Las naciones de nuestra querida América Latina y el Caribe no deben ser puestas en riesgo de la amenaza o el uso de armas nucleares; por favor, no olvidemos la insensatez cubana de 1962.
Por Rogelio Ríos Herrán
Cuando se dio a conocer recientemente en los medios de comunicación el despliegue de un contingente de buques de guerra estadounidenses, entre ellos la participación de un submarino nuclear, en las aguas del Caribe y con relación a la situación política en Venezuela, recordé de inmediato al Tratado de Tlatelolco (1967), del cual México es parte signataria.
La simple presencia de misiles con cabezas nucleares, sean en barcos o submarinos, en la región caribeña, contradice el espíritu de dicho acuerdo cuya motivación fue evitar que los países de América Latina cayeran en la tentación de recurrir a la energía nuclear con fines militares.
Recordemos que en la época en la cual fue firmado el Tratado, la Guerra Fría estaba en su punto máximo y las dos superpotencias, Rusia y Estados Unidos, buscaban ganar influencia y control en todo el mundo.
No hubiera sido difícil que, de no existir el Tratado, los rusos o estadounidenses hubieran encontrado terreno fértil en alguna de las dictaduras y gobiernos latinoamericanos: así sucedió en Cuba en 1962 cuando de manera insensata e irresponsable el régimen de Fidel Castro permitió la instalación de misiles rusos en territorio cubano y llevó al mundo al borde de una guerra nuclear durante la "Crisis de Octubre" de 1962.
No sé si en el Comando Sur o el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos tomaron en consideración, durante sus cálculos estratégicos de presión extrema al gobierno del dictador Maduro, el hecho de que el envío de buques y un submarino con armas nucleares al caribe contradice directamente a la letra y el espíritu del Acuerdo de Tlatelolco.
A 63 años de la "Crisis de Octubre" y a 58 años de la firma del Tratado de Tlatelolco, las armas nucleares vuelven a tener presencia en la región para solucionar una crisis coyuntural entre Venezuela y Estados Unidos.
Tan insensato e irresponsable es Nicolás Maduro como en su momento fue Fidel Castro y hará el dictador venezolano lo que sea por salvar su pellejo: si lo amenazan con armas nucleares, intentará nivelar la balanza recurriendo a China o Estados Unidos o quizá recurrirá al mercado negro de armas.
Me puede fallar la memoria, pero no recuerdo si en la crisis con Panamá, en 1989, que culminó con la captura del General Manuel Antonio Noriega (acusado de nexos con el narcotráfico, igual que Maduro) tras breves combates en la capital, las fuerzas armadas norteamericanas informaron que sus buques traían o no armas nucleares.
Parece fuera de proporción que el poderoso gobierno norteamericano amague a Venezuela con buques y submarinos que portan armamento nuclear, pero no sé las razones y factores que influyeron en el cálculo estratégico de Washington.
Por lo pronto, vale la pena recordar y tener presente las consideraciones expuestas en el texto del Tratado de Tlatelolco desde 1967 para excluir las armas nucleares de América Latina y el Caribe:
La Resolución 1911 (año 1963) de la Asamblea General de las Naciones Unidas… estableció que las medidas que convenga acordar para la desnuclearización de América Latina y el Caribe deben tomarse “a la luz de los principios de la Carta de las Naciones Unidas y de los acuerdos regionales”.
“El establecimiento de zonas militarmente desnuclearizadas está íntimamente vinculado al mantenimiento de la paz y la seguridad en las respectivas regiones.”
"La situación privilegiada de los Estados signatarios, cuyos territorios se encuentran totalmente libres de armas nucleares, les impone el deber ineludible de preservar tal situación, tanto en beneficio propio como en bien de la humanidad.”
“La existencia de armas nucleares en cualquier país de la América Latina y el Caribe lo convertiría en blanco de eventuales ataques nucleares y provocaría fatalmente en toda la región una ruinosa carrera de armamentos nucleares, que implicaría la injustificable desviación hacia fines bélicos de los limitados recursos necesarios para el desarrollo económico y social.”
“Las zonas militarmente desnuclearizadas no constituyen un fin en sí mismas, sino un medio para alcanzar en una etapa ulterior el desarme general y completo.”
El diplomático mexicano Alfonso García Robles encabezó desde 1963 -apoyado por un equipo de juristas nacionales e internacionales- los esfuerzos latinoamericanos en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a favor de la limitación de las armas nucleares y el desarme nuclear total.
El Tratado de Tlatelolco fue fruto de esos esfuerzos y en 1982 García Robles recibió (junto con Alva Myrdal) el Premio Nobel de la Paz por su trabajo en favor del desarme nuclear y el establecimiento de zonas libres de armas nucleares.
Las naciones de nuestra querida América Latina y el Caribe no deben ser puestas en riesgo de la amenaza o el uso de armas nucleares; por favor, no olvidemos la insensatez cubana de 1962.
Nicolás Maduro es un dictador insostenible y debe dejar el poder para no colocar en mayor riesgo al Caribe por la presencia de armas nucleares en buques de guerra.
Washington, por su parte, debe calibrar cuidadosamente el despliegue de sus fuerzas armadas en el Caribe y evitar en la medida de lo posible que porten armas nucleares con el fin de eludir accidentes o errores de cálculo.
Concluyo este escrito con las palabras del texto del Tratado que yo suscribo:
“Las armas nucleares, cuyos terribles efectos alcanzan indistinta e ineludiblemente tanto a las fuerzas militares como a la población civil, constituyen, por la persistencia de la radiactividad que generan, un atentado a la integridad de la especie humana y aún pueden tornar finalmente toda la Tierra inhabitable”.
Preservemos a América Latina y el Caribe como zona libre de armas nucleares.
FIN
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