Esconder documentos, no ejecutar órdenes absurdas y siempre estar cerca de él por lo que se ofreciera, se convirtió en la tarea principal de quienes consideraban que impedir los arrebatos de Trump era el equivalente a un acto patriótico.
Por Rogelio Ríos Herrán
Un día antes del martes 5 de noviembre, fecha de la elección presidencial en Estados Unidos, terminé la lectura del libro de Peter Baker y Susan Glasser sobre los años de la primera gestión presidencial de Donald Trump.
No pudo ser más oportuna esa coincidencia. Con la cabeza llena de las cosas y personajes que desfilaron por la Casa Blanca entre 2017 y 2021, me senté frente al televisor el día de la elección a observar cómo se lanzaba la nación americana, por segunda ocasión, al abismo de la irresponsabilidad política.
En una parte del libro, se atribuye a un funcionario cercano a Trump la descripción del funcionamiento de la Casa Blanca como “Crazyland” (“Tierra de la Locura”) por el caos administrativo reinante, la confusión política permanente y la frivolidad extrema de Donald Trump en la toma de decisiones.
Bien pudo ser “Crazyland” el título del libro, pero Baker y Glasser (periodistas y esposos a la vez) decidieron atinadamente llamarlo “THE DIVIDER: Trump in The White House, 2017-2021" (publicado por Doubleday, 2022), que en español puede traducirse como “El Divisor”.
Los autores nos dan las razones para el título de su libro:
+ “Decidimos nombrar el libro como ‘El Divisor’ porque durante cuatro años, desde el discurso ‘American Carnage” que inauguró su mandato y hasta la charada de ‘The Rigged Election’ que maldijo su término tumultuoso, Trump enfrentó a los americanos en contra de los americanos, a los Estados Unidos en contra de sus aliados y a los miembros de su staff y familia entre ellos.
+ “Trump arrojó cerillos a la leña seca de las relaciones de raza en Estados Unidos y escaló la polarizada guerra cultural por encima de las visiones competitivas de la identidad nacional”.
+ “Trump habló mucho de la lealtad como un valor supremo, pero se refería a la lealtad a él, nunca de él a otros”.
La sagacidad periodística de Baker (corresponsal de The New York Times en la Casa Blanca) y Glasser (editora en la revista The New Yorker) logró reunir, en poco más de 700 páginas, tanto entrevistas como investigaciones documentales y seguimiento a notas periodísticas que dieron sustento a su narrativa.
El “periodismo en tiempo real”, como ellos le llaman, recupera escenas de reuniones cruciales, reconstruye los diálogos de los protagonistas de la manera más fiel posible y proporciona el contexto del momento que se vivía en “Crazyland”, una tierra de conflicto permanente entre los funcionarios de Trump.
Es un estilo que sigue la línea investigativa de periodistas como Bob Woodward y Robert Costa, por ejemplo, y que enfrentó exitosamente, en manos de Baker y Glasser, el desafío de hacer la crónica fiel de un personaje impredecible y caótico como Trump.
Para David Greenberg (profesor de periodismo en Rutgers), quien reseñó el libro para The New York Times, “si ‘The Divider’ tiene un tema dominante, ése pudiera ser la lucha dentro de ‘la casi caricaturesca y caótica Casa Blanca’ de personas más razonables y menos caóticas que Trump para jalar la rienda a sus más peligrosos instintos”.
Concuerdo con Greenberg en esa observación sobre la guerra tribal interna en la Casa Blanca que el propio Trump fomentaba y que describen Baker y Glasser en su libro.
Esconder documentos, no ejecutar órdenes absurdas y siempre estar cerca de él por lo que se ofreciera, se convirtió en la tarea principal de quienes consideraban que impedir los arrebatos de Trump era el equivalente a un acto patriótico.
Al día siguiente de concluir mi lectura de “The Divider”, Donald Trump ganó la elección presidencial para obtener una segunda gestión de gobierno desde la Casa Blanca.
Muchos analistas coinciden en que, en esta ocasión, no habrá el tipo de funcionarios razonables que detendrán sus impulsos. Al contrario, Trump se rodeará de colaboradores incondicionales y serviles.
Desde México, no dejo de pensar que lo de “Crazyland” bien pudiera aplicarse a la gestión presidencial de López Obrador desde el Palacio Nacional así que estaré a la espera de un libro de “periodismo en tiempo real” que algún periodista mexicano intente escribir.
Mientras tanto, nadie se engañe con ilusiones sobre Trump de vuelta en la Casa Blanca. Con un rango de atención similar al de un niño de 7 años, colérico y vengativo, sin contrapesos internos y sin nada que perder, “The Divider” tendrá la rienda suelta.
FUENTES:
Reseña del libro por David Greenberg en The New York Times:
Edición electrónica de “The Divider” que leí:
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