viernes, enero 31, 2025

MAGA y Morena se parecen

 


La frase de López Obrador de que “yo pido 90% lealtad y 10% capacidad” (palabras más, palabras menos) para seleccionar en su momento a los funcionarios, con todo el cinismo que conlleva, se aplica bien en el caso del nuevo presidente norteamericano. 

Por Rogelio Ríos Herrán 

Dice una conseja popular que “los extremos se tocan”, lo cual es una forma de decir “Dios los crea y ellos se juntan”, cuando de ideólogos fanáticos estamos hablando. 

En la última semana de enero, el desfile de candidatos a cargos de alto nivel en el gabinete del Presidente DC Donald Trump (DC por delincuente Convicto) ante los Comités del Senado de Estados Unidos, es un carnaval de la ineptitud política. 

Uno no puede menos que horrorizarse al contemplar cómo el aspirante a Secretario de Salud de Estados Unidos, Robert Kennedy Jr. (hijo de Bobby Kennedy) o Tulsi Gabbard, quien pretende dirigir el FBI, no solamente son notoriamente incompetentes para los cargos, sino que exhiben sin pudor su único mérito: la subordinación incondicional a Trump. 

Kennedy Jr, fue descalificado públicamente el 29 de enero por su prima Caroline Kennedy, quien ha ocupado cargos diplomáticos a nivel de Embajadora de Estados Unidos, al exhibir sus pasadas adicciones a drogas y alcohol y, sobre todo, una personalidad violenta y estrambótica, además de ignorancia llana en temas concretos sobre los que fue interrogado por los senadores. 

Claro, Bobby Jr., recurrió a su exaltado patriotismo, a explotar la memoria de su padre y de su tío John, y a rendir pleitesía al DC Trump como las mejores cualidades para que lo ratifiquen en la chamba. 

Podría seguir en la lista de aspirantes a funcionarios sin méritos, pero bien conectados a la ubre trumpista, pero al ver la defensa a ultranza de los aspirantes que hacen los senadores republicanos, me di cuenta de que todo es una farsa, a pesar de la solemnidad del Senado de Estados Unidos. 

No importan los méritos, sino la lealtad al jefe máximo, por eso serán ratificados 

La frase de López Obrador de que “yo pido 90% lealtad y 10% capacidad” (palabras más, palabras menos) para seleccionar en su momento a los funcionarios, con todo el cinismo que conlleva, se aplica bien en el caso del nuevo presidente norteamericano. 

Lo que sucedió en 2018, cuando se formó el primer gobierno nacional morenista, bajo el criterio obradorista mencionado, se repitió en 2024 al decidir la presidente Sheinbaum reciclar a varios secretarios de estado del sexenio anterior, más algunas pocas designaciones que tuvo libertad de decidir. 

En esencia, se mantiene bajo el sheinbaunato el mismo criterio que bajo el obradorismo: en mi gabinete, mientras más serviles, mejor. La capacidad la dejamos para después, faltaba más. 

El hilo que une a los movimientos MAGA (“Make America Great Again”) y MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) es delgado, pero resistente: es el hilo de la complicidad. 

Si los anteriores militantes demócratas Robert Kennedy Jr. y Tutsi Gabbard se volvieron militantes y defensores destacados de MAGA, todos sus pecados son perdonados en tanto repitan el Evangelio de Trump. 

Si los antiguos militantes priistas, perredistas o panistas que forjaron un prestigio negro de corrupción y complicidades se adhieren a MORENA, sus trapacerías se tiran al basurero de la historia en tanto difundan el Evangelio de Andrés Manuel. 

No dude usted, estimado amigo, que si Robert Kennedy Jr., se viniera a México sería morenista empedernido y, viceversa, Mario Delgado pasaría como un destacado militante de MAGA y trumpista de hueso colorado, no se diga Manuel Bartlett, ¡Ah, perdón! Don Manuel nunca cruza a los Estados Unidos. 

Es verdad, los extremos se tocan entre güeros y morenos. Por eso los morenistas le contestan a los MAGAs, cuando los amenazan con el petate del muerto, lo que cantaba Lupita D’Alessio: “te pareces tanto a , ¡que no puedes engañarme! 

¡Cuánta razón tenía La Leona! 

