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Fuente: Google.com |
Por Rogelio Ríos Herrán
Toma mucho más que un cambio de inquilino en la Casa
Blanca para descarrilar la bien cimentada relación bilateral entre México y
Estados Unidos.
No se derrumbará, como un viento que deshiciera un
frágil castillo de naipes, el entramado económico que mueve a las dos naciones,
el que día a día impulsa los pistones que hacen andar los motores mexicanos y
norteamericanos.
Vecinos por razones geográficas, históricas, estamos
en México en una envidiable posición para negociar cualquier tipo de tema con
Estados Unidos. Esa cualidad única entre los dos países trasciende a cualquier
otra consideración o a los momentos conflictivos entre ambos gobiernos, como el
que actualmente se vive en México con llegada de Donald Trump a la Presidencia
estadounidense.
Por supuesto que es preciso resistir como nación la
dureza de los embates políticos que nos llegan desde Washington, en primer
término, el de la construcción anunciada de un muro que acabaría de cercar la
frontera de 3 mil kilómetros, pero además los cambios inminentes en las
políticas migratorias norteamericanas y su cantada preferencia por volver a
épocas ya superadas de proteccionismo comercial tradicional y su rechazo a los
acuerdos comerciales regionales.
Todo ello se habrá de combatir en todos los terrenos
disponibles para los cuales no hay muros que valgan. Pero no veo que la forma adecuada
de hacerlo sea la de permitir que los mexicanos nos embarquemos en una fiebre
de antiamericanismo y de rechazo a todo “lo gringo”.
Protestar contra las políticas de Donald Trump es una
cosa, perfectamente legítima y necesaria, pero no tiene ello que derivar en un
rechazo ciego a todo lo que nos viene del Norte.
No debe ser así porque enterraríamos con esas
actitudes el puente natural que ya existe entre las economías y las sociedades
de México y Estados Unidos y que es nuestra mejor plataforma para lograr hacer
oír nuestras voces ante el gobierno estadounidense.
En la sociedad norteamericana, en su diversidad y
amplio espectro de posturas y principios, es donde podemos encontrar los
aliados naturales que desde México tanto se necesitan para dar la “batalla de
las ideas” en favor de mantener los más fluido posible nuestros intereses
conjuntos como vecinos y como miembros de la América del Norte.
No se trata de rechazar al “gringo” nada más porque
sí, como se ha hecho en otras épocas en México; al contrario, nuestra mirada
debe abarcar y atraer hacia nuestra causa común a quienes desde la sociedad estadounidense
cultivan y ponen en práctica las mejores prácticas democráticas y abrazan
solidaridad entre las naciones, especialmente a quienes tienen que huir de sus
países de origen por guerras civiles y violencia generalizada.
Eso no lo va a detener ningún muro.
rogelio.rios60@gmail.com
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