jueves, junio 13, 2019

¿Acuerdo sin consulta?


Presidente López Obrador y Marcelo Ebrard. 
Fuente: Google.com
Por Rogelio Ríos Herrán

Hasta donde sé, no solicitaron el Presidente López Obrador ni Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores, asesoría en México a ninguna universidad, centro de investigación u organismos empresariales, sobre cómo y qué negociar con Estados Unidos en comercio y migración durante la estancia de la misión diplomática en Washington, de donde surgió el acuerdo anunciado el 7 de junio.

Curiosamente, en la relatoría del viaje presentada por el Secretario Ebrard el 11 de junio y enviada al Senado de la República, se hacen menciones a reuniones de los funcionarios mexicanos con académicos y directivos del Woodrow Wilson Center; con Tom Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos; y con Andrew Seele y Doris Meissner, del Instituto de Política Migratoria. También hubo una reunión con académicos del Instituto Brookings.

No he visto tampoco que los legisladores del Congreso de la Unión o los Senadores intervengan, exijan o por lo menos eleven la voz (quizá con la excepción de Porfirio Muñoz Ledo) cuestionando el reciente acuerdo entre México y Estados Unidos.

En vista de la importancia de los asuntos comerciales y migratorios negociados en Washington, es inexplicable la falta de acción legislativa y el desinterés de diputados y senadores en revisar lo acordado y ver si se apega o no al mejor interés de México.

No se solicitó previamente opinión alguna, por ejemplo, a los gobernadores de los estados por donde transitan con mayor frecuencia los grupos de migrantes.

Todos ellos, sin embargo, diputados, senadores y gobernadores, estuvieron presentes en Tijuana el sábado 8 de junio en la reunión convocada por el Presidente López Obrador, originalmente, para protestar contra la amenaza de imposición de aranceles del Presidente Trump, la cual terminó en un jolgorio político de celebración de “la victoria” mexicana.

Los asistentes al mitin en Tijuana celebraban sin saber bien a bien qué se había negociado en Washington, pues no fue sino hasta el lunes 10 de junio que el Secretario Ebrard empezó a informar con mayor detalle de lo negociado.

Ninguno de los presentes en la plaza tijuanense fue consultado con anterioridad sobre el tema. La negociación diplomática, al final, prescindió incluso de la presencia de Graciela Márquez, Secretaria de Economía, quien era parte de la misión diplomática mexicana.

La Embajadora Martha Bárcena jugó públicamente un papel discreto. Fue el Secretario Ebrard quien se dirigió principalmente a los medios de comunicación.

De Olga Sánchez, Secretaria de Gobernación, entre cuyas atribuciones está conducir y ejecutar la política migratoria, ni sus luces. No se le vio en Washington ni se le ha visto casi en la CDMX. No sé si su ausencia es deliberada, pero resulta incomprensible e injustificada cuando uno de los puntos principales de negociación es la migración.

Reunión de trabajo en la Embajada.


Todo indica que el modelo de negociación con Estados Unidos en la llamada “crisis de los aranceles” giró en torno a Marcelo Ebrard y el Presidente López Obrador casi exclusivamente.

Se consultó sobre la marcha, ya en Washington y con la negociación en puerta, a académicos del Instituto Brookings o del Woodrow Wilson Center, pero no a los de El Colegio de México (de donde es egresado Marcelo Ebrard), de la UNAM o el CIDE, por nombrar solamente algunos cuantos, cuyos equipos de expertos sobre política exterior y Estados Unidos hubieran aportado generosamente sus consejos.

Como haya sido, las decisiones tomadas en un reducido círculo entre el Presidente y su Secretario de Relaciones Exteriores, reflejarán en los resultados si fue o no atinado tomar el juicio propio, y el de unos pocos asesores, para negociar el acuerdo con Estados Unidos de vastas consecuencias.

Me pregunto cuánto más se hubiera ganado en el acuerdo de haberse aplicado un modelo de negociación de crisis más abierto a opiniones expertas de mexicanos y menos apresurado en su manejo: por lo relatado en el informe de Ebrard, la estrategia de negociación se armó apresuradamente en la Embajada mexicana cuando ya estaban en Washington, lo cual deja entrever que poco o nada existía de una estrategia preventiva elaborada con anterioridad en la SRE o en la Presidencia de la República ante la eventualidad de crisis como la de los aranceles, los migrantes o cualquiera que esté por venir (narcotráfico o armas de fuego, por ejemplo). Tal vez no la vieron venir.

El Colegio de México, la UNAM, el CIDE y otras universidades y centros de investigación mexicanos siguen ahí, a la espera de ser consultados sobre la política hacia Estados Unidos y dispuestos a participar, ¿cuánto más esperarán?

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