martes, diciembre 11, 2018

Penn Warren, los hombres del Rey




Por Rogelio Ríos Herrán

El propio escritor norteamericano Robert Penn Warren, autor de “All the King’s Men” (1946), reconoció en alguna entrevista que la suya no era una novela política, sino una historia personal narrada en el contexto de un líder político tocado por el populismo y la corrupción.
Me acerqué a esa obra porque buen número de reseñas la señalaban como una de las grandes novelas contemporáneas de un escritor norteamericano (a quien yo no conocía), ganador del premio Pulitzer de Ficción en los años 40s por su narrativa y galardonado por sus poemas.
De una manera que me recordó el “libre albedrío” postulado por John Steinbeck en su novela “East of Eden”, la tensión de Penn Warren entre la fuerza de los acontecimientos y la voluntad de los hombres por labrar ellos mismos sus caminos, imponer sus voluntades y obtener lo que desean en la política y en la vida privada le da un giro extraordinario a su narración.
Yo esperaba tal vez una “novela política” que me ayudara a entender lo que está pasando hoy en la escena política estadounidense, sus protagonistas y sus motivaciones, pero obtuve un premio doble: un escenario político magistralmente dibujado y tan vigente hoy como en los años 30 (época en que se sitúa la narración), cruzado por la corrupción, el egoísmo y las traiciones; además, la oportunidad de conocer a un narrador fantástico (un García Márquez anglosajón), de rico lenguaje y sintaxis desbordante, que construye y desarrolla párrafos memorables, giros del lenguaje, oraciones que denotan lo más profundo y lo más banal a continuación uno de lo otro. Sí, como un plus, con acento sureño.
No le contaré la trama ni el perfil de los personajes, no quiero ahorrarle, estimado lector, el placer de leer esta novela que seguramente le deslumbrará como lo hizo conmigo. No por nada Penn Warren es uno de los escritores más reconocidos en la literatura norteamericana, y además uno de los que resaltan por su manejo del lenguaje: si usted creía que ya ha visto todo lo que se puede hacer con el idioma inglés, espérese a leer “All the King’s Men”.
Mi vieja edición de bolsillo (paperback) casi se me deshace entre las manos de tanto doblarla, llevarla en la bolsa trasera del pantalón, traerla en el piso de la camioneta, ponerle tazas de café encima, en fin, todo lo que un libro sufre cuando uno simplemente no puede dejar de leerlo.
¿Ahora sé más del espíritu que impulsa a los políticos estadounidenses, de sus motivaciones profundas? Es probable que sí, pero estoy mucho más contento con el descubrimiento de un autor que no conocía y, llevado de la mano de Penn Warren, de las riquísimas posibilidades del manejo del idioma inglés para contar una historia, dibujar a los personajes y hacerme reflexionar sobre el azar y el destino.
“… for any place in wich you may flee will now be like the place from wich you have fled, and you might as well go back, after all, to the place where you belong, for nothing was your fault or anybody’s fault, for things are always as they are. And you can go back in good spirits, for you will have learned two very great truths. First, that you cannot lose what you have never had. Second, that you are never guilty of a crime you did not commit…”
Robert Penn Warren. “All the King’s Men”. New York: Bantan Books, 1980, 438 pp.
About the author (1905-1989): Born in Kentucky, educated at Vanderbilt University, The University of California, and Yale University, a Rhodes Scholar at Oxford, Robert Penn Warren made his literary debut as a member of the “Fugitive” group of young Southern poets. Since then he has taken his place as one of America’s most multi-faceted leading men of letters. As editor of The Southern Review, he deeply influenced the development of Southern writing. As critic, teacher and anthologist, he has played an important role in American higher education. Above all, however, his name will endure as a poet and a novelist whose works have been accorded a rare combination of critical and popular recognition. He has been awarded both the Pulitzer Prize for Fiction and the Bollingen Prize for poetry, to name but two highlights of a career graced with honors.



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