 


viernes, enero 24, 2025

México y Trump: el gobierno débil de Claudia


 

 Por Rogelio Ríos Herrán  

No sé cómo suavizarlo, pero el gobierno nacional de México no tiene la solidez institucional, la eficacia operativa ni el tipo de liderazgo requerido para enfrentar no sólo al nuevo inquilino de la Casa Blanca, sino a los grandes desafíos del siglo: migración, seguridad, corrupción y cambio climático, por citar algunos solamente. 

Cuando escuchaba el discurso de toma de posesión del Presidente DC Donald Trump (DC por Delincuente Convicto), quien va por su segundo ciclo de gobierno, me imaginaba las reacciones en algunas capitales mundiales.  

En París, leve inquietud francesa; en Kiev, pánico ucraniano; en Beijing, sonrisas y burlas en privado; y en Moscú, Putin probablemente se entretuvo más con el sombrero misterioso de Melania Trump que con las aburridas peroratas de Donald, su más fiel seguidor. 

¿Y en el Palacio Nacional de la CDMX? La reacción, me atrevo a imaginar, fue de confusión al escuchar las acciones en contra de México, y de parálisis: ¡Ah caray, sí se atrevió Trump! ¿Y ahora, qué hacemos? ¡Andrés Manueeel! 

No hay solidez institucional por el desmantelamiento de los órganos de la Administración Pública Federal iniciada desde 2018, e intensificada en el nuevo gobierno morenista con la “reforma judicial” en curso. 

No hay eficacia en la operación gubernamental por el recorte brutal de los cuadros administrativos más experimentados, la pérdida del conocimiento acumulado del diseño y manejo de políticas públicas y, finalmente, por la imposición de funcionarios y empleados públicos improvisados, por decir lo menos, en reemplazo de los que se fueron. 

Finalmente, la ausencia de López Obrador en la presidencia de la república (con minúsculas, por favor, señor editor) y su reemplazo por la señora Sheinbaum, quien carece del carisma y la presencia de Andrés Manuel, derivó en un modo de liderazgo de tono menor al que se requiere en la conducción de una presidencia bien plantada en el mundo. 

Por ejemplo, los llamados de los políticos morenistas a la “unidad nacional” en torno a Sheinbaum ante “las amenazas” del nuevo presidente norteamericano están fuera de tiempo, además de sonar falsos. 

¿Cómo puede Sheinbaum convocar a las fuerzas opositoras y la sociedad mexicana a la “unidad nacional” cuando López Obrador y ella misma desdeñaron constantemente a la oposición, además de negarse al diálogo sobre los temas políticos del país? 

¿La “unidad nacional” se invoca a conveniencia del gobernante morenista en turno cuando la lumbre le está llegando a los aparejos? 

Sin solidez de instituciones, ante la ineficacia gubernamental y bajo liderazgo presidencial, ¿qué podemos esperar los ciudadanos mexicanos de nuestro gobierno nacional ante las decisiones del Presidente DC Trump que nos afectan directamente? 

¿Cuál es la capacidad de respuesta de México? 

En momentos como el que estamos viviendo es cuando la “asimetría” o disparidad entre México y Estados Unidos se revela en su máximo punto: las decisiones se toman en Washington, estén o no estén preparados los mexicanos. 

Fieles a la tradición nacional, a los gobernantes mexicanos las crisis con Estados Unidos los suelen agarrar desprevenidos, por más que se anuncien las intenciones de “los gringos” con mucha anticipación. 

El gobierno nacional morenista no es la excepción a esa regla: un gobierno institucionalmente débil, endeudado, ineficaz y cuyo liderazgo no alcanza para enfrentar los desafíos externos, no puede hacer otra cosa que reaccionar -a como mejor pueda- en cada caso que se le presente. 

Ni modo, es lo que hay, marchantita, como diría el abarrotero en su tienda. Con estos bueyes hay que arar. 

Mejor nos entretenemos con el sombrero de Melania Trump. 

Rogelio.rios60@gmail.com

¿Cómo es vivir sin leer?

  ¿Cómo puede un hombre o mujer gobernar una ciudad, un estado o el país entero cuando es incapaz de entender lo que lee o se le explica sob...