Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
No deja de resultar irónico que justo cuando se acaba
de celebrar el segundo debate presidencial en Tijuana, sobre el tema de la
posición de México en el mundo, y cuando siguen frescas las críticas a todos los
candidatos por la insuficiencia y cortedad de sus comentarios sobre ese tema,
la relación entre Corea del Norte y Estados Unidos entra en una nueva etapa
crítica.
El Presidente Donald Trump envió (hoy 24 de mayo) una
carta a su homólogo norcoreano Kim Jong-un, en la cual le avisa su decisión de
cancelar la reunión entre ambos programada inicialmente el 12 de junio en
Singapur, aduciendo la “hostilidad abierta” de los norcoreanos en torno a
funcionarios del gobierno estadounidense y previendo graves consecuencias.
No hace falta decir que tal decisión hace retroceder
la situación entre Corea del Norte y Estados Unidos al estado de amenaza de
crisis nuclear en que se encontraba antes de que se abriera un breve periodo de
“reconciliación” entre ambos países, auspiciado por los esfuerzos diplomáticos
de Corea del Sur.
Todo eso sucede justo cuando éste y otros problemas
agudos de la agenda global fueron prácticamente ignorados por los candidatos
presidenciales el pasado 20 de mayo. Ni una palabra sobre la crisis en Corea
del Norte, el peligro de la reanudación del armamentismo nuclear, la necesidad
de tomar postura ante esta amenaza grave a la paz internacional. Nada.
Parece como si México fuera ajeno o, peor aún, inmune
a todo lo que pasa en otras partes del mundo como en la lejana Península de Corea. Es como si nuestros antecedentes como nación pacifista y activamente
involucrada en la lucha por el desarme nuclear en décadas anteriores no hubieran
sucedido nunca.
Es más, ni quién se acuerde ya de mencionar a Alfonso
García Robles, honrado con un Premio Nobel de la Paz en 1982 por su participación
en la elaboración y difusión del tratado de Tlatelolco, en el cual se pugnaba
por la no proliferación de armas nucleares en América Latina.
El punto fundamental para México es el de pronunciarse
y actuar en contra de las armas nucleares y, en general, del uso de la energía
nuclear para propósitos militares en la Península de Corea.
Si bien Corea del Norte tiene derecho, como cualquiera
otra nación, al desarrollo de la energía nuclear para usos pacíficos que
beneficien a su pueblo, la sospecha de que posee un avanzado programa de
armamento nuclear -o incluso un arsenal nuclear- plantea una situación a la
cual los mexicanos no podemos permanecer ajenos.
Cruzarnos de brazos e ignorar lo que sucede fuera de
nuestras fronteras es un grave error. Limitarnos a discutir sobre la migración y la
seguridad fronteriza, como lo hicieron los candidatos presidenciales en el
debate del domingo pasado, y agotar con eso la agenda internacional de México
es una omisión imperdonable.
No podría ser más inoportuna la crisis nuclear en la
Península de Corea: nos pesca en pleno proceso electoral mexicano, con un gobierno
saliente debilitado y enfocado a los problemas internos y a la relación con Estados Unidos y con los partidos
políticos y los candidatos independientes exhibiendo indiferencia hacia los
problemas mundiales.
No es tarde, sin embargo, para reaccionar y plantear
una postura activa ante la crisis nuclear coreana: rechazar el uso de la
energía nuclear para propósitos militares en cualquier parte del mundo, solicitar
la intervención urgente del Secretario General de la ONU como mediador entre Pionyang
y Washington y mantener una postura independiente en la arena internacional.
Hoy es la crisis nuclear en Corea del norte, mañana
podría ser en Siria o en alguna otra parte del Medio Oriente, ¿qué estamos
esperando los mexicanos para pronunciarnos? ¿A qué pasen las elecciones? Eso sería
pecar de ingenuidad.
rogelio.rios60@gmail.com
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