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FUENTE: Google.com |
Por Rogelio Ríos Herrán
Muy poco puede agregarse a lo que ya los analistas en
su mayor parte han señalado: lo que presenciamos el jueves 23 de junio en Gran
Bretaña, la votación a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea
(UE) en el denominado Brexit, es un gran error histórico de los británicos, un
retroceso inconmensurable al siglo 20 cuando, por el contrario, deberían estar
mirando hacia adelante en el siglo 21.
El estrecho margen de ganancia del voto ganador, 52
por ciento contra 48 por ciento del voto por permanecer, indica que el
sentimiento separatista no es abrumador ni mucho menos predominante en la
comunidad británica.
El resultado de ello será una nación profundamente
dividida por una cuestión que no debería haberse ni planteado en primer
término: una cosa es cuestionar el funcionamiento de la Unión Europea, lleno de
imperfecciones, pero otra muy distinta es separarse del proyecto europeo de
integración, el más importante proceso político del siglo 20 y un modelo para
la integración de las naciones en el futuro inmediato.
El separatismo inglés, al provenir de razones
políticas internas y de coyuntura, permeadas de prejuicios y excesos de
nacionalismo y xenofobia, seguramente hará más lento el proyecto europeo, pero
no lo detendrá de ninguna manera.
Con Gran Bretaña o sin ella, la Unión Europea tendrá
que seguir adelante en un proceso que ya es irreversible: la formación de una
comunidad de naciones con instituciones y autoridades supranacionales y una
economía comunitaria, por llamarla de alguna manera, que no tiene réplica en el
resto del mundo.
Los errores se pagan caro. Los grandes errores, se
pagan más caro aún. La estrechez de miras de los políticos ingleses impulsores
de la separación, su manera de manipular a la opinión pública azuzando temores
xenofóbicos y nacionalistas, apelando a un concepto de soberanía nacional ya
caduco en el caso europeo, regresará al Reino Unido a una senda que ya había
transitado, la de una idea de soberanía y orgullo nacional obsoleta que parece
más bien del siglo 19, no de la época actual.
Se abre ahora un periodo incierto para los ingleses en
el que deberán tramitar su salida de la UE mediante una negociación que podría
extenderse hasta a dos años, si es que antes las veleidades de la política
interna inglesa no hacen dar marcha atrás a una decisión absurda como la del 23
de junio.
A lo largo de ese plazo veremos el efecto de la separación inglesa a
nivel global, el impacto en los mercados, el castigo internacional al Reino
Unido y al final el asentamiento de las aguas globales después de pasada la tormenta.
Para los ingleses, será la vuelta a un país que ya
habían supuestamente dejado atrás. Su tormentosa relación con el “Continente”
los ha llevado ahora a dar un paso en la dirección equivocada, uno que
satisface y beneficia nada más a sus políticos de extrema derecha que brincan
de gusto por la victoria pírrica que han logrado aun a costa del atraso de su
país ante las corrientes de vanguardia de la historia.
Uno no puede menos que preguntarse: ¿En dónde estás,
Winston Churchill?
rogelio.rios60@gmail.com
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