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Presidentes Juan Manuel Santos (Colombia) y Donald Trump (EU). Fuente: Google.com |
Por ROGELIO RÍOS HERRÁN
Vamos un paso más allá de quien ahora está en la Casa
Blanca; veamos por encima de nuestros propios gobernantes y contestemos, amigos
colombianos y venezolanos algo que como mexicano les planteo: ¿Qué hacemos con
los Estados Unidos?
¿Cómo hacer que la relación de nuestros gobiernos con
el vecino del Norte sea armónica, respetuosa y benéfica en todas direcciones?
Aun cuando existe incomprensión entre los gobernantes
de Estados Unidos y México, Venezuela y Colombia, ¿cómo hacer que se mantengan
vivos los lazos que nos unen a su gente, a nuestra gente que vive allá y al
estadounidense que tiene mente abierta y corazón agradecido con los latinos?
No es cosa sencilla dilucidar hacia dónde vamos en
América Latina con Estados Unidos. Se interponen, en ambas direcciones, los
prejuicios, los traumas históricos, la incesante inmigración latina hacia el
norte, los cárteles de la droga, el tráfico de personas, etcétera.
Desde Washington, no importa el color de quien
gobierne, les parece de lo más natural opinar y llegar hasta la injerencia en los asuntos
internos de México, Venezuela y Colombia.
Desde América Latina, acudimos por los dólares de
Washington, les vendemos nuestro petróleo y les permitimos “asesorarnos” contra
el narcotráfico mucho más allá de lo razonable y ético.
Les abrimos la puerta, los sentamos en la sala de la
casa y, cuando venimos a ver, ya se colaron hasta la recámara.
No cesa tampoco, por otra parte, el flujo de migrantes
hacia el Norte a pesar de los avances en algunos indicadores económicos de
nuestros países. No hay país que aguante -ni siquiera la Alemania de Merkel-
una migración tan intensa sin provocar reacciones duras de rechazo y xenofobia,
¿qué hemos hecho los latinos para aliviar ese flujo?, nos preguntan con
reproche muchos políticos estadounidenses.
¿Qué han hecho ustedes para abatir el consumo de
drogas en su población?, les contestamos a los estadounidenses. ¿No se dan
cuenta de que mientras haya una demanda gigantesca de drogas habrá un flujo
correspondiente de suministro hacia Estados Unidos?
No se puede seguir viviendo así. Veo en Colombia la
herida profunda que la guerra contra el narco y la guerrilla (fondeada y
alentada con recursos de USA) ha dejado en su sociedad que lucha en estos días
por definir su rumbo político.
Lo mismo en México, como en Colombia, nuestra herida
profunda se llama “guerra contra el narco” que se sigue librando a un costo de
decenas de miles de muertes violentas cada año y a instancias de una alianza
antidrogas con Washington mientras que, por otro lado, la mariguana se ha
legalizado en varios estados de la Unión Americana.
Y Venezuela, tierra de amigos queridos, vive una
dolorosa crisis económica y una ruptura política interna que requerirá quizá de
mediadores internacionales de buena fe que ayuden a los venezolanos a
superarla.
Es en Venezuela en donde con mayor claridad se
presenta el dilema que todo latinoamericano enfrenta en su vida: ¿qué hacer con
Estados Unidos? ¿Colaborar con ellos cuando en todo país latinoamericano
trabajar con los “gringos”, aunque sea en causas nobles y desinteresadas, es como recibir el beso de Judas?
Si apoyamos a la oposición venezolana en su petición
de liberar a los presos políticos, ¿le estamos haciendo el juego a Washington?
Si criticamos al gobierno de Nicolás Maduro por su
mano dura contra la oposición, ¿le seguimos haciendo el juego a la Casa Blanca?
En México, ¿debemos seguir con la Iniciativa Mérida o
revisar su conveniencia en vista de los sucesos actuales como la renegociación
de un Tratado de Libre Comercio de América del Norte que casi se extingue y las
guerras de tarifas comerciales?
¿Qué es ser un buen mexicano: buscar la mejor
convivencia posible con Estados Unidos o vivir en un estado de permanente
tensión con su gobierno a un costo elevadísimo?
Sigo creyendo, como muchos colombianos y venezolanos,
que es mejor buscar la convivencia pacífica con los estadounidenses (pueblo y
gobierno), exigir reciprocidad y responsabilidad compartida, pero a la vez
ofrecer gobiernos honestos, justicia social y desarrollo económico que arraigue
a nuestros paisanos.
Presidentes van y vienen en Estados Unidos y América
Latina. Lo que no se mueve ni un centímetro es la vecindad geográfica; si
estamos obligados a convivir, ¿por qué no hacer de ello una bendición en vez de
una maldición?
rogelio.rios60@gmail.com
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