miércoles, julio 11, 2018

México y USA: una búsqueda eterna



Por Rogelio Ríos Herrán
Me parece útil hacer, como simple observador mexicano, unos apuntes previos a la reunión que el viernes 13 de Julio celebrarán en la CDMX funcionarios norteamericanos del Gobierno del Presidente Trump y el candidato presidencial ganador Andrés Manuel López Obrador y su equipo:
1)    Pueden variar las circunstancias del momento en cada encuentro de alto nivel entre mexicanos y estadounidenses, pero lo que no cambia es la vecindad geográfica que nos obliga a vivir juntos. Lo queramos o no, somos vecinos eternos. Eso nos obliga a buscar a toda costa los puntos de entendimiento mutuo por sobre las diferencias.
2)    No importa quién esté en Los Pinos y en la Casa Blanca, la realidad que enfrentan los gobernantes en turno es sólida como una roca: las economías de ambos países se atraen, son complementarias, se necesitan una a la otra para su sustento y crecimiento.
3)    No menos importante es que los innumerables lazos y cruces que unen a las dos sociedades vecinas no conocen, en verdad, frontera alguna: fluyen naturales, imparables, conflictivos, benévolos, de muchas formas, pero no dejan de fluir. Con muros o sin muros.
4)    A los mexicanos, la historia nos recuerda que nuestro vecino es poderoso y que en épocas anteriores nos ha causado mucho daño. Nuestra idea de soberanía difiere, por tanto, ampliamente de la del vecino en tanto somos la parte más vulnerable de la relación bilateral. Ninguna retórica puede cambiar eso.
5)    La defensa de la soberanía de México se definió desde el siglo 19 como la defensa de su territorio ante las amenazas externas e intervenciones: Estados Unidos, Francia, España, por mencionar algunos casos. Así lo consideran los estudiosos del tema, de ahí se derivan los principios de política exterior defensivos establecidos en la Constitución mexicana.
6)    Son los principios de política exterior estipulados en el Art. 89 los que el Presidente de México debe seguir en la conducción de la política exterior y de los que no debe apartarse, en tanto no se modifiquen, a riesgo de incurrir en una grave irresponsabilidad histórica: no intervención en los asuntos internos de los otros países, autodeterminación de los pueblos, resolución pacífica de controversias, etcétera. Son como una vía del ferrocarril: no hay posibilidad de desviarse.
7)    Creo firmemente que Estados Unidos es hoy, a diferencia del siglo 19, un vecino que nos abre más oportunidades de crecimiento y desarrollo que problemas. Lo digo más allá de quienes están en el Gobierno tanto en Washington como en la CDMX. La vecindad geográfica con la economía más grande del mundo es una ventaja comparativa de valor incalculable para los mexicanos. No está exenta de riesgos y “daños colaterales”, pero compartir una frontera de más de 3 mil kilómetros con Estados Unidos es una montaña de oportunidades si la sabemos aprovechar.
8)    Defender la soberanía mexicana pasa, en el mundo globalizado de hoy, por enfrentar muchas más amenazas externas que la que pudiera plantear un gobierno hostil en Washington. Es el mundo entero el que se transforma, son los efectos globales del cambio climático lo que nos afecta; no dejarán de dominar la escena internacional en las décadas por venir los capitales financieros, las grandes empresas y los inversionistas.
9)    ¿Actualizar los principios de política exterior? ¿Adoptar nuevos principios que den herramientas constitucionales frescas a los nuevos gobiernos en México? Es una discusión que deberíamos tener desde hace décadas, pero que hemos pospuesto. Seguimos siendo un país volcado al interior en el que se relegan, salvo en un sector pequeño de mexicanos, los asuntos internacionales a segundo o tercer término. Desde el exterior se estudia y se sabe más de México que lo que los mexicanos estudiamos y sabemos sobre el mundo, en particular sobre Estados Unidos.
10)  Bienvenidos los encuentros de todo tipo (de cortesía o visitas de Estado) entre funcionarios y gobernantes o futuros gobernantes de Estados Unidos y México. Es en las mesas de negociación (y quizá en las canchas de futbol) en donde mejor se dirimen las diferencias aparentemente irreconciliables. Cara a cara, resulta que el león no es como lo pintan y que no es tan complicado negociar con él. Eso es siempre una buena apuesta. Pero no olvide jamás ningún negociador mexicano que en sus espaldas trae el peso no sólo de su partido o tendencia política, sino de todos los mexicanos, de toda la larga y dolorosa trayectoria de México por afianzar su independencia y su lugar firme entre las naciones del mundo. Suena dramático, es cierto, pero así es: llevamos nuestro pasado a cuestas. ¡Buena suerte!



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