Las historias de apoyos abiertos y excesivos a candidatos de los partidos oficiales en México (nombre usted al que quiera: PRI, PAN, PRD, PV, Morena, etc.) son añejas, pero hoy han rebasado lo anecdótico y casual para convertirse en mecanismos de alimentación de combustible para el motor electoral morenista.
Por Rogelio Ríos Herrán
No gritaré mi inconformidad con la injusticia, la violencia, la corrupción profunda de extensas áreas del gobierno nacional, las tendencias autoritarias del partido Morena en el poder y la degeneración moral de elementos de alto rango de la Marina y el Ejército Mexicano el día 16 de septiembre: la gritaré durante todo el año.
Me quedaré ronco, tal vez, por los 365 gritos hondos y cargados de coraje y sed de justicia, pero eso es un precio menor ante el tamaño de la descomposición del país que vive México y que, día a día, avanza hacia el punto cero, es decir, la posible quiebra de la nación en manos de gobernantes ineptos.
No es nada más un problema de ideología o fanatismo doctrinal el de los gobernantes morenistas. Verlo así es reducir las cosas a un factor que explica una parte, pero omite ver el resto del todo.
El problema es más terrenal: la creación y sobrevivencia del Movimiento de Regeneración Nacional como maquinaria electoral requiere de un flujo incesante de dinero para tener presencia y arrebatar todas las elecciones posibles a cualquier nivel político.
Sea municipal, estatal o federal, en cualquier elección en que participe Morena debe ganarla a toda costa y, si se puede, por completo a riesgo de frenar o detener el funcionamiento de la maquinaria electoral.
El dinero es la gasolina que impulsa a ese motor electoral. No puede escasear ni mucho menos faltar en ningún momento para no poner en riesgo tanto el acceso como el sostenimiento en el poder.
No puede faltar dinero en Morena, punto.
¿De dónde viene ese dinero?
Los estudiosos del fenómeno de la corrupción hablan en términos de “vulnerabilidad” de los servidores públicos a las tentaciones en forma de sobornos, privilegios, mayor poder y predominancia política.
Hay áreas de mayor o menor vulnerabilidad en el gobierno ante la corrupción, según la mayor o menor exposición de los gobernantes y funcionarios al dinero: imagine usted a los funcionarios que manejan las aduanas, por ejemplo, o las compras consolidadas de medicinas del gobierno nacional por miles de millones de pesos.
Apenas se empieza a sorprender la opinión pública de las cantidades multimillonarias de dinero ilícito que corren detrás del negocio del “huachicol fiscal”, pero ésa es solamente una parte de la historia.
Lo que hace particularmente pernicioso, en el caso del “huachicol”, el impacto de la corrupción es que el dinero negro obtenido de ese negocio ilegal no se queda del todo en los bolsillos de empleados públicos corruptos, sino que entra al proceso electoral por vías que no dejan huella.
El financiamiento de las campañas electorales en México es un asunto en el que hay miles de millones de dólares de dinero ilegal involucrado, según estimaciones del Departamento del Tesoro del gobierno de Estados Unidos.
Es un problema grave que afecta a todos los partidos políticos desde hace décadas, pero que a partir del año 2018, con la llegada de Morena y su candidato López Obrador a la presidencia de la república, se volvió una enfermedad crónica.
¿Cuánto dinero ilícito circula en las campañas electorales en México? ¿Qué poder e influencia da sobre el gobierno a los grupos criminales que inyectan ese dinero?
La otra parte de la historia de la corrupción electoral en México viene desde adentro del gobierno nacional: la utilización indebida de recursos públicos para fines electorales.
Las historias de apoyos abiertos y excesivos a candidatos de los partidos oficiales en México (nombre usted al que quiera: PRI, PAN, PRD, PV, Morena, etc.) son añejas, pero hoy han rebasado lo anecdótico y casual para convertirse en mecanismos de alimentación de combustible para el motor electoral morenista.
¿Recuerda usted el caso de la presidente municipal de Texcoco, Estado de México, que descontaba por nómina un porcentaje a un grupo extenso de burócratas municipales como “aportación” a su partido Morena?
Si eso se hizo a nivel municipal, imagine usted la escala a nivel estatal o federal en la joya de la corona: la elección presidencial.
El tanque de gasolina morenista siempre debe estar lleno, no a la mitad ni mucho menos en la reserva.
El dinero ilícito, venga del desvío de recursos desde adentro del gobierno o de “aportaciones” externas de dudosa cuna de nacimiento, se junta con el financiamiento público del INE a los partidos políticos y en la mezcla nadie sabe, nadie supo.
Ante la ausencia casi total de la rendición de cuentas de los gobernantes, funcionarios, marinos y militares, los ciudadanos mexicanos vemos con impotencia la misma película de toda la vida: salió del poder una élite sólo para ser reemplazada por otra, pero élite al fin y al cabo.
¿Cómo creen que no daré Mi Grito este septiembre de Fiestas Patrias y cada día del año?
¡Viva México! ¡La Patria será más grande que sus gobernantes y criminales corruptos que hoy la someten!