Medido contra el número de personas inscritas en el padrón electoral que, en números cerrados, son 100 millones de posibles votantes, el 13 por ciento es un nivel bajísimo de votación para una elección general.
Por Rogelio Ríos Herrán
Convertir la derrota en victoria y la vergüenza en orgullo no es lo fuerte de Morena ni de Claudia Sheinbaum: no saben qué hacer con el 13 por ciento.
Esa cifra es el porcentaje de los ciudadanos que acudieron a las urnas el día 1 de junio a sufragar por los candidatos a diversos cargos en el Poder Judicial en México por primera vez en el país.
Medido contra el número de personas inscritas en el padrón electoral que, en números cerrados, son 100 millones de posibles votantes, el 13 por ciento es un nivel bajísimo de votación para una elección general.
Vamos, el 13 por ciento ni para una buena propina sirve en una cantina (mínimo el 15 por ciento, ¿no?), mucho menos para cantar victoria y adoptar pose de triunfalistas desde el gobierno nacional.
El golpe de realidad es brutal, pero la presidente Sheinbaum no tomó nota de eso.
Al contrario, se sumergió de lleno en el discurso del “triunfo histórico”, de México como “el país más democrático del mundo” y otras expresiones exageradas hasta el absurdo.
Son afirmaciones que no tienen sustento en la realidad. No sirven ni como herramienta para un discurso o propaganda por su falsedad.
No se trata ni siquiera de la discusión del “vaso medio vacío o medio lleno”, aquí llegaron al vaso unas gotas de agua y el resto del torrente de votantes no acudió a votar. Punto.
De cualquier manera, la elección será validada por el INE y se le considerará legítima apenas con el 13 por ciento de participación, de los cuales hay que considerar los votos anulados.
En una nación de más de 130 millones de habitantes y con el universo de votantes posibles de 100 millones de personas, es raquítica la aritmética de Morena y cuestionable la eficiencia del proceso: ¿para qué se gastó el INE 7 mil millones de pesos en una elección marcada por el abstencionismo?
Si algo hubo de “histórico” el día 1 de junio fue el nivel de abstencionismo de los ciudadanos.
De ahora a un futuro inmediato, ya empezaremos a vivir en un país en el cual la justicia será administrada por los “jueces del pueblo”, cuya mayoría de perfiles, según se vio en las candidaturas, exhiben impreparación y escasa o nula experiencia en la carrera judicial.
La calidad de las sentencias de los “jueces del pueblo” hablará por ellos, y hablará mal en la mayoría de los casos. ¿Será esto mejor de lo que teníamos?
Morena es un movimiento político marcado profundamente por la corrupción en múltiples maneras.
Los morenistas son altamente vulnerables a la exposición al dinero ilícito, ¿por qué sería diferente en el caso de los “jueces del pueblo”?
El impacto de la reforma al Poder Judicial se verá reflejado en los índices internacionales que miden la corrupción, la transparencia y rendición de cuentas y el avance o retroceso de las instituciones y prácticas democráticas en los países.
A medida que México se desplace a los peores lugares en cada índice internacional, como ha ocurrido desde el 2018 (el año de la llegada de Morena a la presidencia de la república), nos daremos cuenta con evidencia estadística del nivel de degradación al que ha sido conducido México por la llegada del morenismo populista al poder.
No me digan, por favor, que el 13 por ciento es un “triunfo histórico”: yo dejo mejores propinas que eso en mi bar favorito.
FIN
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