que ya avanzaba en México. 

Más de diez Semanas Santas después, ya nadie me dice que los militares son la “última defensa” ante los criminales, pero lo que sí avanzó con el actual gobierno de López Obrador fue la militarización. 

¿Ya no hay “última defensa”, entonces?  

Cuando lo que se ha intentado no funciona, sólo queda la fe de las personas para sostener su esperanza: aparecerá la hija desaparecida, regresarán con vida el hijo o el hermano secuestrados, ya no vendrá el criminal cada mes por su “cuota” al negocio familiar, no habrá más balas perdidas que maten a los niños en las calles. 

Sí, la fe que mueve montañas. 

No sé qué va a pasar el 2 de junio, pero si la tendencia actual se mantiene los votantes y candidatos estarán bajo un riesgo grave ante la violencia. No ignoremos la amenaza del crimen organizado. 

Aprovechemos la Semana Santa para reforzar nuestras reservas de fe: la vamos a necesitar. 

martes, marzo 19, 2024

Vladimir Putin: el espejo ruso

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

Sin candidatos alternativos de oposición o independientes, sino entre puros candidatos afines al gobierno ruso, no es raro que Vladimir Putin haya ganado las “elecciones” (de alguna manera hay que nombrarlas) culminadas el 17 de marzo en una rara combinación: obtuvo el 87 por ciento del voto o 76 millones de votos (contra el 4 por ciento de su competidor más cercano), cifra casi igual al 86 por ciento de aprobación que algunas encuestas señalan entre la población.  

El universo de votantes rusos fue de 114 millones y la participación ascendió al 77 por ciento, según datos de la agencia Reuters, ambas cifras las más elevadas en la Rusia post soviética. Una verdadera avalancha electoral. 

¿Le parece engañosa la avalancha? Lo es en varias maneras que nos pueden servir de lección si las observamos desde México, en donde el gobierno de López Obrador y su partido oficialista MORENA han mostrado una enorme simpatía por el líder ruso Putin.  

Paul Sonne, corresponsal internacional en Europa del New York Times recogió en una nota del 18 de marzo (“Elecciones en Rusia: qué dicen los resultados del respaldo a Putin”, 18/03/2024, nytimes.com) varias opiniones de especialistas sobre por qué, a pesar de la guerra de agresión rusa a Ucrania y la muerte de decenas de miles de jóvenes soldados rusos, y no obstante la ausencia de candidatos opositores fuertes, es engañosa la victoria de Putin: 

  1. “Las cifras que aparecen en las encuestas de Rusia no significan lo que la gente cree que significan... porque Rusia no es una democracia electoral, sino una dictadura en tiempos de guerra” (Aleksei Minyailo, activista de Moscú y cofundador de Chronicles, encuestadora e investigadora independiente). 

  2. En una encuesta elaborada a fines de enero por Chronicle, más de la mitad de los encuestados se declararon partidarios de restablecer relaciones con los países de Occidente, pero sólo un 28 por ciento respondió que Putin las restablecería. Aproximadamente un 58 por ciento se declaró a favor de una tregua con Ucrania, pero sólo 29 por ciento estimó que Putin estaría de acuerdo con la tregua. “Vemos que los rusos quieren cosas distintas de las que esperan de Putin. Probablemente, si tuvieran algún tipo de alternativa, podrían tomar una decisión diferente”, expresó Minyailo. 

  3. “Se puede argumentar de forma compleja porqué esta guerra (la agresión rusa a Ucrania) va muy en contra de los intereses de Rusia, y esa parte del espectro está ausente. Ahora está ocurriendo en el exilio, y el gobierno está erigiendo muchos obstáculos para que la gente no acceda a este contenido”, señaló Alexander Gabuev, quien dirige el Centro Carnegie Rusia Eurasia. La oposición es “algo realmente poco atractivo, más para los de fuera que para la mayoría”, agregó. 

  4. Candidatos derrotados: Nicolai Karitonov, comunista (4.3 por ciento); Vladislav Davankov, partido Gente Nueva, 3.9 por ciento; Leonid Slutsky, Partido Demócrata Liberal, (3.2 por ciento). Dos candidatos bloqueados que se oponían a la guerra en Ucrania: Boris Nadezhdin y Yekaterina Dunstsova, según datos de la agencia Reuters.  

  5. Regiones con mayor votación favorable a Putin: la región del Cáucaso Norte en Chechenia y Daguestán; el Donetsk y Luhansk, las regiones ucranianas controladas por Rusia, según Reuters. 

