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Kirstjen Nielsen en una visita a la frontera antes de su renuncia.
Fuente: Google.com
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Por Rogelio Ríos Herrán
El “Dilema de Nielsen”, por llamarlo de alguna manera,
llegó a México más pronto de lo que yo creía. La reciente renuncia a principios
de abril de Kirstjen Nielsen al cargo de titular del Homeland Security Department
de Estados Unidos (una vasta maquinaria burocrática en la cual se concentran
los recursos del Gobierno estadounidense para enfrentar sus problemas de
seguridad) lanzó a la opinión pública una discusión relevante en ese país:
Nielsen renunció porque las instrucciones que le daba el Presidente Donald
Trump, de cumplirlas, la llevarían a violar las leyes norteamericanas.
No nos engañemos: la señora Nielsen era de línea dura
en cuestiones migratorias. Bajo su mano implacable, por ejemplo, se
implementaron las políticas de separación de niños y sus padres migrantes, de la
cual derivaron las crudas escenas de niños migrantes encerrados en jaulas en
centros de detención que conmovieron a los norteamericanos.
Todo tiene límite, sin embargo, incluso para Nielsen.
Ese límite llegó cuando, no obstante argumentarle intensamente al Presidente
Trump que sus instrucciones implicaban violar la ley, el Ejecutivo
estadounidense le insistía en que cumpliera sus órdenes. Colocada entre la
espada y la pared, Nielsen optó por la renuncia.
Un último escrúpulo personal salvó a Nielsen del
juicio que seguramente vendrá en el futuro para la Administración Trump sobre
su forma de proceder ante las leyes. No rebasó la línea roja, prefirió dejar
uno de los puestos más poderosos en el Gabinete estadounidense antes que
convertirse en cómplice del Presidente Trump en posibles ilegalidades.
Recordé este caso cuando en México el Presidente López
Obrador, en un memorándum girado a sus Secretarios de Hacienda, Gobernación y
Educación Pública, les instruye para que no cumplan (“dejen sin efecto”, según
las palabras presidenciales) las disposiciones legales y constitucionales
enmarcadas en la Reforma Educativa aprobada en 2013.
A los Secretarios Carlos Urzúa, Olga Sánchez Cordero y Esteban Moctezuma la
instrucción presidencial los coloca en el dilema de Nielsen: ¿cumplo la ley o
le hago caso al Presidente?
¿A qué está obligado un Secretario de Estado? ¿A quién
debe su lealtad última? ¿Por quién y hasta qué punto va a arriesgar su
reputación personal y profesional en aras de hacer lo que se le ordena?
Me resulta muy difícil entender la acción del Presidente López
Obrador respecto a la reforma educativa después de haber observado su mesurada
participación en el US-Mexico CEO Dialogue celebrado apenas el viernes 12 de
abril, en Mérida, frente a un grupo selecto de capitanes de empresas americanas
y el Secretario de Comercio Wilbur Ross.
Ante los empresarios extranjeros presentes, quienes tienen en sus
manos decisiones de inversiones de gran escala en México, reiteró el Presidente
López Obrador que México era un país de leyes, que los compromisos y los
contratos se cumplirían cabalmente por parte de su Gobierno y que los
inversionistas podían tener plena confianza en su gobierno. Cosechó muchos
aplausos, fue un buen evento.
Si creemos que, puesto que los CEOs ya se regresaron a
su país, lo del memorándum será solamente un tema de consumo interno o uno de
esos pleitos recurrentes entre el Gobierno y la Oposición, no será así. No pasa
desapercibido en el exterior todo acto y declaración del Presidente mexicano,
sobre todo cuando están en juego miles de millones de dólares en inversiones.
¿Cómo percibirán sus palabras los mismos CEOs que
acudieron a reunirse con él en Mérida: “si hay que optar entre la ley y la
justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia”?
Sobre la legitimidad de lo que pretende hacer el
Presidente mexicano a través de su memorándum se han pronunciado ya voces críticas
expertas, juristas destacados y políticos de oposición. No tengo más que
agregar a lo dicho.
Lo que sí espero con ansiedad es la reacción de Carlos
Urzúa, Olga Sánchez Cordero y Esteban Moctezuma ante el memorándum presidencial
(al momento de escribir este texto no he hallado ninguna reacción). La llegada
de cada uno de ellos al Gabinete se la deben por completo al Presidente López Obrador
y, además, creo que los mueve su afinidad ideológica sincera con el proyecto de
la Cuarta Transformación para aportar su mejor esfuerzo al nuevo Gobierno.
Hasta ahí todo está muy bien, es perfectamente
legítimo e incluso loable. La cuestión es cómo van a responder al tener frente
a sí el Dilema de Nielsen: ¿cumplo la ley o le hago caso al Presidente?
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Olga Sánchez y Carlos Urzúa
Fuente: Google.com
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Al buen entendedor, pocas palabras. Ni qué decir que cada
uno de los Secretarios mencionados en el memorándum es inteligente, capaz y con
trayectorias profesionales destacadas, vaya, son dueños de un alto prestigio
producto de una vida de trabajo.
¿Van a echar todo eso por la borda si el Presidente
López Obrador les insiste que ejecuten sus instrucciones al pie de la letra sin
importar las consecuencias?
¿O van a tomar la salida de Nielsen: renunciar antes
de arriesgarse a una posible ilegalidad? ¿Es posible que el propio Presidente López Obrador -una de las 100 personalidades más influyentes en el mundo en 2019, según la revista Time- no vea las implicaciones de sus actos y recapacite? ¿Quién lo asesora que lo
coloca en estos callejones sin salida en los que no hay ganancia posible?
Qué raros deben ser los días en Palacio Nacional. Cada
jornada trae algo distinto, los temas no se agotan, sólo cambian uno tras otro.
Todo pasa y nada queda. ¡Qué chamba la de Secretario de Estado en México y en Estados Unidos!
Link a la carta de renuncia de Kirstjen Nielsen:
Link al texto del Memorándum del Presidente López
Obrador:
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/454381/AMLO_Memora_ndum_Segob__SEP__SHCP__16abr19.pdf
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