Los problemas de expresión graves de Donald Trump reflejan la calidad deteriorada de su raciocinio y capacidad analítica. No hay manera de sacarle jugo, extraer un párrafo coherente o editar una oración completa para el “headline” del cintillo televisivo.
Por Rogelio Ríos Herrán
En la más reciente entrevista con un medio de comunicación electrónico (en “Meet The Press”, NBC News, 04/05/2025) en Estados Unidos, Donald Trump se comportó como siempre: errático, expresándose con vaguedad e incurriendo en contradicciones como la de, por ejemplo, que siempre no va a buscar la reelección para un tercer periodo presidencial, algo que está prohibido en la Constitución americana.
Desde enero pasado, cuando Trump asumió el cargo presidencial, sentí curiosidad por descubrir si los medios de comunicación estadounidenses repetirían su cobertura excesiva y obsesiva de lo que se conoce como “la fuente” de la Casa Blanca, en detrimento de otros temas de interés -incluso, mayor interés- para la opinión pública norteamericana o si cambiarían de enfoque.
Desafortunadamente, eso no sucedió. A pesar de la experiencia acumulada en el conocimiento público de la personalidad enfermiza de Donald Trump, de su impulso irrefrenable por mentir o inventar hechos o “realidades alternas”, como él les dice, los medios de comunicación de alcance nacional en su país lo siguen cubriendo con el mismo enfoque: recogiendo y amplificando cada palabra que él dice en su despacho oval, en el Air Force One o en donde se le pegue la gana.
Lo mismo sucede con las “entrevistas exclusivas” que obtienen las cadenas televisivas. Una y otra vez, no importa qué tan bueno o malo sea el entrevistador, lo que se obtiene de la entrevista es el mismo material de siempre, incoherente y vago, que sigue siendo repetido y amplificado hasta la náusea.
¿Qué aporta cada nueva entrevista de Trump a las cadenas televisivas o a los diarios estadounidense?
Nada nuevo o, si usted lo prefiere, los mismos ingredientes, pero mezclados de manera distinta.
Los problemas de expresión graves de Donald Trump reflejan la calidad deteriorada de su raciocinio y capacidad analítica. No hay manera de sacarle jugo, extraer un párrafo coherente o editar una oración completa para el “headline” del cintillo televisivo.
Las “breaking news” que nos ofrecen con pomposidad no son sino refritos de frases que Trump ya ha dicho mil veces o la contradicción del día: yo no dije esto, ni lo otro, ni lo demás.
Por supuesto, ¿cómo despreciar la oportunidad de una “entrevista exclusiva” con el presidente de los Estados Unidos de América?
Me da pena, mucha pena, ver cómo los medios de comunicación que más admiro en los Estados Unidos han llegado a tal nivel en la cobertura del presidente Trump que su labor pierde relevancia para la opinión pública.
De manera increíble para mí, el magnetismo de Trump volvió a atrapar a todos los grandes de la comunicación de masas estadounidenses y los tiene, literalmente, comiendo de la mano.
¿De qué me sirve esa cobertura nefasta sobre Trump?
¿Qué utilidad informativa se deriva para los medios de estar atentos, día y noche, a lo que dice o textea en redes sociales la imaginación enfermiza de un presidente lunático y repetirlo al público?
De ahora en adelante, yo haré una revisión exhaustiva de la información que consumo desde los Estados Unidos y aplicaré, con sumo placer, la tijera para recortar lo que ya no me sirve del arbusto informativo.
Hasta nuevo aviso, tomaré el camino de seguir las coberturas de los medios internacionales de renombre en otras partes del mundo (BBC, DW, agencias como Associated Press o EFE, The Economist, periódicos como Le Monde o The Guardian, etcétera) que tienen una cobertura mesurada sobre Trump, pero no dejan de tocar otros temas relativos a la Unión Americana.
Y, por favor, barones gringos de la comunicación, ya dejen de recetarnos más “entrevistas exclusivas” con Donald Trump que van a terminar en el bote de basura.
FIN
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