  6. “Los profundos depósitos de inercia social, apatía y atomización, son la verdadera fuente del poder de Putin. Muchos rusos no tienen un marco más completo para pensar sobre ciertos temas porque no hay debate público”, dijo Alexander Gabuev al New York Times. 

  7. “La narrativa del Estado ha generado esta idea de que es Rusia contra todos los demás. Es muy importante esta narrativa de estar bajo asedio. La gente no es capaz de concebir una alternativa” afirmó al New York Times Katerina Tertytchnaya, profesora de política comparada en la Universidad de Oxford. 

Ni qué decir de la inequidad del terreno electoral en Rusia y de la fuerte vigilancia y represión del gobierno ruso sobre partidos opositores, activistas (Alexander Navalni) y ciudadanos que se atreven a alzar sus voces críticas en Moscú y en las principales ciudades rusas. 

No resulta ajena esta situación a los mexicanos de mi generación que recordamos cómo eran las elecciones antes de la transición democrática iniciada en los años 90: dirigidas desde el gobierno, dominadas por un partido oficial que ganaba casi todos los puestos de elección y por la apatía de los ciudadanos que no encontraban motivación en participar en elecciones arregladas para las victorias por avalancha, estilo Putin, para sus candidatos preferidos. 

No nos veamos en el espejo ruso. Defendamos a nuestra “frágil democracia” (como la nombra José Woldenberg) del autoritarismo del presidente López Obrador, Morena, y su asalto al régimen democrático. 

Ver la nota de Paul Sonne en The New York Times:

sábado, marzo 16, 2024

La salud del Rey en Palacio

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

No tiene nada de privado el estado de salud física y mental de un gobernante, en vista de que sus decisiones repercuten directamente en las vidas de millones de ciudadanos y en la condición general del Estado. 

Por sobre cualquier otra consideración, el principio de máxima publicidad debe prevalecer sobre el derecho a la privacidad de cada paciente en el caso de los presidentes, reyes y primeros ministros. Y, si me apuran, extendería la aplicación del principio a miembros del gabinete, diputados, senadores, jueces y magistrados. 

En México sigue siendo un tabú hablar de la condición física y mental del presidente de la república. El caso de Andrés Manuel López Obrador no es la excepción: sabemos que tuvo un infarto agudo al miocardio en el año 2013 suficientemente grave como para haberlo retirado de la vida pública, pero ¿cuál es su condición en 2024? ¿Está física y mentalmente apto para gobernar? 

Dos casos recientes sobre la salud de los gobernantes sirven de contexto a lo que afirmo: 

  1. El Rey Carlos III de Inglaterra anunció en febrero que padece de cáncer (no especificado) y que se sometería a tratamiento médico para contenerlo, lo cual lo obligaría a disminuir o suspender su vida pública durante algunas semanas. Esta noticia me sorprendió por el aplomo y la sinceridad del rey inglés al dirigirse a su pueblo y al mundo. Coincido con la escritora Miranda Carter cuando escribió en el New York Times que “lo más sorprendente de la revelación de que el Rey Carlos III fue diagnosticado con cáncer, tras menos de dos años en el trono, es el hecho de que se haya dado a conocer... un rey en el poder siempre ha sido la encarnación del Estado, una metáfora viviente de su salud... cuando tu cuerpo es el Estado, ¿cómo hablas de su inevitable fragilidad y debilidad? Históricamente, no se hace”. No se hace, pero el Rey Carlos se atrevió a hacerlo público y a enfrentar las consecuencias. Bien por él. 

  2. “Es un hombre viejo bien intencionado con una memoria pobre”, es la frase con la que fiscal especial Robert K. Hur se refirió al presidente Joseph Biden en su reporte sobre una investigación que realizó por posible manejo inadecuado de documentos confidenciales. La frase casual y excesiva –nada qué ver, diríamos en México- en una investigación judicial que no abordaba la salud del presidente Biden, se sumó a la polémica sobre la condición física y mental de los dos candidatos presidenciales en la contienda presidencial: Biden (octogenario) y Trump (septuagenario). Antes de eso, la Casa Blanca había difundido en febrero el reporte general del médico de la Casa Blanca, Dr. Kevin O’Connor, sobre el más reciente “check up”, en el cual se detallaba el buen estado general de salud de Biden considerando su edad y el intenso estrés al que está sometido (padece apnea del sueño, por ejemplo). La energía con la que Biden dio el “Mensaje sobre el estado de la Unión”, sin embargo, ayudó a despejar la polémica ocasionada por Hur. 

