viernes, agosto 08, 2025

Morena y el ‘bon vivant’

¿Cómo puede haber contradicción entre lo que pregonan (austeridad republicana) y lo que hacen en realidad (vivir entre lujos) si su forma de vida actual como élite política es una justa recompensa a sus fatigas durante largos años de lucha opositora y dificultades económicas?


Por Rogelio Ríos Herrán


Hay dos tipos de modificaciones profundas en las personalidades, pensamientos y modos de vida de quienes, desde el espacio de la izquierda, el pensamiento o la “conciencia social” y el “compromiso político” (como se ufanan en decir), transitaron en México de la oposición, la clandestinidad y los duros años de lucha política hasta llegar, al fin a la captura del poder y el acceso a privilegios y beneficios.


La primera modificación es el abandono de los ideales democráticos en favor del modelo autoritario de gobierno, el control político a toda costa y la exclusión de las otras fuerzas políticas.


Es, nada menos, una forma de traicionar a sí mismos al incurrir en la contradicción monumental entre el ideal democrático liberal, progresista o socialdemócrata y, una vez capturado el poder, la imposición del estilo autoritario de gobernar.


El ejemplo claro de la traición política personal es el de Pablo Gómez, el viejo comunista mexicano que pasó largos años en la oposición pugnando por abrir en el sistema autoritario priista espacios políticos para las fuerzas de oposición.


Diversos analistas políticos han señalado el caso peculiar de Gómez, quien ahora será el encargado de diseñar y aplicar la reforma política de Sheinbaum bajo el siguiente criterio: tenemos la fuerza política, dijo, y la vamos a aplicar. No habrá “camarillas", como llama él a las fuerzas opositoras.


La segunda modificación de los izquierdistas viejos proviene de algo más prosaico: después de años y años de estrechez económica, de vivir al día y rascar por aquí o por allá algunos pesos para llevar comida a la mesa familiar, quizá dando clases o consiguiendo chambas de bajo nivel con sueldos miserables, por fin, se abre el cielo del gobierno a los sedientos luchadores sociales.


La recompensa les espera en esta vida, no en la otra espiritual en la cual no creen. No esperan otra cosa que recibir de los líderes a quienes apoyaron en el fragor de las batallas políticas la recompensa material que los “transforme” en lo que más odiaron en sus vidas pasadas: ser “pequeño burgueses”, o “pequebús”, como les llamaba Mario Benedetti en alguno de sus cuentos.


Para ellos, no hay contradicción alguna en cómo viven ahora los morenistas que se exhiben en viajes al extranjero, gastos lujosos y un tren de vida de clase media alta, por lo menos, cuando antes no habían visto tres pesos juntos en su vida.


De luchador social a “bon vivant’ no hay más que un paso. Cuando el Líder Supremo dio ese paso en el año 2018 fue el disparo de salida para que sus seguidores lo hicieran.


En sus mentes y corazones, para ellos no hay contradicción o traición alguna, ¿cómo puede haberla si trabajan por el pueblo y en nombre de la causa política todo está permitido?


¿Cómo puede haber contradicción entre lo que pregonan (austeridad republicana) y lo que hacen en realidad (vivir entre lujos) si su forma de vida actual como élite política es una justa recompensa a sus fatigas durante largos años de lucha opositora y dificultades económicas?


Los señalamientos hacia Morena por uso de recursos ilícitos en las campañas electorales y de complicidades con organizaciones criminales no les afectan: eso no fue corrupción, explican, fueron contribuciones a la causa. No fastidien.


Los nuevos ricos, “fifís” o “pequebús” en México son los gobernantes y militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), los mismos que antes señalaban con índice inquisidor a los gobernantes anteriores, quienes también tenían lo suyo, claro está, pero no llegaron a los talones a los desaforados izquierdistas de hoy.


Me viene a la cabeza, para nombrarlos, lo que los franceses llaman el “bon vivant” (“buen vividor” o “el que vive bien”) que “se refiere a una persona que disfruta plenamente de los placeres de la vida, especialmente aquellos relacionados con la buena comida, el buen vino y la compañía agradable”, me dice el asistente Copilot de Microsoft y me señala algunas características:


Gusto refinado: Tiene una sensibilidad especial por la gastronomía, el arte, la moda o la cultura.


Estilo de vida hedonista: Valora el placer sensorial y emocional.


Elegancia y sofisticación: No se trata sólo de consumir, sino de hacerlo con gusto y sofisticación.


Aclaro que no veo nada malo en que alguien aspire a ser “bon vivant” si tiene los recursos propios, el bagaje cultural y la inclinación a dedicarse a lo que los franceses llaman el “saber vivir”.


Lo que me da pena ajena es ver a los remedos de “bon vivants” en que se “transformaron” los viejos luchadores sociales, los comunistas y socialistas mexicanos que quemaban en leña verde, siguiendo el manual marxista-leninista, a los pequeños burgueses y acabaron convirtiéndose en una (mala) copia de ellos.


¿Gusto refinado? ¿Elegancia y sofisticación? Por favor. En México, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.


FIN


 


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