Es posible que, tanto gringos como mexicanos, hayamos desarrollado, ante los embates de los malos gobernantes demagogos, la capacidad de ¡respirar debajo del agua!
Por Rogelio Ríos Herrán
Hagamos un poco de aritmética humorística: llevamos los mexicanos 100 días con Donald en la Casa Blanca, los cuales parecen 10 minutos bajo el agua.
Completemos la cuenta con al menos 212 días de Andrés Manuel como expresidente, quien entregó un país endeudado hasta el tope y sumido en una crisis de violencia. Agreguemos otros 10 minutos bajo el agua.
Para completar, Claudia cumplió en mayo los primeros siete meses en el cargo, otros 212 días y 10 minutos a la cuenta, y ponga las cifras finales: 524 días y 30 minutos bajo el agua para los sufridos gobernados por dirigentes populistas tanto en Estados Unidos como en México.
Es un milagro que estemos vivos y caminando tan campantes como Johnny Walker. Es posible que, tanto gringos como mexicanos, hayamos desarrollado, ante los embates de los malos gobernantes demagogos, la capacidad de ¡respirar debajo del agua!
La pregunta es: ¿por qué aguantamos tanto los ciudadanos? ¿Perdimos ya la capacidad de reconocer a los tipos y tipas ignorantes, fanáticos, abusivos y corruptos antes de votar por ellos?
La falta abismal de cultura cívica en las sociedades modernas no puede derivar en otra cosa que en una mala decisión al elegir a los gobernantes.
Donald anunció desde su campaña electoral que iba a imponer aranceles al comercio exterior, perseguir judicialmente a sus adversarios políticos, deportar a diestra y siniestra y aun con métodos ilegales a los inmigrantes, y de cualquier manera ganó abrumadoramente la elección presidencial.
El mismo individuo que continúa negando que fue derrotado en la elección presidencial del 2020 e instigó el episodio conocido como el Asalto al Capitolio en 2021, el equivalente a un intento de golpe de Estado fue reelegido en 2024.
¿Cómo se les puede llamar -sin recurrir a groserías e insultos- a los que votaron por Donald?
Andrés Manuel anunció también desde la campaña presidencial sus planes de una “Cuarta Transformación” alucinante, le persecución de los enemigos de su “movimiento” y los medios de comunicación, el ataque al Poder Judicial y la captura de las instituciones y órganos autónomos, además de proclamar “el fin del neoliberalismo”.
Sí, Andrés Manuel tomó la decisión, antes de asumir la presidencia de la república, de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la CDMX en Texcoco, un durísimo golpe de entre 350 mil y 500 mil millones de pesos, la cual llevaba un avance de construcción de 30 por ciento, aproximadamente.
¿Cómo se les puede llamar -sin recurrir a groserías e insultos- a los que votaron por Andrés Manuel?
Finalmente, Claudia anunció que ella impulsaría la “continuación” del proyecto de Andrés Manuel (un “segundo piso”, le llamó), y seguiría encabezando su “movimiento”, callando convenientemente el legado real de su santón político: cientos de miles de muertes por su mal manejo de la pandemia de Covid 19, la entrega de control territorial al crimen organizado, cifras de récord histórico en los homicidios dolosos y personas desaparecidas, millones de mexicanos padeciendo desabasto de medicinas y falta de acceso al seguro social, y un largo etcétera.
No quiero ni mencionar la deuda pública histórica dejada por Andrés Manuel: al menos 16 millones de millones de pesos.
¿Cómo se les puede llamar -sin recurrir a groserías e insultos- a los que votaron por Claudia?
A mucha gente le gusta vivir bajo el agua sin respirar. Le gusta tanto que ya se acostumbró. Le gusta tanto que no puede vivir sin sentirse ahogada.
Al final, vivimos en una cultura política del ahogamiento de los ideales, las libertades y los valores democráticos, de la inmersión del liberalismo en el pantano del populismo y su discurso demagógico y falaz.
Cien días y contando, Donald. Siete meses y contando, Andrés Manuel y Claudia.
Se nos acaba el oxígeno.
FIN
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