Mientras tanto, en México, los reportes del médico de cabecera del presidente López Obrador son uno de los secretos mejor guardados en Palacio Nacional. ¿Cuántos infartos más ha tenido el presidente? ¿Cómo es su presión arterial? ¿Cuál es su medicación? ¿Cómo está de condición mental? ¿Cuál es su actividad física diaria? 

Lejos, muy lejos, de los ejemplos de Carlos III y el presidente Biden, quienes hacen público su estado de salud y sus enfermedades y medicaciones, los mexicanos no merecemos recibir de Presidencia la información crucial sobre cómo se encuentra de salud el presidente de México. 

¿Tendremos que adquirir la nacionalidad británica y entonces sí recibir la información de salud del Rey de Inglaterra? ¿Tendremos que hacernos ciudadanos estadounidenses y conocer cada una de las medicinas que diariamente toma Biden? 

Nuestro Rey en su palacio no se digna a informarnos.   

lunes, marzo 11, 2024

A qué le tiras cuando votas mexicano?

 


Por Rogelio Ríos Herrán 

Entregar el voto individual a un candidato o partido político es ceder voluntariamente el poder ciudadano individual a favor de alguien más. 

Con ese voto nuestro en su poder, el candidato o partido político favorecidos se harán cargo no sólo de la administración pública sino de algo más importante: la acción de gobierno, el acto de mandar en nombre de otros, en una palabra, ejercer la representación popular. 

Con ese fin, el candidato y partido político favorecidos actuarán no con cualquier mandato ni con alcances ilimitados, sino con el mandato de ley y apegados a la Constitución y las leyes, a las instituciones políticas y judiciales, al sistema de pesos y contrapesos que conforman a la democracia fundada en el Estado de Derecho. 

Ante la complejidad del asunto y en vista de la ligereza que percibo entre muchos ciudadanos amigos y conocidos sobre sus razones e impulsos para votar, me pregunto, parafraseando al maravilloso cantante Chava Flores, ¿a qué le tiras cuando votas mexicano? 

Una forma concreta de la decadencia de la democracia mexicana (la “frágil democracia”, le llama José Woldenberg) se palpa de inmediato del lado de los ciudadanos, vale decir los votantes: no se informan adecuadamente o de plano no se informan en absoluto y transitan por la vida presumiendo una feliz ignorancia de los asuntos nacionales. 

Además, no ejercitan su capacidad de pensamiento (son “cerebros vírgenes”, decía un buen amigo) ni mucho menos el pensamiento crítico aplicando la suspicacia elemental que debieran mostrar ante cualquier candidato, sus promesas y exageraciones. 

A veces pienso que el abstencionismo no es culpa de la oferta electoral, sino de la demanda ciudadana.  

Al no exigir un estándar cívico y político elevado de los candidatos y partidos políticos en contienda, al no revisar críticamente cómo fue la gestión de tal o cual gobernante (empezando por la presidencia de la república), percibir sus fallas, vicios y virtudes, muchos ciudadanos prefieren no votar y culpan de ello a la clase política. 

Por el lado de quienes acuden a votar, no es difícil percibir que una mayoría, me atrevo a decir, no tiene una idea clara de por quién votar, aunque quieren ejercer su derecho al voto. Al votar, lo hacen en una especie de limbo electoral, esa zona incierta en la cual se ejerce el derecho ciudadano a sufragar, es verdad, pero sin mucha idea de por qué o por quién hacerlo. 

Es un error no votar, pero también es un error votar sin tener una idea cabal de lo que se está haciendo, cumplir por cumplir y a otra cosa, como el acto de ir a misa los domingos y el resto de la semana comportarse como un pecador consumado. 

En el fondo, la sociedad mexicana sigue padeciendo un problema ancestral: la falta de cultura cívica, por un lado; la carencia del impulso por educarse y adquirir una razonable cultura general, por otro lado, que aqueja a muchos mexicanos. 

“¿Por qué queréis que obren bien si los incitáis al mal?”, diría de mi parte parafraseando a Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Cómo van los gobernantes a respetar a unos ciudadanos que no se respetan a sí mismos? 

Si los electores mexicanos cambian sus votos por baratijas, ¿para qué esforzarse si con hacer o decir cualquier cosa van a votar de cualquier manera?, pensarán los candidatos. Es como quitarle un dulce a un niño. 

Por eso en cada temporada electoral, en cada oportunidad de votar, me pregunto lo mismo al recordar a Chava Flores: ¿a qué le tiras cuando votas mexicano? 


Nahuel, fútbol y políticos: adiós “fair play”

  Por Rogelio Ríos Herrán En México, el fútbol precede a la política en el triste arte de no respetar a los demás contendientes, violar las ...